viernes, 6 de septiembre de 2019

EMIGRAR, CON LA PATRIA A CUESTA




La Jungla. Wilfredo Lam

Uno de los asuntos más delicados y discutidos por la sociedad cubana ha sido y es la emigración, que como en todas partes no es un fenómeno contemporáneo en Cuba sino que se remonta a los días fundacionales de la nación cubana.
 De gente que va y viene se hizo esta sociedad nuestra, que comienza a cumplir los 500 años en sus núcleos poblacionales más antiguos. El hombre originario de esta tierra se vio arrollado por la tecnología y la ideología del conquistador hispano, que no venía a civilizar a nadie y mucho menos a evangelizar, eran  esos los pretextos necesarios para aventureros en busca de riquezas, de segundones haciendo méritos y de una Iglesia buscando afianzar el debilitado poder que tenía en Europa.
 Fuimos casi un isla desierta por varios siglos, botín de piratas y una población atemorizada que se refugió tierra adentro, dándole la espalda al mar, La Habana era emporio de La Flota Española y el resto de Cuba un país casi despoblado.
 La irrupción de los ingleses en 1762, incentivo la trata de esclavo como mano de obra para el enriquecimiento rápido de una burguesía esclavista que floreció con la sangre de miles de negros traídos de África y fomentaron una cultura criolla, opulenta, eurocéntrica y temerosa de los mismos negros que le  mantenían las riquezas.
 Las disposiciones despóticas de la metrópoli española provocaron en el siglo XIX las primeras oleadas de emigrados políticos que en busca de la libertad se refugiaron en las repúblicas de Hispanoamérica y en los Estados Unidos. José María Heredia y Félix Varela, serían el paradigma de estos desterrados añorantes del suelo natal y que no vieron la patria, pero dieron el ejemplo.
 Sería la radical postura de los cubanos en 1868 en su voluntad por alcanzar la libertad que provocaría la mayor oleada de emigrantes cubanos hacía los Estado Unidos, Jamaica, Dominicana, Haití, México y tantos otros rincones de América donde vivió el corazón cubano, pensando en Cuba, viviendo por Cuba, creciendo para Cuba.
 Esta es la emigración fructífera que abarcó a todas las capas sociales y que  fortaleció la voluntad de libertad e independencia, frente a la servil y oportunista posición de la burguesía esclavista, que prefirió ser española para mantener el caudal y estaba dispuesta a ser “yanqui” ante que perder sus  privilegios amasados sobre el dolor de los esclavos.
 Esta es la emigración que acogió a los veteranos de la primera guerra de independencia, la que siguió la guía de Martí, la que escuchó más claro el pensamiento social del Apóstol en su afán de crear una República de iguales y la que volvió a Cuba, esperanzada primero, defraudada después, a tratar de vivir como ciudadanos en una “República” a media, en la que siguieron gobernando  los que nunca quisieron la libertad si esta venía acompañada de la igualdad social.
 ¡Años!, años hubo que batallar en el siglo XX cubano para que la República fuera “con todos y para el bien de todos” y en  radical epopeya hacer una Revolución Popular, radical y genuina, que con los “muchos humildes” de un lado y la “minoría poderosa” del otro llevó a este pueblo a una espiral de radicalidad, justezas y a veces de desatinos, con la razón de este lado.
 Volvió a emigrar parte de este pueblo, primero los cómplices de Batista, luego los acomodados temerosos, los que esperaban  tranquilos por el rápido fracaso de la Revolución Cubana,  con las dificultades económicas provocadas por el bloqueo yanqui y las intolerancias de una “izquierda  absurda”, salieron otros miles, en busca de la prosperidad que en Cuba no tenían, a pesar de la Revolución inclusiva, llevándose a Cuba en los recuerdos, estigmatizados de “gusanos”, dejando lágrimas en ambas orillas y corazones divididos por la ideología.
 Emigrar era un estigma, “Camarioca”, la “Embajada de Perú”, “Mariel”, la “Crisis de los Balseros” fueron episodios que solo dejaron desgarraduras en el alma cubana, y ya no se fueron los ricos, porque no los había, ni los aburguesados, porque ya no estaban, ahora se iba la “escoria”, muchos delincuentes comunes, otros eran homosexuales, intelectuales, religiosos, “gente no integrada al proceso”, gente que quería reunirse con los suyos, gente que quería dejar de ser una pieza en el rejuego político, gente, gente, gente, de todas clases, gentes con derecho supuestos y no cumplidos, gentes diluidas en una masa amorfa por un estado burócrata.
 Gracias a los años 90 y a la caída del muro de Berlín y a la desaparición de tanta mentira burocratizada, comenzamos a recomponernos y los intolerantes tuvieron que aceptar la realidad y Cuba tuvo que encontrarse como era, diversa, amplia, multicultural, multirracial y real, sin necesidad de esperar ser “hombre nuevo”, para ser cubano, sino ser humano bueno, decente y con ganas de trabajar por nosotros mismos, para nosotros mismos y por la prosperidad de todos nosotros, esa es la Cuba que yo sueño, más grande que una isla, crecida en cualquier rincón del mundo, donde repique un tambor, se baile casino y haya un escándalo fiestero, porque allí están los cubanos, ganándose la vida con la nostalgia al pecho y la fortuita lágrima por su “Isla Bella”.

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