jueves, 29 de noviembre de 2018

MARTI ANTE LOS RETOS DE LA NATURALEZA



 Dibujo de Orestes Suárez par la revista Zun Zun

"Vivir en la tierra no es más que un deber de hacerle bien”
“Si la tierra espera y oye, ¿por qué no hemos de bajar la mano

 amiga hasta la tierra?”

José Martí

Hace apenas unas horas el nuevo gobierno de Brasil acaba de renunciar a la organización de la nueva  Cumbre de la Tierra, compromiso de las naciones del mundo para mejorar las condiciones de nuestro medio ambiente. 
 Puesto en una balanza el egoísmo y la cordura se juegan el futuro de la tierra, nuestra casa azul y verde dentro de la cual no nos llevamos muy bien esos que nos llamamos “humanos”, “creación superior de la naturaleza” y otras lindas referencias que hablan más de nuestra autosuficiencia que de nuestra inteligencia.
 El "César" de los Estados Unidos ha negado rotundamente que exista el cambio climático y ve en estas preocupaciones  la mano de los rivales de su nación imperial. Ahora otro aspirante derechista que llega con similares ínfulas mesiánicas y una retrógrada forma de mirar la sociedad de su país se une al carro de los extremistas, como si mejorar la vida en la tierra fuera delito. 
La racionalidad, esa que nos hace  humano parece faltar cuando se tratan temas tan cardinales y todo porque los que tienen mucho, desde el punto de vista material, no quieren ceder un poco de sus privilegios y prefieren desaparecer a lo grande, que convivir de forma más sencilla y “racional” con esos que somos las parte y más, “los pobres de la tierra”.
¿De qué hablamos? De supervivencia, de futuro, de paz, de bienestar, pero, “para todos” y ese todo somos la aldea global multiple, de todos los pensamientos, de todas las orientaciones espirituales, sexuales y de género, esos somos el mundo, una especie en vía de extinción, pero con la solución en sus propias manos, ¡busquémosla!
 Para ayudar un poco a buscar la solución me remito a la persona que más conozco después de mí, José Martí, el hombre que no me canso de decir fue un humanista extraordinario, el mismo que en medio de tareas que fueron para él de mucha importancia y a fines del siglo XIX cuando esta espiral de envenenamiento de la tierra comenzaba escribió lo siguiente:
“Comarca sin árboles, es pobre. Ciudad sin árboles, es malsana. Terreno sin árboles, llama poca lluvia y da frutos violentos. Y cuando se tienen buenas maderas, no hay que hacer como los herederos locos de grandes fortunas, que como no las amasaron, no saben calcular cuándo acaban, y las echan al río; hay que cuidar de reponer las maderas que se cortan, para que la herencia quede siempre en flor; y los frutos del país solicitados, y éste señalado como buen país productor.
“Es moda, aunque vulgar e injusta, pensar que lo que no hace un pueblo práctico, o que goza fama de tal no es práctico. Y las verdades suben de punto, cuando, luego de haberlas dicho labios latinos, las repiten labios norteamericanos.
“La América, que sabe cuán cruel y locamente se- cortan en los países hispanoamericanos sus magníficos bosques de maderas ricas; que ve cómo, a pesar de una que otra ley desobedecida o mal cumplida, casi en parte alguna resiembran lo que arrancan, sin pensar que, como en algunos lugares acontece, las maderas son la única riqueza de la comarca...” (O.C. T.8:302-304)
 Son reflexiones muy específica sobre el tema que más afectaba a la naturaleza de su tiempo, la deforestación, ese mal agravado en el siglo XX y que hoy en el XXI, se une a la emisión desenfrenada de gases de efecto invernadero, la caza indiscriminada de animales, el envenenamiento de las aguas de ríos y mares y tantos otros males que nos han traídos el “progreso” desigual y egoísta, que no impide las grandes desigualdades humanas.
 Eran solo unas palabras, como uno más de los terrícolas, concientes o no del peligro y que no esperan milagros, sino acciones de los que deciden, expertos o no, políticos o científicos y vuelvo a Martí para cerrar:
“El mundo sangra sin cesar de los crímenes que se comente en él contra la naturaleza” (1892, O.C. T.4: 381)
 Esa es la connotación de ignorar las señales de la Tierra, nuestro bello planeta azul, hogar de todos y no solo de los energumenos  egoistas neoliberales



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