martes, 23 de febrero de 2021

24 DE FEBRERO DE 1995, LA HOMBRADA CUBANA

 

La prédica martiana impulsó la continuidad del esfuerzo emancipador

Hace 126 años los cubanos volvieron a la manigua redentora para completar la obra que los “zanjoneros” impidieron, era la continuación de la lucha por la independencia, por el único modo que era posible entonces, la lucha armada, ante el empecinamiento de la metrópoli española, por mantener a la “Siempre fiel isla de Cuba” como parte de la Corona.

 Esa era la obra proselitista de José Martí, capaz de unir a todos los cubanos que querían la independencia en un continente que solo conservaba a esta isla y la de Puerto Rico como posesiones coloniales.

Aquel día glorioso, acordado por los conspiradores, era domingo de carnaval en Cuba y el fin era facilitar la movilización de la mayor cantidad de patriotas hacia los campos insurrectos.

 Ese 24 de febrero, la mayor resonancia del alzamiento se produjo en la región oriental, donde hubo alzamientos simultáneos en la finca La Confianza, en Guantánamo liderada por Pedro Agustín Pérez; en Santiago de Cuba, donde el bravo Guillermón Moncada se alzó con los suyos, para cumplir con su palabra empeñada, a pesar de su grave tuberculosis que pocos días después lo mató; en la finca Santa Rita, Bartolomé Masó junto a los conspiradores de las gloriosas comarcas de Bayamo y Manzanillo,  se levanta en armas contra el régimen colonial y en Baire, se produjo el más mediático de los pronunciamiento, el que le dio nombre al movimiento insurreccional (“Grito de Yara”) que lideraba en Cuba Juan Gualberto Gómez y desde la emigración José Martí y la pléyade de  veteranos que junto al Partido Revolucionario Cubano hicieron suya la causa de su patria.

 Hubo alzamiento en la región central y en Matanzas, los habaneros comprometidos apenas pudieron salir de la ciudad, mucho de ellos para ser rápidamente apresados, entre ellos Juan Gualberto y Manuel Sanguily, pero el oriente estaba en pie, los alzados de Guantánamo tuvieron su bautismo de fuego ese mismo día y el resto supo sostenerse a sangre y fuego hasta la llegada de los grandes líderes  revolucionario: Martí, Gómez y Maceo, que llegados en abril pudieron sostener y llevar adelanta la guerra por la independencia.

 Comenzaba una guerra intensa que llenó de gloria a un pueblo  poco numeroso que apenas llegaba al millón de habitantes y tuvo que enfrentar el sacrificio de la “tea incendiaria” para cortar la base económica de la metrópoli, un tercio de la población murió en el empeño y la decisión revolucionaria de Gómez y Maceo trajo la guerra hasta las puertas de La Habana, era la  determinación de un pueblo, el legado que hoy con orgullo tenemos y que estamos dispuestos a defender los que en él creemos.

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lunes, 22 de febrero de 2021

LA CULTURA CUBANA, SUS DILEMAS Y FORTALEZAS

 


“Injértese en nuestras repúblicas el mundo;

pero el tronco ha de ser el de nuestras repúblicas”

José Martí

En su célebre ensayo “Nuestra América” aparecido en enero de 1889   están estas palabras que resume con certeza su concepción de cultura partiendo del mantenimiento de aquellos elementos que la hace auténtica y única aunque en interacción constante con el resto del acervo cultural humano.

 Recordemos que “Nuestra América” fue escrito por José Martí a modo de resumen de sus ideas sobre el neurálgico tema de la identidad latinoamericana en momentos en que se cernía sobre los pueblos de esta parte del mundo los peligros de anexión y absorción cultural por las grandes potencias capitalistas, incluyendo a los Estados Unidos, por entonces un paradigma para la intelectualidad y la gente con poder  que veían en esa nación vecina el modelo a seguir, el ideal de nación y la posibilidad de igualárseles.

La muerte de Martí fue una gran pérdida para su pueblo, su prédica vehemente y su ejemplo de vida sirvió de lección para las generaciones de cubanos que en la República se dieron a la tarea de hacer la patria, completando el ideario abarcador del Maestro, luchando contra politiqueros y anexionistas de toda laya que resumieron la cubanía en varios elementos estereotipados  y serviles: rumba, mulata y ron.

