En el parque central de La Habana rodeado de sus palmas
“Vivir
en la tierra no es más que un deber de hacerle bien”
“Si la tierra espera y oye, ¿por qué
no hemos de bajar la mano
amiga hasta la tierra?”
José
Martí
La racionalidad, esa que
nos hace humano parece faltar cuando se
tratan temas tan cardinales como la supervivencia humana y todo porque los que
tienen mucho, desde el punto de vista material, no quieren ceder un poco de sus
privilegios y prefieren desaparecer a lo grande, a convivir de forma más
sencilla y “racional” con esos que somos las ⅔ parte, “los pobres de la tierra”.
¿De qué hablamos? De
supervivencia, de futuro, de paz, de bienestar, pero, “para todos” y ese todo
somos la aldea global de todos los colores, de todos los pensamientos, de todas
las orientaciones espirituales, sexuales y de género, todos somos el mundo, una
especie en vía de extinción, pero con la solución en sus propias manos,
¡busquémosla!
Para aportar un poco a la búsqueda de una
solución me remito a la persona que más conozco después de mí, José Martí, el
hombre que no me canso de decir fue un humanista extraordinario, el mismo que
en medio de tareas que fueron para él de mucha importancia y a fines del siglo
XIX cuando esta espiral de envenenamiento de la tierra comenzaba escribió lo
siguiente:
“Comarca sin árboles, es pobre. Ciudad sin árboles,
es malsana. Terreno sin árboles, llama poca lluvia y da frutos violentos. Y
cuando se tienen buenas maderas, no hay que hacer como los herederos locos de
grandes fortunas, que como no las amasaron, no saben calcular cuándo acaban, y las
echan al río; hay que cuidar de reponer las maderas que se cortan, para que la
herencia quede siempre en flor; y los frutos del país solicitados, y éste señalado
como buen país productor.
“Es moda, aunque vulgar e injusta, pensar que lo
que no hace un pueblo práctico, o que goza fama de tal no es práctico. Y las
verdades suben de punto, cuando, luego de haberlas dicho labios latinos, las
repiten labios norteamericanos.
“La América, que sabe cuán
cruel y locamente se- cortan en los países hispanoamericanos sus magníficos
bosques de maderas ricas; que ve cómo, a pesar de una que otra ley desobedecida
o mal cumplida, casi en parte alguna resiembran lo que arrancan, sin pensar
que, como en algunos lugares acontece, las maderas son la única riqueza de la
comarca...”[1]
Son reflexiones muy específica sobre el tema
que más afectaba a la naturaleza de su tiempo, la deforestación, ese mal
agravado en el siglo XX y que hoy en el
siglo XXI se une a la emisión desenfrenada de gases de efecto invernadero, la
caza indiscriminada de animales, el envenenamiento de las aguas de ríos y mares
y tantos otros males que nos han traídos el “progreso” desigual y egoísta, que
no impide las grandes desigualdades humanas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario