viernes, 30 de noviembre de 2018

FRANK PAÍS GARCÍA Y EL 30 DE NOVIEMBRE






Entre las hermosas leyenda de la Revolución Cubana está la de un joven santiaguero que en aquellos aciagos años de la dictadura supo dejar su innata condición de maestro para ocupar el lugar que necesitaba la patria, la de soldado y no el simple soldado de filas que estaba dispuesto a ser, sino el capitán de milicias, el líder de aquellos que se jugaban en las ciudades la vida, para que existiera una base segura y constante que apoyara a las guerrillas que en sierra  daban el combate diario, mantenían la esperanza y se convertían por la voluntad de todos en la vanguardia de un pueblo muchas veces engañado y con sus necesidades pospuestas.
 Frank País García era un conductor  natural, con una gran capacidad de convencimiento y autoridad nacida del ejemplo y de la experiencia acumulada en aquellos pocos años que tenía, había nacido el 7 de diciembre de 1934, el mismo día que el general Antonio Maceo, santiaguero como él, de quien heredó la voluntad del sacrificio y el firme credo en la disciplina y los principios libertarios para lograr la victoria.
 No había cumplido 23 años cuando murió combatiendo en las calles de Santiago de Cuba, era el 30 de julio de 1957 y su muerte fue un duro golpe a la insurrección revolucionaria.
 Al enterarse de su muerte Fidel exclamó:
 “¡Qué bárbaros, los cazaron en la calle cobardemente, valiéndose de las ventajas que disfrutan para perseguir a un luchador clandestino! ¡Qué monstruos, no saben la inteligencia, el carácter, la integridad que han asesinado!...”
 Es difícil comprender como un hombre destinado a las aulas, formado en un ambiente profundamente religioso y con una sensibilidad intelectual y humana extraordinaria, fue capaz de cumplir las difíciles misiones que le impuso la guerra, con autoridad ganada con el ejemplo, con la inteligencia puesta en función de la causa; solo es posible entenderlo en el conocimiento profundo de la historia: cuando un pueblo lo necesita, de sus entrañas nacen los héroes, nacen los líderes, nacen los mártires.
 Su primera gran misión para la Revolución fue el levantamiento de Santiago de Cuba el 30 de noviembre de 1956 que organizó y llevó a cabo ese día glorioso con el fin de permitir el desembarco del yate Granma con más facilidad y menos presión del ejército, fue el primer día de “verde olivo” y brazalete rojo y negro y el bautismo de fuego del capitán glorioso de las milicias, Frank País García.

jueves, 29 de noviembre de 2018

MARTI ANTE LOS RETOS DE LA NATURALEZA



 Dibujo de Orestes Suárez par la revista Zun Zun

"Vivir en la tierra no es más que un deber de hacerle bien”
“Si la tierra espera y oye, ¿por qué no hemos de bajar la mano

 amiga hasta la tierra?”

