“Injértese en nuestras repúblicas el mundo;
pero el tronco ha de ser el de nuestras repúblicas”
José Martí
No hay mejor idea para comenzar a hablar de cultura que esta que nos sirve de exergo, tomada de ese ensayo fundacional que es «Nuestra América» de José Martí. La fragua cultural cubana tiene este principio como base, al ser una cultura abierta a otras raíces sociales y culturales, que en apenas cinco siglos pudo encontrar en su mestizaje fuerza para hallar su identidad y poder examinar con mirada propia a sus raíces.
“Aquí el que no tiene de congo tiene de carabalí” reza un dicho popular cubano y se puede añadir, que además tenemos de gallego, castellanos, canarios, catalanes, y un tanto de cantoneses y de sefardíes y de árabes convexos, que de todo esos entró en este “ajiaco criollo”[1] que nos enorgullece por el resultado.
País de mestizaje, asombra que la nación que hace poco más de un siglo tenía medio millón de esclavos de origen africano y una tercera parte de su población libre, mestiza o negra, haya podido alzarse con la más profunda de las revoluciones sociales del hemisferio occidental, que antepone al hombre y sus necesidades a cualquier otra consideración mercantilista o elitista.
Asombra que se haya mantenido una cultura auténticamente nacional, sobreviviendo a embates de culturas dominantes, primero sacudiéndose las castañuelas y los toros primigenios, para mirar de frente al pragmático yanqui que hizo de Cuba un “garito” y poder mantener nuestra idiosincrasia guarachera, pero profunda que supo aprovechar la oportunidad de una generación de jóvenes radicales y martianos, que llegaron y mandaron a parar aquel “sueño americano” de la burguesía criolla, que tuvo que irse a Miami a construirse una Habana de caricatura y de nostalgia, detenida en esa noche triste del 31 de diciembre de 1958.
Pero hubo más, porque este pueblo tuvo que lidiar con aires más “gélidos” venidos de un “socialismo real” transido de fórmulas y poco dado a la creatividad popular, con nuestras virtudes y defectos, y fuimos revolucionarios más que comunistas y seguimos creyendo en Changó y Yemayá, o en lo que cada cual quiso, seguimos derribando ídolos con nuestro “choteo”, hablando hasta por los codos, dueños de las calles, porque son nuestras y reencontrándonos nosotros mismos en los prejuicios de quienes nos querían perfectos, pero tuvieron que seguir con nosotros, porque somos los que aquí estamos y los que salvaremos la cultura, para que no se diluya en la “cultura de masa” banal y superficial, “negros y blancos, “to’ mezcla ‘o”
Recordemos entonces las palabras de Fernando Ortiz, ese gran cubano que nos llamó la atención sobre nosotros mismos y al que tenemos tanto que agradecer, como a José Martí:
“Hemos escogido el vocablo transculturación para expresar los variadísimos fenómenos que se originan en Cuba por las complejísimas trasmutaciones de cultura que aquí se verifican, sin conocer las cuales es imposible entender la evolución del pueblo cubano…”
[1] Sopa espesa que lleva de todo, carnes, viandas y condimentos, todo mezclado y herido para dar lugar a un delicioso caldo
No hay comentarios:
Publicar un comentario