Este
es un país pequeño, sin grandes recursos naturales y sometidas a grandes
presiones ideológicas en los últimos 60 años, eso nos ha ido moldeando como el
pueblo resistente y orgulloso que sobrevive en el Caribe a pocas millas de la
nación más poderosa y ambiciosa del mundo, que por su “Destino Manifiesto” cree
ser la depositaria de todos los valores del mundo y por tanto juez y César a la
hora de juzgar a los demás.
Cuando hablamos de nuestra cultura como de una
cultura de resistencia, el referente hay que buscarlo en las raíces de la
formación de la nacionalidad, desde aquel violento encontronazo con los
barbados españoles y su evangelización forzada a fuer de no ir al infierno,
para unas criaturas humanas que apenas daban los primeros pasos en la comunidad
primitiva, ellos resistieron, no eran muchos y fueron menos por el maltrato, las
enfermedades y la explotación de su fuerza de trabajo, miles se fueron a lo
profundo de los bosques a vivir y pelear por su vida y su sobrevivencia, asimilaron
muchos aspectos de la cultura del español y
dejaron su huella en costumbres domésticas y mínimos asentamientos fraguas
del mestizaje.
Luego fue el negro, primero traído de apoco
por el conquistador y muchos de ellos unidos al cimarronaje con el aborigen
cubano, en el esplendor de las plantaciones azucareras del siglo XIX, fueron traídos
por millones para cortar la caña y morir por miles en esta tierra que no era la
suya, esclavizados y desculturizados, reconstruyeron su mundo mágico religioso,
su cultura arraigada, fusionándose no solo con el mestizo y el criollo blanco,
sino con las otras etnias africanas que junta a él llegaron traídos por la codicia.
El hacendado criollo levantó en ese siglo XIX
una cultura próspera que él quería fuera copia de la Europa admirada, con
títulos de nobleza incluidos, el blasón del látigo en la espalda de los negros
esclavos y el estigma del mestizaje que temían tanto como lo practicaban.
Así se hizo la sociedad cubana, llena de
contradicciones abismales, casi tantos esclavos como gente libre, la más
poderosa burguesía de América hispana en el siglo XIX, el mayor socio comercial
de los Estados Unidos, aun cuando éramos colonia de España, el mayor aliado de
la monarquía contra el liberalismo español en la península, la negación de una
cultura mestiza y fuerte desde épocas tan tempranas como el inicio de los
procesos de independencia en América, que no se visibilizó por la codicia de la
poderosa burguesía plantacionista, que se alió a España contra sus hermanos a
cambio del mantenimiento del régimen de esclavitud que los enriquecía.
Tenemos de español tanto como de congo y
carabalí, con aporte incluido del aborigen, del chino que fue engañado y traído
a trabajar a Cuba cuando la esclavitud negra decaía en la isla, de esas raíces
se nutrió la sociedad cubana y se formó el criollo alegre y bailador en todas
sus capas sociales, extrovertido, emprendedor y de mente abierta, capaz de
asimilar y adaptarse, un pueblo asombroso que forjó su resistencia desde lo
cotidiano para hacer patria en todos cuando parecía que solo íbamos a ser
sombras de otros.
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