En
el centenario de Simón Bolívar José Martí expresó que El Libertador tenía mucho
que hacer en América y que la obra que él había dejado inconclusa, sin terminar
estaba, valoró la ecuménica hazaña del venezolano, que emprendió la guerra de
liberación de Suramérica, no para hacer una monarquía o para feudo de una
oligarquía criolla sino para hacer una familia de pueblos unida donde el
bienestar fuera la condición mínima del hombre para su desarrollo.
Cien años después otro latinoamericano, esta
vez nacido en Las Antillas, en nuestra Cuba, colonia española y con las mayores
inversiones de los Estados Unidos fuera de su territorio ya en esta época;
defiende el derecho de su isla a la libertad absoluta, ya fuere de España o de
cualquier otra potencia y vislumbra los males que traerá a Nuestra América el
fortalecimiento del capitalismo ya en su fase embrionaria de imperialismo.
Su obra no fue adivinación de iluminado, sino
conclusiones de un reformador social, objetivo para los asuntos de política,
soñador para los cambios que quería para nuestras tierras.
Quiero traer a estas páginas un deseo de José
Martí que mantiene plena vigencia porque aún no se ha cumplido, aunque nunca
como ahora para hacerlo realidad. Constituye una hermosa profecía
latinoamericana, que a todos los hombres de buena voluntad de estas tierras corresponde
contribuir a cumplir:
“No nos dio la Naturaleza en vano las
palmas para nuestros bosques, y Amazonas y Orinocos para regar nuestra
comarcas; de estos ríos la abundancia, y de aquellos palmares la eminencia,
tiene la mente hispanoamericana, por lo que conserva de indio, cuerda: por lo
que le viene de la tierra, fastuosa y volcánica; por lo que de árabe le trajo
el español, perezosa y artística. ¡Oh! El día en que empiece a brillar,
brillará cerca del Sol; el día en que demos por finada nuestra actual
existencia de aldea. Academias de indios; expediciones de cultivadores a los
países agrícolas; viajes periódicos y constantes con propósitos serios a las
tierras más adelantadas; ímpetu y ciencia en las siembras; oportuna
presentación de nuestros frutos a los pueblos extranjeros; copiosa red de vías
de conducción dentro de cada país, y de cada país a otro; absoluta e
indispensable consagración de respeto al pensamiento ajeno; he ahí lo que ya
viene, aunque en algunas tierras solo se ve de lejos; he ahí puesto ya en forma
el espíritu nuevo.
...
“Se abren campañas por
la libertad política; debiera abrirse con mayor vigor por la libertad
espiritual; por la acomodación del hombre a la tierra en que ha de vivir.”[1]
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