jueves, 24 de enero de 2019

ABUELOS, HORCÓN DE LA VIDA



No hay cosa más bella que amar a los ancianos; 
el respeto es un dulcísimo placer.
José Martí



 Quiero pensar desde mi edad, 68 años, lo que quiero para mí y mis contemporáneos y los que nos son mayores, yo fui nieto y ahora soy abuelo y hay muchas cosas que me preocupan con los muchos que hemos llegado y llegaremos a este grupo etario.
 Para muchos somos un “problema de la sociedad”, cuando deberían  pensar que somos un “logro social” de la Revolución, que ha permitido que la esperanza de vida en Cuba rebase los 70 años y que hoy no somos el viejo analfabeto y semi analfabeto que tenía la vida como único caudal de conocimiento, somos más, personas que nos formamos profesionalmente, con un pensamiento más abierto al mundo, que soñamos con ese mundo mejor y posible que no alcanzamos del todo pero que nos deja un caudal de sabiduría que podemos seguir aportando.
 Somos muchos pero la “invisibilidad” parece ser el lugar al que nos relegan nuestros hijos y nieto en un fenómeno que se da a nivel de la familia, que casi nunca se cuenta con el viejo para hacer planes que le conciernen y le afectan con una desconsideración digna de quien cree no llegará nunca a esta edad, considerándolos un estorbo y cuando menos un problema más.
 Pero en los centros de trabajo, apenas estamos llegando a la edad de jubilación está el constante asedio para señalarnos los años y la “posibilidad” de que “nos quedemos tranquilo en la casa”, sin tener en cuenta nuestros intereses, motivaciones y capacidades.
 “Ya viviste” es el insulto mayor a una persona que rebasa los 65, como expresión de, “ya estorba, déjale el camino a otro”.
 Por mi parte sigo haciendo planes, trabajando mientras el cuerpo aguante y preparándome como el primer día para el reto de mañana.

miércoles, 23 de enero de 2019

LOS AÑOS ALTOS




 De esta manera llamó José Martí a esta edad de los mayores de sesenta, los que han vivido un poco, los que ya están adiestrados en la vida de su sociedad, los que han hecho familia y disfrutan de la compensación de hijos y nieto, que a veces de tantos cuidarlos, los marginan a las que creen son “tareas menores” pero que en Cuba son las fundamentales para que otros sigan sus vidas: hablo de las “colas”, del zancajear las cosas para la comida o para las necesidades hogareñas, que entre nosotros deciden las “batallas de sobrevivencia” que cada cubano tiene.
 Podremos tener una expectativa de vida de primer mundo, llegamos y pasamos de 80 años, con la mente ágil y una cultura media que es superior a nuestro estatus de país tercermundista, dependiente y con miles de sueño por cumplir, porque el ser humano mientras más cultura tiene más altas son sus expectativas para con la vida.
 Somos las generaciones que apoyamos los primeros pasos de la Revolución, la del desafío, las misiones internacionalistas y las “tareas” por encima de las aspiraciones, la que esperó mucho del siglo XXI y ahora sigue soñando con un futuro mejor para los nietos en un mundo duro convulso donde Cuba también cambió, donde lo posible es un sueño pero seguimos esperando de la Revolución que hicimos y la que hemos entregado toda la vida, no la sobrevivencia precaria, sino el reconocimiento verdadero y la tranquilidad de que construiremos una sociedad justa y equilibrada.