viernes, 27 de marzo de 2015

EL TEMA DEL NEGRO EN LA REVOLUCIÓN CUBANA




Diablito. Autor: René Portocarrero

 Con el triunfo de la Revolución Cubana el 1ero de enero de 1959 cambiaron muchas cosas en Cuba, llegaba al poder un grupo de revolucionarios dispuestos a liderar los profundos cambios que necesitaba la sociedad, encabezados por el Comandante Fidel Castro.

 La discriminación racial latente en la sociedad pre-revolucionario tenía una profunda raíz clasista dada la pertenencia a los sectores más humildes del pueblo de las mayorías negras y mestizas, agrupadas en sociedades y hermandades que servían más para que continuaran segregados, que para luchar por una igualdad real ya refrendada en la Constitución del 40.

La demagogia populista de los gobiernos burgueses mantenían un coqueteo constante con estos sectores, para obtener sus apoyo electoral y político, en tanto continuaba la segregación, velada o abierta.

 No es de extrañar que en la vanguardia de los trabajadores se destaquen líderes negros de la talla de Jesús Menéndez, Aracelio Iglesia, Lázaro Peña, mano a mano con sus hermanos de causa, fueren del color que fueren. Ellos estuvieron a la vanguardia, los dos primeros asesinados por su radical defensa de los trabajadores y el tercero el líder indiscutible de los obreros cubanos, que acompañó al proceso revolucionario hasta su muerte.

 Es por ello que el líder de la Revolución, Fidel Castro aborda el problema de la discriminación racial desde los primeros días del triunfo y se pronuncia categóricamente:

“Una de las batallas en que es necesario hacer hincapié (…), es porque se acabe la discriminación racial en los centros de trabajo. No debiera ser necesario dictar una Ley para fijar un derecho que se tiene por la simple razón de ser un ser humano y un miembro de la sociedad.

“Nadie se puede considerar de raza pura y mucho menos de raza superior.

“Hay que dictar el anatema y la condenación pública contra aquellos que, llenos de pasados resabios, de pasados prejuicios, tienen el poco escrúpulo de discriminar a unos cubanos por cuestiones de piel más clara o más oscura.”[1]

Recordando a Martí  Fidel dijo

“La virtud, los méritos personales, el heroísmo, la bondad, deben ser la medida del aprecio que se tenga  a los hombres y no el pigmento de la piel. El problema no es cambiar el gobierno sino cambiar la esencia de lo que ha sido hasta hoy nuestra política, política colonial.[2]

 Esta política ha sido prioridad de la Revolución que sostiene que la discriminación y los prejuicios raciales son antinacionales, porque atenta contra los derechos de estas personas y se pone en peligro la unidad nacional tan necesaria al proceso revolucionario.

 El problema no fue de política estatal, encaminada desde un primer momento a favorecer a los más humildes, sino de pensar que con una campaña y la proclamación de la igualdad de todos los cubanos, ya se acababa el problema, cuando la realidad social del país ha demostrado que pese a todo, permanecen los prejuicios y la desventaja social de  parte de la población negra  cubana, en tanto quedaban insatisfacciones que no eran solo materiales sino de esencia espiritual.

 Los duros años a partir de 1991, pusieron de manifiesto estos problemas como arrecife que aflora en la bajamar  y afrontarlos requieren honestidad, sentido crítico y un amplio consenso participativo real para completar la obra y lograr la plenitud social de todos y con todos.


[1] Fidel Castro, 1959 citado por Pedro Serviat Rodríguez en “La discriminación y el racismo: lacras del pasado” en Revista Universidad de La Habana, pág. 164, Nº 224, ene-abr, 1985
[2]Ídem

jueves, 26 de marzo de 2015

DESPEDIDAS DEL MAESTRO





 Ese agitado 25 de marzo de 1895 fue un día decisivo en la vida de José Martí, le urgía estar en Cuba, pero la presión de la diplomacia y el espionaje español hacía más difícil  el encontrar una embarcación para venir a la isla,  en el mismo día en que escribió el Manifiesto de Montecristi trata de tranquilizar a sus seres queridos, de que entiendan sus razones para estar en medio de la guerra y las amorosas razones de amor para que le recuerden.

 Aquí están otras dos cartas de ese día martiano, la primera a las hermanas Mantilla Miyares, esa niñas que ha visto crecer y en cuya formación puso todas sus esperanzas en los jóvenes; carta de  padre y amigo que aconseja a sus niñas para que trabajen en aquellos  en lo que pueden ser más útiles, al tiempo que las hace entender  que nada es más grande en la condición humana que la virtud.

