El 25 de marzo de 1895 José Martí estaba
en el pequeño pueblo dominicano de Montecristi, junto al General Máximo
Gómez se ocupaba de preparar una pequeña expedición que le llevara a Cuba; para
él era necesaria su presencia y la de los líderes históricos de la
inclusa Guerra Grande, en Cuba se combatía ya desde el 24 de febrero y urgía
consolidar la Revolución en marcha.
Fue un día desicivo, los preparativos
del pequeño contingente se unían a la necesaria comunicación con sus
colaboradores en Nueva York y otras parte de Las Antillas, esa noche escribió
el célebre Manifiesto de Montecristi, documento programático del movimiento
independentista cubano, pero hubo tiempo para escribir una breve y hermosa
carta a su estoica madre, la última, la necesaria en la hora de alistarse para
el combate y sin saber del destino que le deparaban los acontecimientos, esa
carta también merece ser recordada, porque traspira toda convicción de un
hombre dispuesto al sacrificio y conocedor del gran dolor de su madre
ante los peligros que corre su hijo:
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