jueves, 25 de noviembre de 2021

27 de Noviembre, el desvelo de Fermín Valdés Domínguez (2)

El 27 de noviembre de 1871 se produjo en La Habana, el abominable crimen de fusilar a ocho estudiantes de medicina por el único delito de ser cubanos, a modo de escarmiento contra la creciente simpatía de los habaneros con el movimiento emancipador que desde el 10 de octubre de 1868 iba creciendo en toda la isla. Pero este hecho hubiese sido una felonía más del colonialismo español en Cuba, si la perseverancia de uno de los implicados, alumno de la clase de primer año de medicina, Fermín Valdés Domínguez, no hubiera convertido este suceso en la “causa de su vida”´: demostrar que ellos eran inocente, que no habían cometido ningún crimen y que su inocencia era razón suficiente para convertirlo en los héroes que no olvidamos. Aquel acontecimiento marcó la vida de al joven Fermín, que se trazó el firme propósito de denunciar el crimen, demostrar la inocencia de sus condiscípulos y rendirle el tributo que merecían como mártires de la patria. Condenado a seis años de prisión junto al resto de los estudiantes, son encerrados en la Real Cárcel de La Habana hasta su indulto y posterior deportación a España donde terminó sus estudios de medicina, regresando a Cuba en 1876. La llegada a La Habana en enero de 1887 de Fernando de Castañón, hijo del reaccionario periodista español Gonzalo de Castañón, muerto en Cayo Hueso en duelo con un cubano, fue aprovechada por Fermín Valdés Domínguez para tratar de reivindicar la inocencia de sus compañeros fusilados en 1871 y acusados de profanar la tumba de dicho personaje. Aquellos jóvenes aún permanecían en una fosa común en las afueras del cementerio de Colón, llevando el baldón de la calumnia, sin que se le hubiera hecho justicia. Esta era la intención de Fermín Valdés Domínguez, condiscípulo de los jóvenes mártires, juzgado él también con el resto de la clase de primer año, quien no había olvidado el agravio y se disponía a enmendar el “error político” que le costó la vida a sus hermanos: “Señor Castañón: No en nombre de los que como yo sobrevivimos a los sucesos del 27 de noviembre de 1871, sino en memoria de mis compañeros muertos, vengo a suplicarle que tenga la bondad de darme una carta en donde conste que ha encontrado Ud. sano el cristal y sana la lápida que cubre el nicho de su señor padre, desmintiendo este hecho el estigma de profanadores que llevó a la muerte a niños inocentes” La respuesta de Castañón confirma lo que ya había dicho oralmente a Fermín cuando este se personó en el cementerio Espada con la misma petición, que no se observan ni en el cristal ni en la lápida, signo de violencia y que hacía esta declaración no para hacer de ella tema de lucha política, sino para reparar un hecho que pertenecía a la historia. Con estas declaraciones en sus manos Fermín solicita al periódico La Lucha (19 de enero de 1887), la publicación de los testimonios de Fernando Castañón y del periodista José F. Triay , en el que afirman que la tumba de Gonzalo de Castañón no había sido profanada y por consiguiente los jóvenes eran inocentes. Tras esta publicación Fermín promueve entre los habaneros la idea de levantar una tumba digna de los jóvenes fusilados que recuerde el vil acontecimiento en el que ocho inocentes perdieron la vida.

No hay comentarios:

Publicar un comentario