La
principal atracción de la Cuba de hoy, es su pueblo y su sociedad, eso no deja
lugar a dudas cuando usted habla con los cientos de miles de turistas que
llegan de todas partes del mundo, claro, vienen a descansar, liberar el estrés,
conocer un nuevo destino turístico muy bello y atractivo por sus playas, su sol
ardiente todo el año y esas miles de tonalidades de verdes que reverberan en el
paisaje cubano…Pero también son atraídos por su pueblo, alegre, confianzudo,
que entabla una fácil e inteligente comunicación muy rápido y que sin muchos
rodeos te puede invitar a una descarga musical, un “toque” de santo, como
también te hablará con una sonrisa en los labios sobre esta vida precaria e
impredecible que tenemos en las cotidianas cosas de la vida.
El turista sabe que en Cuba la educación y la salud son gratuitas, que no
hay niño sin escuelas y que la mendicidad como la prostitución son fenómenos
que existen pero que no están ajenos a la labor del estado por eliminarlos.
Cuba no es un paraíso, pero sus índices de
delincuencias son bajos, aunque en aumento en comparación con décadas
anteriores, el consumismo es hobby para los que les sobra algún dinero, que no
son muchos, pero la gente sigue llena de ingeniosas ideas para palear las
escaseces y las dificultades.
El que viene a Cuba quiere llevarse una foto
del Che, de Fidel, de aquellos primeros años de la Revolución; comprar libros
de uso de esa “década prodigiosa” que fue la de los sesenta; hurga entre los
cientos de suvenires y trata de encontrar ese aliento único del cubano que fue
capaz de hacer una Revolución más grande
que su isla, pero sin dejar de bailar, bromear, tomar ron y de alagar a la
hermosa mujer que ya no solo da placer, sino que es parte imprescindible en el
trabajo por evitar la “Involución” a la que muchos nos convocan en nombre de la
modernidad.
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