José Martí

Hace apenas unas horas el nuevo gobierno de Brasil acaba de renunciar a la organización de la nueva  Cumbre de la Tierra, compromiso de las naciones del mundo para mejorar las condiciones de nuestro medio ambiente. 
 Puesto en una balanza el egoísmo y la cordura se juegan el futuro de la tierra, nuestra casa azul y verde dentro de la cual no nos llevamos muy bien esos que nos llamamos “humanos”, “creación superior de la naturaleza” y otras lindas referencias que hablan más de nuestra autosuficiencia que de nuestra inteligencia.
 El "César" de los Estados Unidos ha negado rotundamente que exista el cambio climático y ve en estas preocupaciones  la mano de los rivales de su nación imperial. Ahora otro aspirante derechista que llega con similares ínfulas mesiánicas y una retrógrada forma de mirar la sociedad de su país se une al carro de los extremistas, como si mejorar la vida en la tierra fuera delito. 
La racionalidad, esa que nos hace  humano parece faltar cuando se tratan temas tan cardinales y todo porque los que tienen mucho, desde el punto de vista material, no quieren ceder un poco de sus privilegios y prefieren desaparecer a lo grande, que convivir de forma más sencilla y “racional” con esos que somos las parte y más, “los pobres de la tierra”.
¿De qué hablamos? De supervivencia, de futuro, de paz, de bienestar, pero, “para todos” y ese todo somos la aldea global multiple, de todos los pensamientos, de todas las orientaciones espirituales, sexuales y de género, esos somos el mundo, una especie en vía de extinción, pero con la solución en sus propias manos, ¡busquémosla!
 Para ayudar un poco a buscar la solución me remito a la persona que más conozco después de mí, José Martí, el hombre que no me canso de decir fue un humanista extraordinario, el mismo que en medio de tareas que fueron para él de mucha importancia y a fines del siglo XIX cuando esta espiral de envenenamiento de la tierra comenzaba escribió lo siguiente:
“Comarca sin árboles, es pobre. Ciudad sin árboles, es malsana. Terreno sin árboles, llama poca lluvia y da frutos violentos. Y cuando se tienen buenas maderas, no hay que hacer como los herederos locos de grandes fortunas, que como no las amasaron, no saben calcular cuándo acaban, y las echan al río; hay que cuidar de reponer las maderas que se cortan, para que la herencia quede siempre en flor; y los frutos del país solicitados, y éste señalado como buen país productor.
“Es moda, aunque vulgar e injusta, pensar que lo que no hace un pueblo práctico, o que goza fama de tal no es práctico. Y las verdades suben de punto, cuando, luego de haberlas dicho labios latinos, las repiten labios norteamericanos.
“La América, que sabe cuán cruel y locamente se- cortan en los países hispanoamericanos sus magníficos bosques de maderas ricas; que ve cómo, a pesar de una que otra ley desobedecida o mal cumplida, casi en parte alguna resiembran lo que arrancan, sin pensar que, como en algunos lugares acontece, las maderas son la única riqueza de la comarca...” (O.C. T.8:302-304)
 Son reflexiones muy específica sobre el tema que más afectaba a la naturaleza de su tiempo, la deforestación, ese mal agravado en el siglo XX y que hoy en el XXI, se une a la emisión desenfrenada de gases de efecto invernadero, la caza indiscriminada de animales, el envenenamiento de las aguas de ríos y mares y tantos otros males que nos han traídos el “progreso” desigual y egoísta, que no impide las grandes desigualdades humanas.
 Eran solo unas palabras, como uno más de los terrícolas, concientes o no del peligro y que no esperan milagros, sino acciones de los que deciden, expertos o no, políticos o científicos y vuelvo a Martí para cerrar:
“El mundo sangra sin cesar de los crímenes que se comente en él contra la naturaleza” (1892, O.C. T.4: 381)
 Esa es la connotación de ignorar las señales de la Tierra, nuestro bello planeta azul, hogar de todos y no solo de los energumenos  egoistas neoliberales



martes, 27 de noviembre de 2018

INOCENTES



Tumba que guarda los restos de los ocho estudiantes de Medicina fusilado el 27 de noviembre de 1871, es obra del escultor cubano José Vilanta y Savedra e inagurada en 1890 gracias al movimiento cívico que promovió Fermín Valdés Domínguez y la sociedad habanera de su tiempo.

 Un 27 de noviembre de 1871, hace 147 años, el colonialismo español cometió un crimen abominable contra el pueblo cubano, ese día fueron fusilados ocho de los estudiantes del primer año de medicina de la Universidad de La Habana, ¿su crimen?, haber jugado en el cementerio Espada durante el receso y ser visto por un furibundo integrista, quien les acusó de haber profanado la tumba del periodista Gonzalo de Castañón[1], quien había muerto meses antes en un duelo en Cayo Hueso frente a un cubano independentista.
 Nadie probó nada, toda la clase de primer año fue detenida al día siguiente y en sumario juicio, con la horda de “soldados voluntarios” en la calle y presionando a las autoridades fueron condenados a la muerte por el delito de profanadores.
 Estos ocho muchachos apenas rebasaban los 20 años, eran hijos de familias acomodadas de la Isla, tenían en sí la rebeldía propia de su edad y la radicalidad de sus años, como para no enfrentar cayados el vasallaje de España y sus acólitos en la colonia, su crimen fue ser cubanos, orgullosos hijos de esta tierra que a modo de venganza fueron sacrificados en aras de mantener la isla como “La siempre fiel”, que proclamaba la metrópoli caduca y sus sostenedores en la isla.
 Entre los jóvenes de esa clase de primer año de Medicina estaba Fermín Valdés Domínguez, quien fue uno de los 31 estudiantes que fueron condenados a prisión, luego del macabro sorteo para elegir a los ocho que la soldadesca mercenaria exigía para calmar su ira y fue él quien recopilaría para la Historia los tristes sucesos de esos día, quien en 1873 publicó en la misma España un libro testimonial con lo sucedido, obra que llevó como exergo un poema de otro joven revolucionario cubano, conocedor de muchos de los implicados, tan comprometido como ellos por la causa de Cuba y a quien el hecho le inspiró su poema: “A mis hermanos muertos el 27 de noviembre”, ese era José Martí.


[1]En 1887 Fermín Valdés Domínguez logró obtener el testimonio de un sobrino de Gonzalo de Castañón quien vino a Cuba a repatriar los restos de su tío y le dijo que la tumba de su tío no había sido profanada,  acusación por la que fueron fusilados los jóvenes cubanos.