martes, 27 de noviembre de 2018

INOCENTES



Tumba que guarda los restos de los ocho estudiantes de Medicina fusilado el 27 de noviembre de 1871, es obra del escultor cubano José Vilanta y Savedra e inagurada en 1890 gracias al movimiento cívico que promovió Fermín Valdés Domínguez y la sociedad habanera de su tiempo.

 Un 27 de noviembre de 1871, hace 147 años, el colonialismo español cometió un crimen abominable contra el pueblo cubano, ese día fueron fusilados ocho de los estudiantes del primer año de medicina de la Universidad de La Habana, ¿su crimen?, haber jugado en el cementerio Espada durante el receso y ser visto por un furibundo integrista, quien les acusó de haber profanado la tumba del periodista Gonzalo de Castañón[1], quien había muerto meses antes en un duelo en Cayo Hueso frente a un cubano independentista.
 Nadie probó nada, toda la clase de primer año fue detenida al día siguiente y en sumario juicio, con la horda de “soldados voluntarios” en la calle y presionando a las autoridades fueron condenados a la muerte por el delito de profanadores.
 Estos ocho muchachos apenas rebasaban los 20 años, eran hijos de familias acomodadas de la Isla, tenían en sí la rebeldía propia de su edad y la radicalidad de sus años, como para no enfrentar cayados el vasallaje de España y sus acólitos en la colonia, su crimen fue ser cubanos, orgullosos hijos de esta tierra que a modo de venganza fueron sacrificados en aras de mantener la isla como “La siempre fiel”, que proclamaba la metrópoli caduca y sus sostenedores en la isla.
 Entre los jóvenes de esa clase de primer año de Medicina estaba Fermín Valdés Domínguez, quien fue uno de los 31 estudiantes que fueron condenados a prisión, luego del macabro sorteo para elegir a los ocho que la soldadesca mercenaria exigía para calmar su ira y fue él quien recopilaría para la Historia los tristes sucesos de esos día, quien en 1873 publicó en la misma España un libro testimonial con lo sucedido, obra que llevó como exergo un poema de otro joven revolucionario cubano, conocedor de muchos de los implicados, tan comprometido como ellos por la causa de Cuba y a quien el hecho le inspiró su poema: “A mis hermanos muertos el 27 de noviembre”, ese era José Martí.


[1]En 1887 Fermín Valdés Domínguez logró obtener el testimonio de un sobrino de Gonzalo de Castañón quien vino a Cuba a repatriar los restos de su tío y le dijo que la tumba de su tío no había sido profanada,  acusación por la que fueron fusilados los jóvenes cubanos.

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