 La segunda misiva a sus colaboradores más cercanos, Gonzalo de Quesada y Benjamín Guerra a quienes dice más entre línea de lo que queda en la tinta, son los hermanos preocupados por la vida del Delegado y el amigo, los hombres testigos de sus desvelos, uno de ellos, Gonzalo, el primero en ver en él al Apóstol de Cuba; el otro Benjamín el honesto tesorero del Partido Revolucionario Cubano, ambos, manos ejecutoras de sus deseos cuando el deber lo pone en los campos de Cuba, entender esto es conocer más a Martí, hagamos silencio y que la lectura nos deje la impresión grata de esos días de gloria del mejor de los cubanos:

Mi María y mi Carmita:
Salgo de pronto a un largo viaje, sin pluma ni tinta, ni modo de escribir en mucho tiempo. Las abrazo, las abrazo muchas veces sobre mi corazón. Una carta he de recibir siempre de Vds., y es la noticia, que me traerán el sol y las estrellas, de que no amarán en este mundo sino lo que merezca amor,–de que se me conservan generosas y sencillas,–de que jamás tendrán de amigo a quien no las iguale en mérito y pureza.–Y ¿en qué pienso ahora, cuando las tengo así abrazadas? En que este verano tengan muchas flores: en que en el invierno pongan, las dos juntas, una escuela: una escuela para diez niñas, a seis pesos, con piano y español, de nueve a una: y me las respetarán, y tendrá pan la casa. Mis niñas ¿me quieren?–Y mi honrado Ernesto.-Hasta luego. Pongan la escuela. No tengo qué mandarles–más que los brazos. Y un gran beso de su
Martí
(Montecristi) 25 de marzo (1895)[1]

Gonzalo y Benjamín:
Partimos. Toda palabra les parecería innecesaria o escasa. Cuanto puedo pedirles, está dicho. Ni sosiego, ni oportunidad, he hallado para ninguna declaración pública, que pudiera parecer más verbosa que útil. Ya será luego, con la majestad del país. Guíenlo todo, si aún tenemos autoridad, sin pompa y sin triunfo, ni más ansia que la de cumplir, con el mayor silencio, la mayor suma de deber. ¿No me regañan? ¿No me dicen predicador e intruso? ¿No me han olvidado aún las mujeres y las niñas o me piensan aún, de vez en cuando? ¿Y Flor, y Serafín y Rodríguez, y Hatton? Yo, tal vez pueda contribuir a ordenar la guerra de manera que lleve adentro sin traba la república, tal vez deba, con amargo valor, obedecer la voluntad de la guerra, y mi conciencia, y volver a abrazarlos. No flaquearé por ningún exceso, ni por el de la aspiración, fatal al deber, ni por el de condescendencia.–Amo y venero cuanto sacrificio respetable se hace alrededor de mí. Voy con la justicia.
Partimos, pues. Les dejo parte.–Ahí, pidan poco. Lo que dejo preparado, con lo natural ese hace. Enseguida, Hatton.–Por el orgullo
del cariño de Vds. de la dulce hermandad de Vds., es más fuerte.–
Su
Martí
(Montecristi) 25 de marzo (1895)[2]


[1] José Martí. Epistolario, t.5, p. 127.
[2] Ídem

miércoles, 25 de marzo de 2015

CUBA, PUEBLO, SOL Y PLAYA




La principal atracción de la Cuba de hoy, es su pueblo y su sociedad, eso no deja lugar a dudas cuando usted habla con los cientos de miles de turistas que llegan de todas partes del mundo, claro, vienen a descansar, liberar el estrés, conocer un nuevo destino turístico muy bello y atractivo por sus playas, su sol ardiente todo el año y esas miles de tonalidades de verdes que reverberan en el paisaje cubano…Pero también son atraídos por su pueblo, alegre, confianzudo, que entabla una fácil e inteligente comunicación muy rápido y que sin muchos rodeos te puede invitar a una descarga musical, un “toque” de santo, como también te hablará con una sonrisa en los labios sobre esta vida precaria e impredecible que tenemos en las cotidianas cosas de la vida.
 El turista sabe que en Cuba  la educación y la salud son gratuitas, que no hay niño sin escuelas y que la mendicidad como la prostitución son fenómenos que existen pero que no están ajenos a la labor del estado por eliminarlos.
 Cuba no es un paraíso, pero sus índices de delincuencias son bajos, aunque en aumento en comparación con décadas anteriores, el consumismo es hobby para los que les sobra algún dinero, que no son muchos, pero la gente sigue llena de ingeniosas ideas para palear las escaseces y las dificultades.
 El que viene a Cuba quiere llevarse una foto del Che, de Fidel, de aquellos primeros años de la Revolución; comprar libros de uso de esa “década prodigiosa” que fue la de los sesenta; hurga entre los cientos de suvenires y trata de encontrar ese aliento único del cubano que fue capaz de  hacer una Revolución más grande que su isla, pero sin dejar de bailar, bromear, tomar ron y de alagar a la hermosa mujer que ya no solo da placer, sino que es parte imprescindible en el trabajo por evitar la “Involución” a la que muchos nos convocan en nombre de la modernidad.