Los
poderosos nos invitan a olvidar la historia y vivir el presente con sus
peligros políticos y sociales de sojuzgamiento y acato a su “modelo y
orientaciones” tiene muy claro aquello de “Haz lo que digo y no lo que yo
hago”, sino, veamos qué pasó con aquel convite oportunista que hicieron a las
naciones latinoamericanas en época de José Martí y el análisis que hace nuestro
Apóstol a esa postura hipócrita e intervencionista:
Entre 1889 y 1891, José Martí librará una de
sus más brillantes batallas por los pueblos de América Latina.
El 24 de mayo de 1888 el presidente de los
Estados Unidos “invitó” a los gobiernos de los países hispanoamericanos
independiente a una conferencia internacional en Washington, para estudiar,
entre otras cosas, la adopción por cada uno de los gobiernos de una moneda
común de plata, de uso forzoso en las transacciones comerciales recíprocas
entre los estados de América.
El 7 de abril de 1890, la Conferencia Internacional
Americana propone establecer una unión monetaria internacional que tuviera como
base una o más monedas internacionales, uniformes en peso y ley, que pudiesen
usarse en todos los países representados en esta conferencia.
El 30 de marzo de 1891 un diplomático de origen
cubano presenta un informe a nombre de Uruguay en la Conferencia Monetaria
Internacional de Washington, era José Martí, para entonces Cónsul de Uruguay en
New York, quien hace un informe brillantísimo, primero en castellano y después
en inglés, recomendando el bimetalismo y recordando de paso que no es “el
oficio del continente americano restablecer con otro método y nombre el sistema
imperial por donde se corrompen y mueren las repúblicas”
Martí rechaza las opiniones de la delegación
de los Estados Unidos, que aspiraba a la creación de una moneda internacional
de plata, propone la creación de un sistema de monedas uniformes, que harían
más morales y seguras las relaciones económicas de los pueblos. Hace una
caracterización de los EE.UU. y del peligro que representaba para América las
intenciones de ese país.
En ese discurso hace un llamado a que
prevalezca, tanto en el comercio como en la política, la paz igual y culta y
que todo cambio de moneda futuro debía hacerse en acuerdo con todos los países
implicados.
En esa misma comparecencia llamó la atención
sobre otros aspectos del intercambio desigual entre las naciones de América, al
decir “quien dice unión económica dice unión política” y “el
pueblo que compra manda”
Tan ardua fue su batalla que su débil salud se
quebranta en aquel “invierno de angustia” de 1890 con la presión del convite de
los Estados Unidos, “en
que por ignorancia, o por fe fanática, o por miedo, o por cortesía, se
reunieron en Washington, bajo el águila temible, los pueblos hispanoamericanos” y nacieron sus testimoniales “Verso
Sencillos” (1891) y escribió “Nuestra América” (enero 1891), su ensayo más
completo sobre América Latina.
Quien
tenga ojos que lea y si le quedan neuronas, que piense
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