Era entonces 1925, y fue una tarea titánica de un pequeño grupo de cubanos encabezados por un perseverante periodista y patriota, Arturo Ramón de Carricarte y de Armas, un cubano de eso que hizo patria, sin llamar al mundo para que vieran su obra.
Desde principio de la década del veinte del siglo XX cubano, esa dificil pero forjadora "década crítica" de nuestro país, logró que algunos influyentes se fijaran que la Casita de Paula era casi una ruina, que había sido cambiada su fachada, que las tarjas que hablaban de del gran acontecimiento en ella ocurrido aquel enero de 1853, casi no se veía y que para verguerza de muchos nuestro Martí era una semilla cuyo brote peligraba en medio de los intereses espurios de "Generales y Doctores"
La Casita de Paula de Paula que también contó con la telúrica versatilidad de los jóvenes estudiantes universitarios, a los que Carricarte pidió apoyo a través de Mella, de cuya presencia da testimonio Sara Pascual, entonces una joven estudiantes que junto a otras fueron celadoras de aquel lugar sagrado en sus momentos libres convocadas por Julio Antonio.
La Casita de los seres anónimos que llegan en silencio, sin quitarse el polvo del camino, con la humildad del que llega a un lugar sagrado y se va con la noción de haber cumplido un deseo del "ser nacional".
De anónimos se hizo esta grandeza, de anonimos se sigue llenando el anecdotario de esta Casa Natal de José Martí, la de la calle Paula, donde están sus escasos objetos atesorados por su pueblo y que poco a poco fueron ocupando un sitio en el Belén de los cubanos.
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