Martí y Mendive de José Villa Soberón en el Colegio San Pablo de la calle Prado restaurado en 2018 por la Oficina del Historiador de La Habana
En la vida de todo
gran hombre siempre hay un maestro que influye e incide en la actitud de este
en la sociedad en la que le toca desarrollarse, unas veces ese maestro queda en
las sombras pero su prédica y su ejemplo de vida fluyen en su discípulo aún
cuando este lo supera en la tarea de llevar adelante ideas de las cuales tuvo
una primera noción con ese maestro.
Ese fue el caso de Rafael María de Mendive (23/10/1821-1886),
un intelectual cubano de sólida formación cultural, educado en el colegio de
José de la Luz y
Caballero, ambos formadores de ciudadanos, cubanos de convicción y orgullosos
de su otredad con respecto a España.
Al colegio de Mendive llega en 1865 un
jovencito de clara inteligencia, sed de aprender y dotes naturales para la
poesía, era José Julián Martí Pérez, mente despierta en años de inquietudes,
que admiró en su maestro su entrega a la enseñanza, sus dotes poéticas y la
pasión por Cuba y su cultura.
Cuánta inteligencia vio en el discípulo, que
terminando el séptimo grado convence a su padre para presentar a su alumno a
exámenes de suficiencia con vista a matricular la Segunda Enseñanza,
aprobó, y su joven alumno matriculó en el Instituto de Segunda Enseñanza de La
Habana en 1866 y al año siguiente su maestro lo incorpora a su nuevo Colegio
San Pablo en el que podía continuar los estudios de Segunda Enseñanza.
En octubre de 1868 al iniciarse la guerra por
la independencia en Cuba, el colegio de Mendive se convierte en un hervidero de
simpatizantes de la independencia y el maestro en sus tertulias mantenían
informado a sus discípulos sobre la marcha de la guerra, argumentaba el derecho
de Cuba para ser libre y nunca ocultó sus simpatías por la Revolución que se
desarrollaba en Cuba.
Él, como ninguno, influyó decisivamente en la
formación ideológica de José Martí, influyó en su rigurosa formación
humanística, con esa visión de universalidad y pertenencia que lo hicieron al
mismo tiempo, el forjador de la unidad de los cubanos para continuar la lucha
por la independencia y el impulsor de la unidad latinoamericana para enfrentar
los peligros latentes entonces, consumados hoy, de las ambiciones del
capitalismo norteamericano sobre nuestra región. El fustigador de dictadores,
el partidario del ser humano y sus posibilidades de desarrollo espiritual y el
hombre de sensibilidad poética tal que integra los versos a sus ideales, sin
perder ni belleza, ni convicción en lo que dice y escribe.
En esta primera semana de septiembre cuando
celebramos la hazaña de nuestro pueblo de mantener un sistema de enseñanza de
Primer Mundo, nada mejor que recordar a estos dos grandes de nuestra pedagogía
en los cuales se cumple aquel aforismo de José de la Luz y Caballero que me atrevo
a parafrasear: “maestro puede ser cualquiera, educador, solo quien sea un
evangelio vivo”
Maestros sigan este reto, está carrera no es
para hacerse rico sino para “creadores”, esta es una carrera de vocación, no la
última opción de un estudiante mediocre que a la primera crisis se va detrás de
un mostrador por que gana más, al menos este es mi criterio del maestro, un
artesano de almas.
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