Esta escribanía se utilizó para escribir el
Manifiesto de Montecristi. Perteneció a Máximo Gómez Báez. Colección Museo Casa
Natal de José Martí
Hace 120 años se había reiniciado la guerra
por la liberación de Cuba del colonialismo español, esta vez dirigida por el
Partido Revolucionario Cubano, un novedoso mecanismo político creado por José
Martí para aunar a los cubanos en torno a la independencia de Cuba, la
prosperidad de la isla y la creación de una República nueva en América Latina
que tuviera por basamento la dignidad plena del hombre.
El 25 de
marzo de 1895 en la pequeña ciudad dominicana de Montecristi nuestro José Martí
redacta una proclama dirigida al pueblo de Cuba donde quedan puntualizados las
razones para luchar por la independencia y asegurar un futuro digno para todos
los cubanos. Este documento es conocido
en la Historia de Cuba como “Manifiesto de Montecristi”
El pueblo al que convoca el Apóstol es un pueblo mestizo forjado en la
fragua trasculturada de más de cuatro
siglos de coloniaje y explotación de mano de obra negra y esclava.
Tiene ya en este final del siglo decimonónico
una personalidad propia, contradictoria
y variopinta, que hace temer a unos y sentirse extraños a otros dentro de este
conglomerado social que de todos modos ha madurado y pugna por ser libre.
Cuba era
en el período de entre-guerras (1878-1895) una fragua de ideas moviéndose entre
dos polaridades de pensamiento político, por una parte el radical
independentismo que ya ha dado pie al levantamiento de un pueblo por su
libertad y que reposaba de forma
turbulenta y crítica en la emigración combativa y en la Cuba profunda de los campos y
los humildes que espera una nueva clarinada. En el otro extremo la
recurrente idea autonomista, versión nueva del viejo reformismo burgués que
espera prosperidad y reconocida personalidad política, bajo la corona del león
ibérico.
Penden
sobre la isla otro peligro, las pretensiones anexionistas de la república
yanqui alimentada por el egoísmo de esta misma clase burguesa, que por proteger
sus caudales y privilegios prefiere olvidar sus naturales sueños de libertad y
autodeterminación.
La
ilusión pasajera de leyes moderadas que dieran a las clases dominantes en Cuba
el status de provincia española, se desvaneció en menos de una década,
decantando posiciones de una buena parte de la intelectualidad y la clase media
de la isla, que desengañados vuelven a la primigenia idea del independentismo.
En este
período fecundo y presagiante las autoridades españolas resuelven de forma
institucional (1886), el problema que los independentistas ya habían resuelto
de modo práctico desde la
Guerra Grande: la libertad de los esclavos.
Comenzó
un pulseo fuerte entre las dos tendencias políticas de la isla por ganar el
favor del negro: si bien España concedió, tras intensa lucha de la población
negra, determinados derechos civiles a esos sectores; las fuerzas
independentistas consiguieron la mayoritaria adhesión de estos, con un programa
que le daba la plena igualdad social en una República, “con todos y para el
bien de todos”.
Este
panorama socio-político en la
Cuba de la “Tregua Fecunda”, hicieron valorar a José Martí
que las condiciones para el reinicio de la guerra por la independencia estaban creadas y la población lista para emprender
una Revolución que terminara con el coloniaje, impidiera las pretensiones de
anexión de los norteamericanos y alcanzara una República de igualdad y respeto
para todos.
Era la República ideal que
aliviaría los males de la nación y la pondría con justicia en el concierto de
las naciones libres, al tiempo que desempeñaba un papel de protagónico
equilibrio entre las dos Américas: La prepotente y pujante del norte y la
mestiza y pobre del sur.
¿Estaba la nación preparada para ello?
¿Veía el pueblo en la Revolución que se
iniciaba, algo más que la anhelada separación de España?
¿Habían desaparecidos las contradicciones y
prejuicios en un pueblo, donde aún se escuchaba el eco del látigo?
Estas y otras muchas interrogantes podrían
definir el devenir histórico de la nación en el que una sociedad se empeñó en
realizar su sueño posible.
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