Hoy
31 de marzo se celebra en Cuba el Día del Libro, desde que en 1960, por esa
fecha se crea la Imprenta Nacional de Cuba, con una base tecnológica creada
luego de la nacionalización de los periódicos burgueses principalmente en La
Habana, el fin era tener libros baratos para las grandes mayoría, por eso el
estreno de esta empresa cubana estatal fue con la publicación del clásico
castellano, “Don Quijote de la Mancha” en
4 pequeños tomos que hoy son una rareza bibliográfica, más de un millón
de ejemplares y al precio de un peso, no era en realidad una edición de lujo,
pero tenía el objetivo de llevar este mensaje cultural a las grandes mayoría
marginadas de este “privilegio cultural de leer”, no solo por el precio de los
libros sino porque más del 26 % de la población no sabía leer, ni escribir,
algo que alguien hace muy pocos días me señaló como un gran “logro” de la Republica
burguesa en Cuba, claro porque en América Latina y en el mundo de esa época
esto era una cifra de privilegio, “en casa del ciego el tuerto en rey”, reza un
viejo proverbio español.
Por eso este paso llevó al trascendental
acuerdo de la Revolución y de su máximo líder Fidel Castro, de emprender una
batalla por erradicar el analfabetismo. Recuerdo muy claramente aquella frase
popular de esos primeros y telúricos años de la Cuba Revolucionaria: “Nosotros
no le decimos al pueblo cree, sino lee”, (de Fidel) y para leer y escribir hubo
que hacer aquella campaña gloriosa en el que participaron mis hermanos mayores
y que cuidó mi padre el miliciano, para que el hombre de campo, el mayor
afectado por esta ignorancia tuviera la luz de la enseñanza.
“Nos
casaron con la mentira y nos obligaron a vivir con ella”, fue esa otra gran
verdad dicha por Fidel, que los cubanos de aquellos primeros años de Revolución
tuvimos que ir desentrañando, porque aprendimos que éramos parte de algo más
grande que nosotros mismos y que en medio de tantas agresiones, escaseces y
penurias cotidianas éramos al fin dueño de nuestro destino, que era la cultura
la base mayor de nuestro futuro y de que la espiritualidad y la unidad de todos
era la manera de seguir adelante, soñando con lo que alcanzamos a media, con lo
que no pudimos crear, porque fuerzas mayores a nosotros se interpusieron, éramos
un mal ejemplo, la “sacrosanta propiedad privada”, esa religión intocable del
capitalismo, había sido eliminada de Cuba y entre el no saber y el no poder,
tuvimos que vivir para defender lo alcanzado y llegar a esta altura con dignidad, pero con muchos sueños pendientes, a
los que no renunciamos.
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