miércoles, 31 de enero de 2018

LOS SIETEMESINOS





Fui a las Obras Completas del Apóstol en busca de las reflexiones de un hombre aún joven que en 1885 describe deslumbrado y sabio las regatas tradicionales entre un yate inglés y uno norteamericano, matizada por el patriotismo que una victoria patria enciende en los hombres y mujeres de cualquier latitud, es por ello que sus atinadas palabras mantienen actualidad para caracterizar a quienes el consumismo convierte en personas, “tan desechables” como los productos que los esclavizan, los “Sietemesinos”, como los llamó en ese ensayo imprescindible que es “Nuestra América”:

“…ya porque un vapor lleno de bostonianos ha venido río arriba, con ocasión de las regatas, a mofarse de los petimetres neoyorquinos que no hallan cosa de su tierra que sea buena: y compran en Inglaterra yates que Nueva York vence, y andan por las calles a paso elástico y rítmico, como si anduviesen sobre pastillas, y hablan comiéndose las erres y la virilidad con ellas, acariciando con el mostachillo rubio el cuerno de plata del bastón que no se sacan de los labios: son unos señorines inútiles y enjutos, a quienes no se ve por las calles desde que venció el Puritan.

“Las regatas, como tantas otras cosas, no son de valer por lo que son en sí, sino por lo que simbolizan. De los Estados Unidos se van las herederas a Inglaterra, a casarse con los lores; ningún galán neoyorquino se cree bautizado en elegancia si no bebe agua de Londres; a la Londres se pinta y escribe, se viste y pasea, se come y se bebe, mientras Emerson, piensa, Lincoln muere, y los capitanes de azul de guerra y ojos claros miran al mar y triunfan. La grandeza tienen en casa, y como buenos imbéciles, porque es de casa la desdeñan. Hasta la hormiga, la mísera hormiga, es más noble que la cotorra y el mono.

“Pues si hay miserias y pequeñeces en la tierra propia, desertarlas es simplemente una infamia, y la verdadera superioridad no consiste en huir de ellas, ¡sino en ponerse a vencerlas! La regata ha dado esto bueno de sí, como da siempre algo bueno, aunque parezca puerilidad al que ahonda poco, todo acto o suceso que concentra la idea de la patria; ¡hay un vino en los aires de la patria, que embriaga y enloquece! Se le bebe, se le bebe a sorbos en estas grandes ocasiones y ¡parece que se deslíen por la sangre, con prisa de batalla, los colores de una gran bandera!”[1]



[1] La Nación. Buenos Aires, 22/10/ 1885. Tomo 10. Obras Completas de José Martí. 1975






martes, 30 de enero de 2018

DIPUTADO, SEGÚN MARTÍ





He aquí una definición que dio nuestro José Martí sobre lo que debía ser un Diputado, definición que mantiene su vigencia  sobre esta figura pública tan importante en los estados modernos, moldeables y manipulables y tan dados a olvidar el mandato del pueblo.
 En Cuba tendremos elecciones el marzo y más que elegirlos los ratificaremos, porque en Cuba las listas son cerradas, tantos aspirantes como asientos en el parlamento y muchas veces esto de “elegirlos” se vuelve un ejercicio formal.
 Se parte de un principio muy noble, que en el Parlamento estén representados todos los sectores de la población, mujeres y hombres, jóvenes y viejos, composición étnica, sectores sociales, cuadros, militares y sobre todo militantes del partido comunista.
 Creo que el sobrepeso está en la cantidad de militantes del partido (“la vanguardia de la sociedad”) pero que responde primero a las directrices de su agrupación que a las necesidades de la sociedad y se convierten en un factor, sino de freno, al menos de “equilibrio mesurado”.
 Veamos el criterio del joven Martí[1] sobre lo que significa ser un Diputado:
“Hombre encargado por el pueblo para que estudie su situación, para que examine sus males, para que los remedie en cuanto pueda, para que esté siempre imaginando la manera de remediarlos.
“La silla curul es la misión: no es la recompensa de un talento inútil, no es el premio de una elocución incipiente, no es la satisfacción de una soberbia prematura.
“Se viene a ella por el mérito propio, por el esfuerzo constante, por el valer real; por lo que ha hecho antes, no por lo que se promete hacer.
“Los privilegios mueren en todas partes, y mueren para alcanzar una diputación. No es que las curules se deban de derecho a los inteligentes: es que el pueblo las da a quien se ocupa de él y le hace bien.
“De abajo a arriba: no de arriba abajo.
“El ingenio no merece nada por serlo; merece por lo que produce y por lo que se aplica.
“Debemos el ingenio a la naturaleza: no es un mérito, es una circunstancia de azar: el orgullo es necio, porque nuestro mérito no es propio. Nada hicimos para lograrlo: lo logramos porque así encarnó en nosotros.
“¿Es la inteligencia adquirida casualmente, título para la admiración y el señorío? Diputado es el que merece serlo por obra posterior y concienzuda; no el que por méritos del azar posterior se mira inteligente y se ve dueño.
“El talento no es más que la obligación de aplicarlo. Antes es vil que meritorio el que deja vagar, porque tuvo en sí mismo el instrumento del bien y pasó por la vida sin utilizarlo ni educarlo.
“El talento es respetable cuando es productivo: no debe ser nunca esperanza única de los que aspiran a altos puestos. Diputado es imagen del pueblo: óbrese para él. Estúdiese, propáguese, remédiese, muéstrese afecto vivo, sea el afecto verdad. El talento no es una reminiscencia del feudalismo: tiene el deber de hacer práctica la libertad.
“No se arrastra para alzarse: vive siempre alto, para que nada pueda contra él.
“Se enseña y se trabaja: luego se pide el premio.
“Se habla, se propaga, se remedia, se escribe; luego se pide la comisión a los comitentes a quienes se hizo el beneficio.
“El beneficio no es aquí más que el deber: todavía se llama al deber bien que se hace.
“La diputación no se incuba en el pensamiento ambicioso: se produce por el asentimiento general.
“Todos creen útil a uno: uno es nombrado por todos: nombrado realmente por el bien hecho, por la confianza inspirada, por la doctrina propagada, por la esperanza en lo que hará.
“El hombre útil tiene más derecho a la diputación que el hombre inteligente. El inteligente puede ser azote: el útil hace siempre el bien.
“Se cree que es el talento mérito nuestro, y que él da derecho de esperarlo todo: él impone la obligación de aprovecharlo: cuando se busca la comisión, ajeno ha de haber sido el provecho.
“La inteligencia no es la facultad de imponerse; es el deber de ser útil a los demás”


[1] Este trabajo fue escrito por José Martí el 9 de julio de 1875 para la Revista Universal de México, tenía apenas 22 años.