Un momento importante en la maduración
política de José Martí fue su contacto con la sociedad norteamericana. Llega a Nueva York el 3 de enero de 1880,
venía de España después de haber sido deportado por el gobierno colonial de la isla de Cuba algunos meses antes. El contacto con aquel país en pleno apogeo de
su desarrollo económico fue deslumbrante, por eso escribe en el periódico The Hour un artículo titulado “Impresiones de América” en el que
expresa: “Estoy, al fin en un país donde
cada uno parece ser su propio dueño.”
Su
sagacidad lo hará profundizar de opinión en la medida que fue conociendo aquella
sociedad individualista y pragmática, en el que predomina el interés de los hábiles
y fuerte frente al interés colectivo de la sociedad.
El conocimiento más profundo de aquel país le
hará escribir un año después: “(...)
este país, señor en apariencias de todos los pueblos de la tierra, y en realidad
esclavo de todas las pasiones de orden bajo que perturban y pervierten a los
demás pueblos.”
En
aquel país vivió las emociones de las grandes transformaciones tecnológica, la
expansión de la nación hacia el oeste, las riadas de emigrantes provenientes de
Europa, base de la vertiginosa transformación del país; las luchas de los
trabajadores, en su mayoría emigrantes, por mejores salarios y ocho hora de
labor, hechos que sirvieron para aguzar su pensamiento social, siempre al lado
de los humildes, sus críticas a los métodos violentos de lucha y su comprensión
paulatina de aquella gente violenta, engañada y víctima del gran capital. Todo
esto en una constante dialéctica de maduración política.
En los Estados Unidos el Apóstol cubano
conoció y puso al descubierto el fenómeno imperialista y advierte sobre el
peligro que representaba para Cuba, las Antillas y a la larga para América
Latina: “Viví en el monstruo y le conozco sus entrañas”, dirá años después a su
amigo Manuel Mercado.
El auge económico del país traía la necesidad
de mercados y sus clases dominantes apuntaban hacia el dominio de las naciones de
la América
Latina. De eso se da cuenta José Martí y en la Conferencia Monetaria de Washington, en 1889, advertirá a las
delegaciones de América Latina del “convite” desigual y oportunista del joven e
impetuoso imperialismo norteamericano.
Desde
sus crónicas para los periódicos de Hispanoamérica no se cansa de mostrar las
luces y las sombras de aquella nación y al organizar el movimiento
independentista y liberador de la isla de Cuba, sienta sus objetivos políticos
de impedir la anexión de Cuba al país del norte.
Su profundo espíritu analítico y su voluntad
de estudiar las interioridades de los Estados Unidos, le permitieron llegar a
conclusiones político sociales que aún hoy guardan una gran vigencia:
- La
unidad de los países latinoamericanos como contraparte al hegemonismo de los
Estados Unidos.
- El
desarrollo cultural y económico de nuestra América como antídoto a la
dominación de la nación del norte.
-
La
necesidad del desarrollo desde bases propias como contrapartida a la influencia
y penetración de esa cultura basada en el pragmatismo y el individualismo
exacerbado
-
La
esencia humanista de la sociedad, su confianza en el ser humano y su capacidad de
ser bueno.
Esas
y otras que se me escapan son esencias sociales de la prédica martiana, no solo
contenida en documentos políticos y programáticos, sino en toda su obra
intelectual y de vida.
En los días que corren, con una nueva América
Latina, dispuesta al cambio e imbuida de esa necesidad de integración
preconizada por Bolívar, defendida por Martí y muchos otros, recordamos al
cubano mayor útil y vigente.
Por eso la solidaridad con el pueblo
venezolano en estos días es un mandato martiano para impedir que la fuerza
bruta sea la razón para derrocar al atacado y bloqueado proceso bolivariano y chavista
de ese país, aun cuando los medios de información, parte del sistema dominante
capitalista, se empeñe en satanizar un proceso social de raigal profundamente
popular.
“Deme Venezuela en que
servirla", escribió nuestro Martí hace más de 140 años cuando un
autócrata le obligó a salir de la patria de Bolívar.
Junto a Venezuela nuestro solidaridad
revolucionaria e incondicional.
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