 Cuba era mucho más y la fragua de lo nacional siguió el derrotero martiano: en medio de la frustración  y la rebeldía, el pueblo cubano forjó una cultura de resistencia que  soñaba en versos de Guillén,  pinta en la trasparencias de Carlos Enrique y la mulatez  de Wilfredo Lam, canta en los sones y las rumbas de cualquier barrio, se permite el hermetismo creador del Grupo Orígenes, hace teatro con Paco Alfonso y Piñeras y se vuelve compromiso político en  Villena, Marinello, Carpentier, Carlos Rafael, Raúl Gómez García, para ir forjando con todos ese tronco fecundo de la cultura cubana al que constantemente se inserta el mundo, para bien.

 La Revolución Cubana triunfante el primero de enero de 1959, encuentra una cultura nacional madura y activa, fecunda y representativa, que saluda el cambio y se une a él, acepta el reto y nuevas savias que vienen de lugares disímiles. Fue necesario aceptar el reto de alfabetizar un pueblo, de masificar cultura y vestir el arte de campesino y obrero para fecundar el árbol de lo cubano, sin olvidar que el reto era “...injertar en nuestras repúblicas el mundo” fuera cual fuera el mundo y nuevas formas de ver la cultura y el arte llegaron en medio de las transformaciones y la cultura cubana creció, asimiló la savia nueva y Martí siguió diciéndonos “...pero el tronco ha de ser el de nuestras repúblicas”

 Un pueblo crecido en estos 62 años de Revolución, ha consolidado una cultura donde “el ejercicio de la soberanía nacional es  la mejor escuela del espíritu, y del alma de un pueblo, el único medio de mantener despiertas sus virtudes cardinales.”[i]

  Donde puede considerarse que  la cultura es una “... estructura asimiladora que digiere materiales extraños y que evolucionan sin perder por ello la conciencia de su identidad. Esa asimilación le enriquece y no puede afectar a su destino.”[ii]

  Estas palabras escritas casi cien años después de la frase de José Martí, tienen el mismo objetivo de destacar la importancia de mantener las raíces de todas formación cultural como único modo de sobrevivir a los intentos hegemonistas de las culturas dominantes del primer mundo dueñas de los medios de comunicación y por ello vendedoras de modelos para los países de “menor desarrollo” cultural

  La vigencia de esta frase cobra fuerza mucho mayor en época de “globalización”, “aldea global”, “Mass Cultural” y todo intento de la maquinaria desculturadora del capitalismo moderno empeñado en hacer una versión sintetizada y sin grandes problemas de la cultura humana en general y de las diversas variantes de la misma según las experiencias de cada grupo humano.

 La Revolución Cubana que ya cumplió  sesenta y dos  años, como obra y continuidad histórica de las luchas y el pensamiento de José Martí basa su política cultural en este dilema de intercambio cultural que  desde el siglo XIX nos plantea Martí, no para dar la espalda al mundo sino intercambiar con él, asimilar y dar, crecer en la fusión pero teniendo bien claro cuales son las raíces que deben prevalecer para conservar la identidad de una cultura, hija ella misma del intercambio pero rica en peculiaridades que le dan signo de otredad y fuerza.

 La Revolución Cubana creó la oportunidad de desarrollo para la cultura nacional al incentivar a todos los creadores, priorizando la educación de un pueblo capaz de disfrutar del arte y la cultura auténtico, teniendo como máxima el hecho cierto de que toda la cultura puede ser popular siempre que se auténtica, refleje el sentir de los seres humanos y no se separe de las bases culturales que le dieron origen.

 Otro principio básico para toda cultura revolucionaria está centrado en el hecho  de que la cultura está en constante cambio que ese proceso de “fusión” del que tanto se habla en la actualidad en algo inherente a las culturas nacionales en constante interacción unas con otras, para enriquecerse y salir fortalecidas, ese fenómeno es el que recoge José Martí en ese ensayo fundacional que es Nuestra América, donde no se habla de chovinismo, ni nacionalismos estrechos, sino de culturas en constante fusión para dar lugar a otros fenómenos nuevos en el ámbito del arte, la literatura y la vida y que solo el tiempo y el pueblo al que va dirigido avalará con su aceptación y desarrollo.

