Dibujo de Orestes Suárez par la revista Zun Zun
"Vivir en la tierra no es más que un deber
de hacerle bien”
“Si la tierra
espera y oye, ¿por qué no hemos de bajar la mano
amiga hasta la tierra?”
José Martí
Hace apenas unas horas el nuevo gobierno de Brasil acaba de renunciar a la organización de la nueva Cumbre de la Tierra, compromiso de las naciones del mundo para mejorar las condiciones de nuestro medio ambiente.
Puesto en una balanza el
egoísmo y la cordura se juegan el futuro de la tierra, nuestra casa azul y
verde dentro de la cual no nos llevamos muy bien esos que nos llamamos
“humanos”, “creación superior de la naturaleza” y otras lindas referencias que
hablan más de nuestra autosuficiencia que de nuestra inteligencia.
El "César" de los Estados Unidos ha negado rotundamente que exista el cambio climático y ve en estas preocupaciones la mano de los rivales de su nación imperial. Ahora otro aspirante derechista que llega con similares ínfulas mesiánicas y una retrógrada forma de mirar la sociedad de su país se une al carro de los extremistas, como si mejorar la vida en la tierra fuera delito.
La racionalidad, esa que nos hace
humano parece faltar cuando se tratan temas tan cardinales y todo porque
los que tienen mucho, desde el punto de vista material, no quieren ceder un
poco de sus privilegios y prefieren desaparecer a lo grande, que convivir de
forma más sencilla y “racional” con esos que somos las ⅔ parte y más, “los pobres de la tierra”.
¿De qué hablamos? De supervivencia, de futuro, de paz, de bienestar,
pero, “para todos” y ese todo somos la aldea global multiple, de
todos los pensamientos, de todas las orientaciones espirituales, sexuales y de
género, esos somos el mundo, una especie en vía de extinción, pero con la
solución en sus propias manos, ¡busquémosla!
Para ayudar un poco a buscar la
solución me remito a la persona que más conozco después de mí, José Martí, el
hombre que no me canso de decir fue un humanista extraordinario, el mismo que
en medio de tareas que fueron para él de mucha importancia y a fines del siglo
XIX cuando esta espiral de envenenamiento de la tierra comenzaba escribió lo
siguiente:
“Comarca sin árboles, es pobre. Ciudad sin árboles, es malsana. Terreno
sin árboles, llama poca lluvia y da frutos violentos. Y cuando se tienen buenas
maderas, no hay que hacer como los herederos locos de grandes fortunas, que
como no las amasaron, no saben calcular cuándo acaban, y las echan al río; hay
que cuidar de reponer las maderas que se cortan, para que la herencia quede
siempre en flor; y los frutos del país solicitados, y éste señalado como buen
país productor.
“Es moda, aunque vulgar e injusta, pensar que lo que no hace un pueblo
práctico, o que goza fama de tal no es práctico. Y las verdades suben de punto,
cuando, luego de haberlas dicho labios latinos, las repiten labios
norteamericanos.
“La
América, que sabe cuán cruel y locamente se- cortan en los
países hispanoamericanos sus magníficos bosques de maderas ricas; que ve cómo,
a pesar de una que otra ley desobedecida o mal cumplida, casi en parte alguna
resiembran lo que arrancan, sin pensar que, como en algunos lugares acontece,
las maderas son la única riqueza de la comarca...” (O.C. T.8:302-304)
Son reflexiones muy específica sobre el tema
que más afectaba a la naturaleza de su tiempo, la deforestación, ese mal
agravado en el siglo XX y que hoy en el XXI, se une a la emisión desenfrenada de gases de
efecto invernadero, la caza indiscriminada de animales, el envenenamiento de
las aguas de ríos y mares y tantos otros males que nos han traídos el
“progreso” desigual y egoísta, que no impide las grandes desigualdades humanas.
Eran solo unas palabras, como uno más de los
terrícolas, concientes o no del peligro y que no esperan milagros, sino
acciones de los que deciden, expertos o no, políticos o científicos y vuelvo a
Martí para cerrar:
“El
mundo sangra sin cesar de los crímenes que se comente en él contra la
naturaleza” (1892,
O.C. T.4: 381)
Esa es la connotación de ignorar las señales de la Tierra, nuestro bello planeta azul, hogar de todos y no solo de los energumenos egoistas neoliberales
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