El
19 de abril pero de 1895 José Martí desandaba el difícil camino de la dignidad,
con un puñado de valientes por agrestes parajes del “Alto Oriente Cubano”
(Guantánamo), sus notas de ese día nos dan constancia del apoyo que encontró
entre aquella humilde gente que sabía su misión:
“19.-
Las 2 de la madrugada. Viene Ramón Rodríguez, el práctico, con Ángel; traen
hachos, y café.- Salimos a las 5, por loma áspera. A los Calderos, en alto. El
rancho es nuevo, y de dentro se oye la voz de la mambisa: “Pasen sin pena, aquí
no tienen que tener pena”(...) a las 2½ después del chubasco, por lomas y el
río Guayabo, al mangal, a 1 legua de Imía (...) Juan Rodríguez nos lleva, en
marcha ruda de noche, costeando vecinos, a cerca del alto de la Yaya.”[1]
El 20 de abril de 1895
aún sigue la marcha a pie de los expedicionarios que nueve días antes
desembarcaron por Playitas de Cajobabo, están extenuados, pero José Martí en
las anotaciones de su diario no nos habla del hambre y del sobresalto de la
vida en campaña, nos habla de esta Cuba que no conoce, con su montes “tetudos”
y tupidos.
Estos parajes en particular son espacios muy
conocido por mí, son las intrincadas tierras de Palenque y Yateras, tierras de
café y frutos abundantes, lugares conquistados por el franco-haitiano emigrante
que creó jardines en estos lomeríos donde trató de recobrar el paraíso que
había construido en Saint Dominique (Haití), en estos lomeríos se fomentó la
riqueza de la zona de Guantánamo, que tuvo por centro la ciudad del mismo
nombre que por entonces y aún en tiempos de Martí era la villa de Santa
Catalina. Por estos parajes nuestros enrumba su camino el Maestro junto a su
pequeña comitiva, pronto se topará con las partidas mambisas de esta zona:
“20.- La
marcha con velas a las 3 de la mañana. De allí Teodoro Delgado, al Palenque:
monte pedregoso palos amargos y naranja agría: alrededor casi es grandioso el
paisaje; Vamos cercados de montes, serrados, tetudos, picudos; monte plegado en
todo el derredor, el mar al Sur. A lo alto paramos bajo unas palmas”[2]
En estos
días que citamos sigue presente la curiosidad de sabio de José Martí apuntando
un acervo de costumbres y tradiciones cotidianas del campesino cubano,
acostumbrado a vivir con la naturaleza y seguirla en su sabiduría para curarse,
comer, defenderse y ser personas mejores. El 21 recibe la triste noticia de la
muerte del general Flor Crombet, un aguerrido mulato descendiente de
franco-haitianos, veterano de la Guerra Grande, amigo de Antonio Maceo. Ambos
habían llegado a Cuba por Baracoa unos días antes que Martí, cayó mortalmente
herido el 9 de abril, la partida de Luis González traen la noticia y la duda
esperanzadora muestra el afecto por el gran amigo.
“21.-A las 6 salimos con
Antonio, camino de San Antonio. En el camino nos detenemos a ver derribar una
palma, a machetazos al pie, para coger una colmena, que traen seca, y las
celdas llenas de hijos blancos. Gómez hace traer miel, exprime en ella los
pichones, y es leche muy rica. A poco, sale por la vereda el anciano negro y
hermoso, Luis González, con sus hermanos, y su hijo Magdaleno, y el sobrino
Eufemio. Ya él había enviado aviso a Perico Pérez, y con él, cerca de San
Antonio, esperaremos la fuerza. Luis me levanta del abrazo. ¡Pero qué triste
noticia! , ¿Será verdad que ha muerto Flor, el gallardo Flor?-¿qué Maceo fue
herido en traición de los indios de Garrido; que José Maceo rebanó a Garrido de
un machetazo? Almorzábamos buniato y puerco asado cuando llegó Luis-ponen por
tierra, en un mantel blanco, el casabe de su casa (...)”[3]
Marcados aún por la mala noticia d y
desconociendo la suerte de los expedicionarios cubanos que acompañaban a Flor
Crombet, la acotación del día 22 nos deja una estampa cotidiana de un día en el
campamento mambí, los sentimientos encontrados y la inquietud lo llenan de
incertidumbre, tras sus huellas marcha una fuerza española y aún no saben la
magnitud del peligro:
“22.--Día de espera impaciente.-Baño en el río, de cascadas
y hoyas y grandes piedras, y golpes de cañas a la orilla. Me lavan mi ropa
azul, mi chamarreta. A mediodía vienen los hermanos de Luis, orgullosos de la
comida casera que nos traen: huevos fritos, puerco frito y una gran torta de
pan de maíz. Comemos bajo el chubasco; y luego de un macheteo, izan una tienda,
techada con las capas de goma. Toda la tarde es de noticias inquietas (...)”[4]
No hay comentarios:
Publicar un comentario