No
puedo hablar de lo que no conozco, por ello voy a escribir sobre la familia
cubana hoy, según mi criterio y a la luz de mis experiencias personales.
Con el triunfo de la Revolución Cubana y la ruptura
que significaron todos los cambios sociales que se produjeron en los primeros
diez años de su desarrollo, la familia tradicional cubana sufrió un impacto.
Hasta ese momento la familia nucleaba
alrededor de la figura paterna básicamente a la esposa, los hijos, que como
promedio en las familias de bajos ingresos eran cuatro o cinco y alguno de los
abuelos y tíos dependiente de la manutención del cabeza de familia. Esto podía
variar, pero era lo regular en la mayoría de los hogares cubanos.
Esta familia preparaba a sus miembros menores
para “aportar” a la economía doméstica en el menor tiempo posible y sus
principios éticos se basaban en la honradez y la obediencia a los mayores,
algunas creencias religiosas y la formación básica de una enseñanza que en pocos
de ellos pasaba del sexto grado.
La mujer, pocas veces trabajaba en la “calle”,
pero era el eje de la economía doméstica, de la crianza de los hijos, de la
protección de los ancianos y la decisora en temas éticos, de distribución del
patrimonio familiar, educación familiar y comportamiento ético.
Los hijos tenían una protección y dependencia
rígida de los padres y mayores y solo con la adolescencia, muchas veces
temprana lograban independencia, bien por el trabajo o los estudios y en el
caso femenino, por el matrimonio, donde ella iba a repetir un patrón matriarcal
de muchas generaciones.
La Revolución puso en crisis estos patrones,
para bien y para mal, la mujer con su independencia y superación igualó y
superó en muchos casos al varón, que ya no le hizo falta para mantener el
hogar, entró en la sociedad con plenos derechos, pero sin mucho tiempo para
educar a sus hijos, sin librarse de la “carga doméstica”, conviviendo con otros
que dependen de ella o son “independientes” pero viven bajo el mismo techo, con
todos los conflictos que la convivencia lleva entre los nuevo y lo viejo, el
resultado ha sido que está más sola sin un compañero de vida o en el mejor de
los casos con él, porque no queda más remedio.
La familia hoy con su carga de problemas
materiales, disfruta muy poco de sus conquistas, porque vive en un país con
muchas penurias, una ética basada en principios políticos y descuidada de los
principios morales, pero sigue siendo el refugio del “hijo pródigo” cuando
fracasa, cuanto está solo, cuando triunfa pero siente que le falta algo, cuando
está lejos y se cuelga a sus recuerdos como talismán de la felicidad, esa es la
Cuba adentro donde somos muchos, cada
vez más viejos, pero con una estela de nostalgia que el futuro no borra.
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