Cada
vez que llega diciembre viene a mi mente el histórico diciembre de 1958 cuando
en Cuba todo un pueblo se jugaba el todo por el todo para construirse un futuro
mejor.
La década de los 50 en Cuba fue un parte agua
en la historia nacional, ante el embate reaccionario de las oligarquías
nacionales por perpetuar un poder subordinado que le garantizaba el dominio
histórico social de la isla a la sombra y anuencia de los gobiernos y los
poderes hegemónicos de los Estados Unidos, la isla era un lugar de garitos,
música, ron y mulatas para quien pudiera disfrutar de es “Habana de noche” por
la que muchos lloran, sin contar que estaba construida sobre la espalda de
millares de campesinos sin tierras, obreros con precarios salarios y el
sueño triste y lejano de ser dueños de
sus destinos.
En 1958 el Ejército Rebelde y el Movimiento 26
de Julio eran una realidad militante que agrupaba a lo mejor del pueblo cubano
en su lucha por igualdad social, prosperidad para todos y sobre todo ser dueños
de sus destinos, sin fatalismos geográficos o clichés políticos que hacían
mirar a los poderes de facto siempre hacia el norte, ese “norte revuelto y
brutal” que aún se empeña en destruirnos porque rompimos su hegemonía de poder
a las puertas mismas de su Imperio.
En 1958 la ofensiva de esas fuerzas
revolucionarias fue derrotando a un régimen desmoralizado y corrupto que se
mantenían por el terror frente un pueblo sin miedos.
Los nombre de Fidel y Raúl Castro, Camilo
Cienfuegos, el legendario Ernesto Guevara, Juan Almeida y muchos otros, jóvenes
y valeroso en una vanguardia de patriotas que no sabían mucho de socialismo,
pero si tenían muy claro que lo más importante entonces era poner el poder en
manos del pueblo, ese pueblo heredero de una larga Historia de Lucha por su
independencia y que ya tenía una pléyade de Héroes y pensadores en quien
inspirarse.
Diciembre del 58 fue de combates, dolor y
violencia digna contra un dictador ladrón y cómplice de esa burguesía criolla
que no pudo alzar la copa el 1 de enero de 1959, porque esa no era su victoria,
sino el triunfo legítimo del pueblo que los dejaba en el pasado y al lado del mayor enemigo del
pueblo de Cuba, el Imperialismo Yanqui.
La Cuba que
nació ese día fue otra, llena de esperanza, de sueños, con la autodeterminación
como brújula y la constante de la Revolución permanente para seguir siendo
historia, pero pasado, sino presente.
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