Mañana 7 de diciembre se cumplirán 123 años de
la muerte en combate del Mayor General Antonio Maceo Grajales, el bien llamado
“Titán de Bronce”, el hombre que entregó
a Cuba los mejores años de su vida, el
cubano que ascendió en las páginas de la Historia a fuerza de entrega a la causa
independentista y sobresaliendo por mérito propio en una época en la que muchos
de los seres de su raza en Cuba eran
esclavos, aunque también es necesario decir que muchos de los suyos sobresalían
en medio de una sociedad marcadamente racista.
Tal fue su entrega que aquel desconocido que
se alzó en 1868 al reclamo de Céspedes para luchar por la independencia de Cuba
y la emancipación de los esclavos,
escaló a fuerza de mérito militar, inteligencia innata y valor personal
desde soldado a Mayor General y no uno más sino el sobresaliente estratega que
hizo sentir orgullo a su jefe y mentor, el otro grande de nuestra independencia
Máximo Gómez.
Fue el cubano que llevó con orgullo su raza y su cubanía, en
una época oscura del coloniaje, el hombre que hizo de la superación personal,
uno de sus rasgos característicos, pilar
de la intransigencia ante cualquier idea
que no incluyera la independencia total de Cuba, elegante, disciplinado, pero
radical al defender sus ideas, Cuba primero y por ella volvió a la isla al
reclamo de José Martí y el Partido Revolucionario Cubano, impulsando la
Revolución Independentista con su llegada a Cuba el 1 de abril de 1895, con
pocos y valiosos oficiales, veteranos de la Guerra Grande, a los que Martí
convocó en atrevida carta donde le dice: “En Cuba lo que hace falta son jefes…y
hay que ir en una cáscara de nuez o en un Leviatán”, en alusión moral a
Maceo y que demostraba la valía en que el Apóstol lo tenía.
Al oriente de Cuba llegó y su principal empeño
fue la “invasión a occidente” para incorporar a esa zona de la isla, más rica y
sede de la capital y sus grandes recursos, llegó hasta Pinar del Río, en una
hazaña militar ponderada por grandes militares de su época y posterior, junto y
en coordinación con su Jefe y amigo el Generalísimo quien jugo un vital papel
estratégico en el afán de toda Cuba fuera campo de batalla mientras no hubiera
independencia.
Eso hacía el gran general cubano en el occidente
cuando en las afueras de La Habana lo encontró la muerte, luego de muchos
intentos.
“Esto
va bien”, se recogen como sus últimas palabras antes de ser abatido en combate,
ya no le iría bien a Cuba que había perdido a Martí meses antes y completa su
trágica historia con la muerte del hombre que al decir de Martí, tenía “…tanta
fuerza en la mente como en el brazo”, dos tragedias que llenaron de confusión a los independentistas, unidos alrededor de
esa idea sacra, pero en la incertidumbre del futuro que esperaba a la Cuba
soñada, fue un día trágico para los cubanos.
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