lunes, 22 de febrero de 2021

LA CULTURA CUBANA, SUS DILEMAS Y FORTALEZAS

 


“Injértese en nuestras repúblicas el mundo;

pero el tronco ha de ser el de nuestras repúblicas”

José Martí

En su célebre ensayo “Nuestra América” aparecido en enero de 1889   están estas palabras que resume con certeza su concepción de cultura partiendo del mantenimiento de aquellos elementos que la hace auténtica y única aunque en interacción constante con el resto del acervo cultural humano.

 Recordemos que “Nuestra América” fue escrito por José Martí a modo de resumen de sus ideas sobre el neurálgico tema de la identidad latinoamericana en momentos en que se cernía sobre los pueblos de esta parte del mundo los peligros de anexión y absorción cultural por las grandes potencias capitalistas, incluyendo a los Estados Unidos, por entonces un paradigma para la intelectualidad y la gente con poder  que veían en esa nación vecina el modelo a seguir, el ideal de nación y la posibilidad de igualárseles.

La muerte de Martí fue una gran pérdida para su pueblo, su prédica vehemente y su ejemplo de vida sirvió de lección para las generaciones de cubanos que en la República se dieron a la tarea de hacer la patria, completando el ideario abarcador del Maestro, luchando contra politiqueros y anexionistas de toda laya que resumieron la cubanía en varios elementos estereotipados  y serviles: rumba, mulata y ron.

 Cuba era mucho más y la fragua de lo nacional siguió el derrotero martiano: en medio de la frustración  y la rebeldía, el pueblo cubano forjó una cultura de resistencia que  soñaba en versos de Guillén,  pinta en la trasparencias de Carlos Enrique y la mulatez  de Wilfredo Lam, canta en los sones y las rumbas de cualquier barrio, se permite el hermetismo creador del Grupo Orígenes, hace teatro con Paco Alfonso y Piñeras y se vuelve compromiso político en  Villena, Marinello, Carpentier, Carlos Rafael, Raúl Gómez García, para ir forjando con todos ese tronco fecundo de la cultura cubana al que constantemente se inserta el mundo, para bien.

 La Revolución Cubana triunfante el primero de enero de 1959, encuentra una cultura nacional madura y activa, fecunda y representativa, que saluda el cambio y se une a él, acepta el reto y nuevas savias que vienen de lugares disímiles. Fue necesario aceptar el reto de alfabetizar un pueblo, de masificar cultura y vestir el arte de campesino y obrero para fecundar el árbol de lo cubano, sin olvidar que el reto era “...injertar en nuestras repúblicas el mundo” fuera cual fuera el mundo y nuevas formas de ver la cultura y el arte llegaron en medio de las transformaciones y la cultura cubana creció, asimiló la savia nueva y Martí siguió diciéndonos “...pero el tronco ha de ser el de nuestras repúblicas”

 Un pueblo crecido en estos 62 años de Revolución, ha consolidado una cultura donde “el ejercicio de la soberanía nacional es  la mejor escuela del espíritu, y del alma de un pueblo, el único medio de mantener despiertas sus virtudes cardinales.”[i]

  Donde puede considerarse que  la cultura es una “... estructura asimiladora que digiere materiales extraños y que evolucionan sin perder por ello la conciencia de su identidad. Esa asimilación le enriquece y no puede afectar a su destino.”[ii]

  Estas palabras escritas casi cien años después de la frase de José Martí, tienen el mismo objetivo de destacar la importancia de mantener las raíces de todas formación cultural como único modo de sobrevivir a los intentos hegemonistas de las culturas dominantes del primer mundo dueñas de los medios de comunicación y por ello vendedoras de modelos para los países de “menor desarrollo” cultural

  La vigencia de esta frase cobra fuerza mucho mayor en época de “globalización”, “aldea global”, “Mass Cultural” y todo intento de la maquinaria desculturadora del capitalismo moderno empeñado en hacer una versión sintetizada y sin grandes problemas de la cultura humana en general y de las diversas variantes de la misma según las experiencias de cada grupo humano.

 La Revolución Cubana que ya cumplió  sesenta y dos  años, como obra y continuidad histórica de las luchas y el pensamiento de José Martí basa su política cultural en este dilema de intercambio cultural que  desde el siglo XIX nos plantea Martí, no para dar la espalda al mundo sino intercambiar con él, asimilar y dar, crecer en la fusión pero teniendo bien claro cuales son las raíces que deben prevalecer para conservar la identidad de una cultura, hija ella misma del intercambio pero rica en peculiaridades que le dan signo de otredad y fuerza.

 La Revolución Cubana creó la oportunidad de desarrollo para la cultura nacional al incentivar a todos los creadores, priorizando la educación de un pueblo capaz de disfrutar del arte y la cultura auténtico, teniendo como máxima el hecho cierto de que toda la cultura puede ser popular siempre que se auténtica, refleje el sentir de los seres humanos y no se separe de las bases culturales que le dieron origen.

 Otro principio básico para toda cultura revolucionaria está centrado en el hecho  de que la cultura está en constante cambio que ese proceso de “fusión” del que tanto se habla en la actualidad en algo inherente a las culturas nacionales en constante interacción unas con otras, para enriquecerse y salir fortalecidas, ese fenómeno es el que recoge José Martí en ese ensayo fundacional que es Nuestra América, donde no se habla de chovinismo, ni nacionalismos estrechos, sino de culturas en constante fusión para dar lugar a otros fenómenos nuevos en el ámbito del arte, la literatura y la vida y que solo el tiempo y el pueblo al que va dirigido avalará con su aceptación y desarrollo.

  Otro cubano imprescindible, Fernando Ortiz, no por gusto llamado el tercer descubridor de Cuba, devela este fenómeno de fusión cultural que ha llevado al pueblo cubano al desarrollo de una cultura mestiza de muchos componentes, pero donde se destacan dos grandes conglomerados culturales: los de origen ibéricos, venidos con los conquistadores y los de origen africanos, mezclados a fuerza de dolor e incomprensiones a lo largo del desarrollo de una economía plantacionista que tuvo al esclavo africano como principal mano de obra.

 A este proceso de “transculturación”[iii] Fernando Ortiz lo comparó con el famoso “ajiaco cubano” al qué constantemente se le está añadiendo un nuevo condimento y ¿qué es este proceso sino el mismo al que José Martí se refiere en la frase que encabeza este trabajo, solo que para Martí esto se completa con un componente ideológico fundamental, la defensa de la autenticidad para mantener la soberanía y la libertad, por eso “el tronco ha de ser el de nuestras repúblicas”, lo cual tiene una vigencia primordial en este siglo XXI en el que se proclama la creación de una sola cultura universal, basada en el consumo de productos culturales, “fáciles de consumir” por todos y alienadores de la condición humana, rica, compleja y en constante desarrollo.

 



[i]“Los tres pilares de la identidad cultural” Por Cheikh Anta Diop” en Revista UNESCO Nº 5/6 1986

[ii] Ídem

[iii] Concepto acuñado por Fernando Ortiz para referirse a este constante intercambio y fusión de culturas y aparecido por primera vez en 1940 en su obra “Contrapunteo del tabaco y el azúcar”

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario