No me canso de repetir
de cuando en cuando esta entrada sobre un tema que es muy discutido por muchos
pero analizado por poco, la posición de José Martí ante las ideas socialistas,
el que tenga ojos que lea, está escrito:
Hace
tiempo que vengo meditando si entrar o no en la polémica que ronda hoy al mundo
convulso que nos ha tocado vivir, hacerlo desde la honestidad de una
experiencia de vida personal en un pueblo que ha tratado de darse el
sistema más justo posible.
Teorizar
requiere horas de estudios a veces toda una vida, pero la realidad nos pisa los talones con necesidades de seres
vivos que son imprescindible satisfacer, por eso Fidel dijo una vez que el
capitalismo se construía solo, porque se basa en el egoísmo de la gente,
mientras que el socialismo había que
construirlo, porque había que levantarlo con la solidaridad y el altruismo
humano, era más o menos la esencia de aquellas palabras de un soñador que dedicó toda una vida para guiar un proceso
perfectible, hecho por mujeres y hombre que se
equivocan, se acomodan o arriman las brazas al sartén de sus necesidades
egoístas, hasta el punto de hacer peligrar la obra social.
En primer lugar, para ser honesto, quiero
delimitar mis ideas, creo en el socialismo y he crecido plenamente en este
sistema de justicia social, con miles de carencias, pero satisfecho y orgulloso
de lo que hemos logrado. Muchos factores internos y externos han frenado el
mayor desarrollo de nuestra sociedad, pero en lo personal sigo creyendo en ella
y en la posibilidad de mejorarla y no de cambiarla por un sistema capitalista
que nos hará más desiguales y donde la novedad es que tendremos algunos
millonario y millones de indigentes, por poner un ejemplo.
Quiero citar
un breve fragmento de un artículo de Armando Hart Dávalos aparecido en el
periódico cubano Juventud Rebelde el
28 de enero de 2004 en el que aborda
este tema del socialismo y las impresiones de nuestro José Martí sobre estas
ideas demonizadas no desde ahora, sino desde que aparecieron como alternativa
de los humildes:
«Precisamente,
el drama del socialismo en el siglo XX se explica por el hecho que tras la
muerte de Lenin se pasó por alto la cultura. Martí lo había advertido cuando
dijo en carta a su compañero Fermín Valdés Domínguez, que "dos peligros
tiene la idea socialista, como tantas otras: —el de las lecturas extranjerizas,
confusas e incompletas: —y el de la soberbia y rabia disimulada de los
ambiciosos";[i]
es decir, el de la ignorancia, y el del oportunismo, la mediocridad y la
corrupción. En la incultura y en la maldad humana estaban para el Apóstol los
peligros que tenía la idea socialista, por esto fracasó el socialismo real.
También Martí señaló en esa propia carta a Fermín Valdés Domínguez que en
nuestro pueblo no es tanto el riesgo como en la sociedad más iracunda de
Europa, y le expuso ideas clave que recojo a continuación: "[…] explicar
será nuestro trabajo, y liso y hondo, como tú lo sabrás hacer: el caso es no
comprometer la excelsa justicia por los modos equivocados o excesivos de
pedirla. Y siempre con la justicia, tú y yo, porque los errores de su forma no
autorizan a las almas de buena cuna a desertar de su defensa".[ii] »
Para dar más claridad al lector transcribo
íntegra la carta de Martí a su amigo del alma:
Nueva
York, mayo, 1894
Sr.
Fermín Valdés Domínguez
Fermín
queridísimo:
De la maluquera,
y el quehacer de que voy halando como un mulo, me he dado un salto a Nueva
York, a mis cosas. Estoy al salir, para la gran fagina: y empiezo por casa.
¿Aunque por qué llamo a esta tierra dura “casa”? Ya tú conoces esta vida.
