CUBA 191, BLOQUEO 2
Todo proceso social de izquierda tiene un
basamento importantísimo en la propaganda ideológica dirigido a los sectores
menos favorecidos y que constituyen, a no dudarlo, sus bases sus bases
fundamentales.
El capitalismo tiene más de quinientos años
sobre la sociedad humana, tiene una capacidad camaleónica de presentarse
siempre nuevo y tentador ante los ojos de los desposeídos, hace suyo cada
avance para presentarlo como un logro del sistema, cuando en muchos casos son
resultados de las luchas sociales de los marginado, los de abajo o simplemente los
filantrópicos pensadores sabedores de que la presión social de los “sin nada”
puede acabar con todo el sistema.
El socialismo, desde sus utopía de igualdad
para todos, de la noble idea del “todo para uno y uno para todo”, no es ni
mucho menos invención de los “marxistas ateos” que agregaron la disposición revolucionaria y abierta de
luchar contra el capitalismo, por ser el mal mayor de la humanidad y porque es
bueno para muy pocos y desastrosos para las mayorías marginadas, utilizadas en
aras de hacer crecer las ganancias de los dueños de todo, ese es el dilema.
En nuestra Cuba, con una historia plagada de
páginas de luchas sociales, sometidas por mucho tiempo al rejuego de las
grandes potencias, encrucijada de razas y contradicciones, esto no fue la
excepción: una burguesía dependiente, antinacional y reaccionaria fue perdiendo
creditividad política e ideológica, frente a los movimientos sociales, cada vez
más radicales hasta desembocar en la Revolución de 1959 encabezada por Fidel
Castro y una heterogénea vanguardia política que fue decantándose más
radicalmente a la izquierda impulsada por el dilema de ser destruida por el
Imperialismo más grande de todos los tiempos, Estados Unidos, o la alianza con
fuerzas de izquierdas de variados matices, que le permitieron sobrevivir en
medio de situaciones políticas y militares muy tensa.
Este constante batallar por la supervivencia
política, ideológica y cotidiana, impide una estabilidad económica que permita
ir más allá de las conquistas primarias de los que no tienen nada, dejando
pospuestas las aspiraciones lógicas de la persona individual en sus ansias por
fomentar una “prosperidad” duradera y equitativa que nos haga pensar en el
sistema socialista como el futuro de nuestros hijos, prosperidad sin derroche,
sin la ampulosidad del lujo ofensivo y vano, basada en el trabajo y el la
premisa primera del socialismo, “Cada cual según su capacidad y reciba según su
trabajo”, con los márgenes de socialización de
los servicios públicos básicos y la garantía de derechos universales que
la sociedad contemporánea refrenda.
Esa debe ser la base de la sociedad soñada, la
Utopía a alcanzar en la que se cumpla aquel sueño martiano de alcanzar: “La
dignidad plena del hombre”, sin olvidar nuestro pasado histórico, haciendo
posible el sueño de llegar a cada ser humano, protegiendo al débil, pero
también respetando y estimulando al más apto, al que más aporta, eso es
socialismo, eso es Revolución y es futuro.
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