Hace unos días la Televisión Cubana me sorprendió con la noticia del Premio otorgado, muy merecidamente al arquitecto Otto Randín González, toda una institución en el estudio de la conservación y el patrimonio en general, un Quijote al que conocí batallando por su Habana querida allá por la década del 90, cuando todo era más difícil y estos temas no eran una prioridad, su obra dentro del Patrimonio habanero marca una pauta, pero igualmente su modestia, su asequibilidad con los que le rodeábamos, su disposición al diálogo y sobre todo ese modo suyo de escuchar, sin interrumpir, para dar luego su autorizada opinión, eran cualidades que lo hacían Maestro para los que nos iniciábamos en este mundo apasionante de la conservación y cuidado del patrimonio.
Otto, maestro y amigo, vale la pena haber coincidido con Ud. en esas batallas que a veces se tornan utopías, como esa de señalar en esta Habana esos lugares donde creció Martí, dejar la marca del hombre de hoy para el ser de mañana y que no logramos y está pendiente, la rimbombancia y los interés mayores hicieron imposible poder marcar esa ruta, pero su perseverancia y apoyo, se ganó la estima de este cubano raso, que se enorgullece de llamarlo Maestro.
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