Desembarco
en Playitas, cuadro de Juan Emilio Hernández Giró
Hola amigos ya estoy en casa y en mi trabajo, en los días más hermosos
de la biografía martiana, porque son los días de su reencuentro con Cuba, su país, su amor mayor, la razón de
sus sacrificios.
Quiero hacer un breve recuento para que puedan juzgar la grandeza de la entrega
y la humildad de un sacrificio a través del documento que más leo y prefiero,
su Diario de Campaña, comenzado desde su llegada a Playitas hasta su caída en
combate el 19 de mayo de 1895, disfruten conmigo su novela con Cuba, la razón
de su vida, a modo de introducción son estas líneas:
La llegada de José Martí a Cuba el 11 de abril de 1895 está antecedida
por una serie de dificultades y obstáculo que se empeñaban en impedir su
necesaria presencia en los campos insurrectos donde esperaban cientos de
combatientes mambises enfrentados a las fuerzas colonialista desde el memorable
24 de febrero de ese mismo año en que se levantaron para conquistar la
independencia de la isla.
Desde ese momento para Martí era
una angustia estar fuera de Cuba, sabía que su lugar estaba allí, junto a los
que arriesgaban la vida y vivían las penurias de la guerra, por eso emprende el
viaje a República Dominicana, en busca del Generalísimo sorteando el peligro del
espionaje español que lo persigue e intenta impedir lo que saben es un hecho,
su incorporación a la lucha emancipadora en Cuba.
En medio de la tranquilidad de
saberse cumplidor de sus deberes para con su pueblo, José Martí escribe a Tomás
Estrada Palma, poco antes de emprender el deseado viaje que lo conduzca a Cuba:
“Acaso faltan pocas horas para emprender el camino,
impedido y demorado hasta hoy; y las palabras son naturalmente escasas, e
inútiles. (...) No habrá dolor, humillación, mortificación, contrariedad,
crueldad, que yo no acepte en servicio de mi patria. Tal vez fuera nulo mi
empeño de hacer entender plenamente a los hombres la absoluta consagración de
un ser humano al bien ajeno, con desistimiento voluntario de todas las
tentaciones o ambiciones que afean o desvían usualmente la mayor virtud: pero
esa es mi consagración” (José Martí, O. C. T. 4: 117)
El 1º de abril de 1895, la pequeña expedición,
conformada por José Martí y Máximo Gómez, acompañados además por los cubanos
Francisco Borrero, César Salas, Ángel Guerra y el dominicano Marcos del Rosario
sale de Montecristi en la goleta “Brother”, cuyo patrón John Bastian se había
comprometido con Martí a llevarlo hasta las costas de Cuba, mediante el pago de
una suma de dinero que el Delegado le adelantó.
Horas después, la pequeña goleta
arriba a la isla de Gran Inagua, posesión británica de Las Bahamas, en lo que
se suponía fuera una escala de rutina. Pero las circunstancias de guerra en la
que ya estaba envuelta la isla de Cuba, junto con el férreo cerco del espionaje
español en torno a la figura del Apóstol, determinaron que las autoridades
inglesas se esmeraran en el registro de la embarcación, hasta el punto de
querer incautarle las armas personales que llevaban los expedicionarios, pese a
que no conocían la identidad de los viajeros.
Estas presiones de las
autoridades aduanales de Gran Inagua acobardaron al patrón de la goleta quien
poco después comunica a Gómez y Martí que dos de los tres marineros había
desertado y que sin ellos no podías zarpar, intenta eludir su compromiso y
Martí lo enfrenta con firmeza hasta que logra que le devuelva el dinero íntegro
que le había entregado por la encomienda no cumplida.
Máximo Gómez se refiere a este
episodio en estos términos: “Yo vi a
Martí resuelto, cuando no contento el destino con la desgracia con la cual
acababa de fustigarnos, dispuso fuésemos traicionado y abandonados en el mar,
por los mismos que se habían comprometido mediante una retribución adelantada,
a conducirnos a la tierra amada(...)(De Zendegui: 1954: 207)
Varados en Inagua José Martí hace
ingentes esfuerzos por encontrar una solución, su principal contacto en la isla
es el cónsul de Haití, persona noble y arriesgada que se identifica con la
causa de los cubanos. A las dos de la tarde del día cinco de abril arribó al
muelle de Inagua el vapor carguero
“Nordstrand”, de bandera alemana
conducido por el capitán Heinrich Julius Theodor Lowe(1)
Presentado por el cónsul haitiano
José Martí conoce al capitán Lowe y sostiene con él una larga conversación en
su camarote, tras la cual logra convencerlo para que los admita como pasajeros
semi-clandestino en su buque ofreciéndoles 500 pesos como garantía contra
riegos.
