miércoles, 10 de junio de 2015

CUANDO LOS BLANCOS MIRARON PARA LO NEGRO





En la cultura cubana la década del veinte del siglo XX es  decisiva en cuanto a la maduración y  presentación de una cultura nacional popular que había estado presente desde hace más de un siglo, marginada y preterida por una intelectualidad dominante, blanca, de pretensiones eurocéntricas y negadora de lo que estaba pasando a su lado, junto a sus teatros, sus temporadas de ópera trasnochada o  el esfuerzo de muchos doctos de buscar las raíces en la mulatés, pero renegando de la más profunda negritud que era un secreto a voces de solo caminar por las calles de cualquier pueblo de Cuba.
 El impacto de la revuelta de los independentistas de color, reprimidos a sangre y fuego en 1912, demonizados y “mantenidos a raya” por las clases dominantes, no detuvo el curso  de las tendencias culturales en Cuba que mostraron su cara mestiza con más claridad y legitimidad por la alta cultura en el país a partir de los años veinte.
 Los estudios de Fernando Ortiz sobre las raíces negras de nuestra cultura fueron el impulso para que otros intelectuales y artistas tomaran conciencia de lo que estaba a su alrededor.
Comienzan las artes plásticas y la literatura  a dar espacio consciente a los temas sobre la cultura afrocubana, como ya lo había hecho la música  desde el siglo XIX.
 Nicolás Guillén es todo un acontecimiento con su poesía que es pálpito de un pueblo que tiene al son en el latido de su corazón y el ritmo en las caderas mestizadas de hombres y mujeres de esta isla, todos mezclados, aunque haya quien quiera encontrar diferencia entre un mulato claro, casi blanco, un jabao capirro o la gente de lustrosa piel negra.
 Fue un aldabonazo, pero los artistas plásticos comenzaron a ver la plasticidad del baile entre los cubanos  humildes y la rumba pasó a ser tema de un cuadro y los mitos y símbolos de religiosidad africana, sintetizados y exuberantes sirvieron de temas a Wilfredo Lam para abrir la jungla complicada del ajiaco criollo.
 Las tendencias de las artes modernas que en Europa vuelve su mirada a África, encuentra en Cuba un campo fértil: porque en esta isla, África no está después del Océano Atlántico, sino en nuestra sangre, resultado de dos siglos de esclavitud y un conglomerado de culturas que habían llegado a esta isla y aunque el blanco trató de impedirlo e ignorarlo, estas culturas se arraigaron, resistieron y se fundieron con las culturas europeas que se había asentado en la isla.
 Por eso no basta reconocernos iguales, sino identificarnos como el todo amalgamado que somos, reconociendo los prejuicios que perduran, para vencerlos y aceptarnos en una comunidad de iguales, pero diferentes, que es el sentido real de la diversidad cultural.

No hay comentarios:

Publicar un comentario