  Otro cubano imprescindible, Fernando Ortiz, no por gusto llamado el tercer descubridor de Cuba, devela este fenómeno de fusión cultural que ha llevado al pueblo cubano al desarrollo de una cultura mestiza de muchos componentes, pero donde se destacan dos grandes conglomerados culturales: los de origen ibéricos, venidos con los conquistadores y los de origen africanos, mezclados a fuerza de dolor e incomprensiones a lo largo del desarrollo de una economía plantacionista que tuvo al esclavo africano como principal mano de obra.

 A este proceso de “transculturación”[iii] Fernando Ortiz lo comparó con el famoso “ajiaco cubano” al qué constantemente se le está añadiendo un nuevo condimento y ¿qué es este proceso sino el mismo al que José Martí se refiere en la frase que encabeza este trabajo, solo que para Martí esto se completa con un componente ideológico fundamental, la defensa de la autenticidad para mantener la soberanía y la libertad, por eso “el tronco ha de ser el de nuestras repúblicas”, lo cual tiene una vigencia primordial en este siglo XXI en el que se proclama la creación de una sola cultura universal, basada en el consumo de productos culturales, “fáciles de consumir” por todos y alienadores de la condición humana, rica, compleja y en constante desarrollo.

 



[i]“Los tres pilares de la identidad cultural” Por Cheikh Anta Diop” en Revista UNESCO Nº 5/6 1986

[ii] Ídem

[iii] Concepto acuñado por Fernando Ortiz para referirse a este constante intercambio y fusión de culturas y aparecido por primera vez en 1940 en su obra “Contrapunteo del tabaco y el azúcar”

 

lunes, 1 de febrero de 2021

JOSÉ MARTÍ, EN TERCERA PERSONA

   Este es un documento curioso, escrito por José Martí para el periódico “Patria” en 1892, el tema central es el propio Martí quien esboza una biografía del Delegado del Partido Revolucionario Cubano, pocos días después de haberse constituido esta organización que tiene como fin primordial luchar por la independencia de Cuba y de Puerto Rico, por su valor testimonial la traemos a los lectores a modo de acercarnos un poco más a la figura gloriosa del Héroe Nacional de Cuba:

 “El Delegado del Partido Revolucionario Cubano,- del Partido que mantiene la unión de los antillanos revolucionarios para impedir, con una guerra de espíritu público, el triunfo de una independencia nominal y fugaz, por no llevar en sí el aliento y los modos y el propósito de la república,- es el mismo hombre que a raíz del Zanjón[1] concentró en torno suyo los cubanos sagaces que convenían en la necesidad de mantener compactas, para la lucha decisiva,  las fuerzas de una guerra en que causas efímeras y personales vinieron a hacer posible la tregua innecesaria; el mismo hombre que, al día siguiente de caer con el movimiento imperfecto de 1880, convidaba a los jefes prestigiosos del extranjero, y a los cubanos más señalados de la Isla, a ordenar desde entonces, desde hace doce años, los elementos de opinión y de fuerza, para alzarse en seguro con la colonia podrida y minada; el mismo hombre que en hora difícil, sin ira en el corazón, prefirió mantener la  justicia de respetar al país y convidarlo cuando se le llevaba a la guerra que lo trastornaría, a la gloria insuficiente de llevar al país temeroso una guerra oscura y ciega; el mismo hombre que, por encargo de los compatriotas con quienes residía, propuso a las emigraciones, hace tres años, la conveniencia de fijar, campaña franca y unida, los principios de utilidad pública, y los métodos democráticos y cordiales, con que servían a la patria sus hijos emigrados. Y al ser honrado por distinción que ninguna otra pudiese superar, con la representación visible del Partido Revolucionario Cubano, él sabrá, sin duda en acuerdo estricto con su propia historia, y en obediencia al mandato expreso de sus compatriotas, guiar las fuerzas revolucionarias, en el período de su gestión, de modo que sean la única ayuda y no el mayor  peligro, de la patria amada; de modo que incluyan, para el poder de hoy y la paz de luego, los elementos todos del país, en la proporción de la justicia de modo que la guerra que se ordene, sea la guerra republicana e impersonal, germen de la república segura, y dispuesta en acuerdo con la voluntad y los intereses legítimos de la patria.”

Periódico “Patria”, 23 de abril de 1892[2]

 

 



[1] Lugar donde se firmó el fin de la primera guerra de independencia en Cuba, febrero de 1878

[2] Obras Completas de José Martí. Tomo 1, pp.415, 416