El día 5 de abril abordan el
barco con pasaportes falsos expedidos por el cónsul M. B. Barbes, en la
madrugada del 6 atracan en Cabo Haitiano
para tomar mercancía, en tanto los expedicionarios se ocultan en casas de
amigos hasta la medianoche del 9 de abril en que abordan nuevamente el vapor.
El 10 de abril escribe a Gonzalo de Quesada y
Benjamín Guerra, su voluntad de llegar a Cuba es manifiesta:
(...) Volvemos a salir-si no llegáramos ahora,
volveríamos a salir. Eso es lo que han de desear saber. Corrimos riesgo de
encallar, de ser asediados en un islote sin salida, de ser clavados en él: nos
salvamos del riesgo. (...) El cable, no he debido usarlo, porque por que por
él, que está vigilado o vendido, se sabría nuestro camino,(...) (José
Martí, O. C. T. 4: 121)
Salen nuevamente rumbo a Gran Inagua a donde
arriban en la madrugada del 11, allí les informan que se conoce de su presencia
en el Nordstrand y de la búsqueda que han emprendido cañoneras españolas e
inglesas para detenerlos. A las diez de la mañana zarpan nuevamente, en medio
de un mal tiempo que dificulta la navegación por el Paso de los Vientos. La
capacidad marinera de la nave, su velocidad, el hecho de ser un buque
prácticamente nuevo (2) y la pericia de su capitán, le permiten burlar la
vigilancia y acercarse a las costa del sur de Guantánamo aproximadamente hasta
una milla, momento que aprovechan los valientes expedicionarios para tirar el
bote al agua y en medio de un torrencial aguacero llegar a las costas cerca de
las diez de la noche por la
Playita de Cajobabo.
Lo ocurrido esa noche tiene mucho
de legendario y místico, seis hombres y una sola voluntad, esperan el momento
justo para llegar a tierra cubana, la marejada bate los farallones imponentes y
ellos deciden abordar el bote. “Yo no sabía lo peligroso que es la arrancada
de un vapor para una embarcación menor que este arrimada a su costado” (De
Zendegui:1954:210) escribirá Máximo Gómez.
En realidad ninguno de ellos es
marinero y solo con voluntad enfrentaron a golpe de remos las tres millas que
los separaba de la tierra cubana, el temporal arrecia y en la oscuridad la
posibilidad de hallar el rumbo desaparece, Martí lo resume así: “Ideas
diversas y revueltas en el bote. Más chubasco. El timón se pierde (...) la luna
asoma, roja bajo una nube”(José Martí: O. C. T. 19: 215), es la esperanza de llegar sanos
a la costa y el bote enrumba en medio de la noche hasta tocar tierra en aquella
pequeña playita pedregosa.
Aquí encontró Martí la mano amiga
del campesino cubano, y en 1953 Guillermo De Zendegui recorrió estos lares,
buscando las huellas del Apóstol, su testimonio lo dejó en un libro desconocido
por muchos pero imprescindible para
conocer las huellas de nuestro Martí en su paso por estas tierras, con
sus palabras quiero terminar este recuento:
“
Playitas tiene una extensión aproximada de doscientos metros y apenas cincuenta
pasos de profundidad. A su respaldo, el farallón se eleva como una muralla de
impresionante verticalidad; solo una difícil ruta natural la hace accesible por
tierra; la que inevitablemente debió seguir Martí. A golpe de machete va
discurriendo la trocha por el abra de dos montes, a la derecha de la playa. Del
otro lado es ya visible el caserío de Cajobabo.
“Grande
debió ser la sorpresa del campesino Leyva, que fungía de alcalde de barrio,
cuando a su casa llegó a pedir abrigo aquel puñado de patriotas.
“No hace mucho vivían aún los vecinos que
aseguraban haber quemado el bote de los expedicionarios; y sobrevive un miembro
de aquella familia(1953) cuya franca y oportuna ayuda hizo exclamar a Martí:
“- Yo no
olvidaré nunca todo lo que ha ocurrido esta noche; pero mucho menos el
encuentro con esta gente, a este fogón y a este café”(De Zendeguí: 1954: 211)
(1)
El
capitán Lowe nació en Arnis, Silecia, Alemania el 6 de febrero de 1859, casado
con Agnes Marteus, con la que tuvo cinco hijo, se radica en Hamburgo. Fue
capitán de la marina, inspector del puerto de Amsterdan durante la
Primera Guerra Mundial y murió a los 76 años el 1º de
febrero de 1935.
(2)
El
Nordstrand, era un carguero de flete, construido en los astilleros de Neptum de
Rostock, con el Nº de construcción 139 para los armadores Langel-Kiel y botado
al agua en 1893. Casco de acero, eslora 64,30 mts. y 9,80 de manga. Desplaza un
tonelaje de 886 ton. Propulsión mixta de velas y máquina de 400 C.V. Velocidad de 9,5
nudos.
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