Tengo el orgullo de haber crecido dentro de la
Revolución Cubana, la Revolución de Fidel, esa que es casi un sueño y que
aglutinó a las mayorías excluidas de este país en la obra de darnos una patria
propia, en el que fuéramos, y somos, los protagonistas principales; bajo su
guía y sus enseñanzas aprendimos a enfrentar a la oligarquía nacional y a sus
padrinos los poderes hegemónicos de los Estados Unidos, de los que fuimos el
patio trasero, el lugar para vacacionar, la isla del ron, las mulatas y la
música, elementos que siguen presente en nuestra idiosincrasia, pero agregando
la dignidad, el orgullo nacional, nuestra capacidad de sobreponernos a las dificultades y “dar lo que nos sobra”, esos
somos los cubanos crecidos bajo el liderazgo de Fidel, de sus enseñanza y su
ejemplo, aunque la propaganda negativa y el odio visceral de los enemigos de
nuestra causa quieran presentarlo como una sombra para Cuba.
Fidel es Fidel, comunista, altruista,
inteligente, “señor de la palabra”, valiente, continuador de la obra martiana y
ejemplo eterno para los pueblos del mundo.
De él siempre hablaré en presente, porque está en mí como debe estar en miles, en millones en Cuba y el mundo, de carne y hueso, porque soy participe de su obra y porque el legado ha de ser seguir la marcha noble de construir una sociedad más justa y equitativa, a la altura de la Revolución de Fidel que se renueva y lo seguirá haciendo para ser siempre presente y no letra muerta del pasado, así es el homenaje.
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