Nuestra gente cada día padece más aquí. El país los echa: por fortuna vivimos
unos cuantos, que moriremos por abrirles tierra. Y viven almas como esa brava
tuya, que está ahora de renuevo, y tan metida en virtud, que cuando vaya allá
te he de encontrar todavía mejor mozo. Leña al horno, Fermín, que va a
necesitarse pronto el fuego. Recibí todas tus cartas, y a todas te contestaré
con más detalles que si te los escribiera. Muy juiciosas las observaciones
sobre las necesidades perentorias: a eso estamos. Creo
que ya vamos hasta por la cintura en la maravilla. Sudo muerte; pero vamos
llegando. Y tengo una fe absoluta en mi pueblo, y mejor mientras más pobre: a
ver si me falla. Esa sí que sería puñalada
mortal. Ya yo te veo hecho un jardín, como se me pone a mí el alma
cuando ando por esas tierras, de la bondad que pisa y bebe uno, y que tú
celebras con elocuencia verdadera en tu hermosa carta a “Cuba”. ¿Qué delicadeza
mayor quieres, ni qué más viril poesía, que la que mueve la creación de ese
club nuevo, que no valdrá porque lleve nuestros nombres, sino por las virtudes
que en nosotros creen ver sus fundadores, que con serlo, se revelan capaces de
ellas? Por ahí es por donde nuestra tierra está
pecando: por lo feos y escasos que andan, por ahí, el amor y la amistad.
-Ahí tienes una nimiedad que ni a ti ni a mí nos puede dejar los ojos secos.-Es
preciso merecer ese cariño.
Una cosa te tengo que celebrar mucho, y es el cariño con que tratas:
y tu respeto de hombre, a los cubanos que por ahí buscan sinceramente, con este
nombre o aquél, un poco más de orden cordial, y de equilibrio indispensable, en
la administración de las cosas de este mundo. Por lo noble se ha de juzgar una aspiración:
y no por esta o aquella verruga que le ponga la pasión humana. Dos peligros
tiene la idea socialista, como tantas otras: -el de las lecturas extranjerizas,
confusas e incompletas: - y el de la soberbia y rabia disimulada de los
ambiciosos, que para ir levantándose en el mundo empiezan por fingirse, para
tener hombros en que alzarse, frenéticos defensores de los desamparados. Unos
van, de pedigüeños de la reina, -como fue Marat, -cuando el libro que le dedicó
con pasta verde -a lisonja sangrienta, con su huevo de justicia, de Marat.
Otros pasan de energúmenos a chambelanes, como aquellos de que cuenta
Chateaubriand en sus “Memorias”. Pero en nuestro pueblo no es tanto el riesgo,
como en sociedades más iracundas, y de menos claridad natural: explicar será
nuestro trabajo, y liso y hondo, como tú lo sabrás hacer: el caso es no
comprometer la excelsa justicia por los modos equivocados o excesivos de
pedirla. Y siempre con la justicia, tú y yo, porque los errores de su forma no
autorizan a las almas de buena cuna a desertar de su defensa. Muy
bueno, pues, lo del 10 de Mayo. Ya aguardo tu relato, ansioso.
Yo que te charlo, estoy lleno de gente, y sin
un minuto. ¿Conque ya suena la alcancía, y me vas a recibir con el aire de
prisa de un médico atareado? No me hables de Palma. Tú curarás, porque te
quieren, y porque sabes. Aquí te necesitaría, porque me cuesta mucho escribir,
y estar levantado. Allá voy a llegar muy mohíno, y acaso inservible. -Mejor, me
verán arrastrándome, por servirle a mi tierra,-por servirlos. No hay sermón como la propia vida. ¿Y quieres creer
que, mozo como soy, no pienso en tanta gente noble sino con cariño de padre a
hijo?-De prisa te diré cómo gozo con que por corazones tan buenos se vaya
extendiendo tu cura, que es a la vez de cuerpo y de alma. Ya sé- ¿quién lo supo
nunca mejor?- lo que han de pensar de ti. Y vuelo. Yo me voy a halar del mundo
con el hijo de Gómez. -A todos, que no escribo. Hago bien. ¡Ya me perdonarán...!
tu
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