De esta manera llamó José Martí a esta edad de
los mayores de sesenta, los que han vivido un poco, los que ya están
adiestrados en la vida de su sociedad, los que han hecho familia y disfrutan de
la compensación de hijos y nieto, que a veces de tantos cuidarlos, los marginan
a las que creen son “tareas menores” pero que en Cuba son las fundamentales
para que otros sigan sus vidas: hablo de las “colas”, del zancajear las cosas
para la comida o para las necesidades hogareñas, que entre nosotros deciden las
“batallas de sobrevivencia” que cada cubano tiene.
Podremos tener una expectativa de vida de
primer mundo, llegamos y pasamos de 80 años, con la mente ágil y una cultura
media que es superior a nuestro estatus de país tercermundista, dependiente y
con miles de sueño por cumplir, porque el ser humano mientras más cultura tiene
más altas son sus expectativas para con la vida.
Somos las generaciones que apoyamos los
primeros pasos de la Revolución, la del desafío, las misiones
internacionalistas y las “tareas” por encima de las aspiraciones, la que esperó
mucho del siglo XXI y ahora sigue soñando con un futuro mejor para los nietos
en un mundo duro convulso donde Cuba también cambió, donde lo posible es un
sueño pero seguimos esperando de la Revolución que hicimos y la que hemos
entregado toda la vida, no la sobrevivencia precaria, sino el reconocimiento
verdadero y la tranquilidad de que construiremos una sociedad justa y
equilibrada.
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