Mañana
es 20 de octubre, la alharaca es grande en los medios de difusión cubana y en
la instituciones oficiales, sean o no de la cultura, para recordarnos el
concepto que ellos tienen de “Cubanía” que por lo general va más a la
tradición, la historia y los “valores perdidos”, que a la realidad cubana
actual, tan distinta, digamos para no ir más lejos, que a la concepción que
teníamos a finales del siglo XX.
Un 20 de octubre de 1868 las fuerzas
independentistas cubanas entraron a la ciudad de Bayamo, en medio de estas huestes
había un hombre Perucho Figueredo, que meses antes había presentado en la
Iglesia Mayor de la ciudad una “sospechosa” pieza musical muy cercana a la Marsellesa
francesa, no tenía letra pero en la mente de muchos de los presentes quedaron
los acordes marciales de aquella melodía.
Cuenta la tradición histórica que el pueblo
bayamés recociendo a Perucho entre los insurrectos que entraban a su villa y comenzaron
a pedirle la letra para esa melodía que vibraba con esperanza en sus mentes,
nació la letra para la “Bayamesa”, nombre oficial del que sería por derecho
propio nuestro “Himno Nacional”
Era ocho estrofas y dudo que el pueblo se las
aprendiera de una sentada como dicen que ocurrió en aquella plaza, en cambio
grabó las dos primeras estrofas, vibrantes, convocadoras e imperecederas, que
nos ha acompañado en las verdes y en las maduras en más de siglo y medio de
lucha por ser nosotros mismos.
Esa es la historia del himno y de la
reafirmación de la cubanía en un acto que está más ligado a la rebeldía del
cubano que a su amplio acervo cultural, aunque pensándolo bien esa REBELDÍA es
parte de esta cultura nuestra.
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