José Martí en la tribuna Antimperialista
Viajar en Cuba hacia adentro, es una aventura que ningún nacional debería perderse, por aquello del "Realismo Mágico" o lo "Real maravilloso" que Gabriel García Márquez y Alejo Carpentier, vieron y acentuaron en nuestra forma de vivir en estas tierras maravillosas de América Latina. Si esto es verdad para el conjunto del Nuevo Mundo, el cubano tiene su pedacito de vida mágico-maravillosa.
Somos isleños, producto de la mezcla racial y cultural más impresionante que se produjo en este hemisferio. Si a alguien le viene bien lo de "crisol de razas" es a esta isla, donde en 1959 se produjo una Revolución radical, utópica y "cojonuda", así de sencillo porque en menos de tres años Cuba se convirtió en un laboratorio social que tenía por fin fundamental el "mejoramiento humano”, la dignidad de la gente "sin historia" y la realización de un sueño de cambios que nos puso frente al capitalismo mundial liderado por los Estados Unidos, ese vecino que ha hecho todo por destruir el sueño de la mayoría, satanizando la obra de la Revolución, a sus líderes históricos y a este pueblo siempre en tensión, siempre soñando, siempre sonriente y cantando, pero nada ingenuo.
Esto no se ve en los libros, ni en las teorías sociales, esto se ve en las calles, conversando con esta gente mía, que critica sin miedo, debate en la calle en alta voz y conoce sus derechos sociales, tan pegados a su siquis que no dudará de creer extraterrestre a quien le trae, el “cuento chino” del “cambio pa’tra” olvidando que este pueblo ya dijo hace mucho tiempo que “pa’tras ni pa’coger impulso”, esa es mi gente, la que sabe distinguir el grano bueno de la paja estéril, ese que no se dejará dividir, ni por género, ni razas, ni generaciones, porque ya comprendió que estemos donde estemos somos cubanos, caigamos donde caigamos, estemos donde estemos y eso implica mucho.
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