martes, 18 de agosto de 2015

UN MAESTRO LLAMADO JOSÉ MARTÍ



 
 José Martí. Dibujo de Carlos Enriquez

En un mundo competitivo y digitalizado en el que fluye un torrente de información que puede llegar a saturar y no enseñar, vale la pena acudir a José Martí, ese adelantado cubano del siglo XIX que parece estar a nuestro lado proponiéndonos como fórmula fundamental  para esta educación permanente, un ser humano preparado para aprender solo frente al contenido,  pero pertrechado con una “alta espiritualidad y humanismo”  como escudo frente a la banalidad, el facilismo, el egoísmo y el camino fácil para alcanzar el éxito.
 Martí desde muy joven impartió clases y era evidente que disfrutaba del oficio de enseñar, conoció las formas de la enseñanza de su época, no solo las que se aplicaban en Cuba, con sus rezagos escolásticos y las influencias más liberarles que aplicaban maestros de avanzada, sino también que se mantuvo al tanto de los más adelantados métodos didácticos y educativos que se aplicaban en Estados Unidos y Europa, a los cuales sometió al criterio de la práctica cotidiana, de mucha mayor jerarquía resulta su labor teórica dentro de la pedagogía.
 Para él estaba claro que enseñar no era solo trasmitir conocimientos, sino formar valores éticos y morales que hicieran del alumno un mejor ser humano. Su magisterio fue permanente, disfrutando del placer de trasmitir información y crear conciencia en los educandos, para él la libertad individual del hombre tenía su base en su cultura y su compromiso con su sociedad

 Puede considerársele un precursor de los métodos contemporáneos de enseñanza por el empleo de concepciones y procedimientos novedoso en el acto de enseñar, que superaba los niveles de desarrollo alcanzado por la didáctica y la metodología de su época.

 Es notoria su novedosa manera de enseñar gramática española para un grupo de adulto en una escuela nocturna de Nueva York,  para cuya enseñanza partió de la lengua viva que conocían los hablantes, sin valerse de las reglas y manuales al uso, porque su criterio era que de ningún lugar se aprendía más que de la vida práctica.

 Su periodismo abundante y valioso está regido por un objetivo didáctico de mostrar el mundo, la sociedad, en sus cambios y momentos de desarrollo, máxime cuando estaba inmerso en la sociedad de más dinámico desarrollo tecnológico y científico de su tiempo, los Estados Unidos de América. Para estos fines todo tema es propicio para desarrollar y difundir conocimientos.

  Allá por la década de los 70 del siglo XIX, aparecen sus primeras reflexiones sobre temas educativos, aparecidas en la Revista Universal de México bajo el seudónimo de Orestes y  en los 80  publica  sus primeros artículos pedagógicos, uno de ellos referido  al maestro ambulante, una novedosa idea entonces para que los niños del campo aprendieran sin abandonar su medio; su acertado razonamiento lo lleva a la conclusión de que a este niño campesino era necesario enseñarle cosas que le fueran necesaria en su vida, sobre la naturaleza, la agricultura:

“Es necesario mantener a los hombres en el conocimiento de la tierra y en el de la perdurabilidad y trascendencia de la vida.”
“Ser bueno es el único modo de ser dichoso.
“Ser culto es el único modo de ser libre.
“Pero, en lo común de la naturaleza humana, se necesita ser próspero para ser bueno.
“Y el único camino abierto a la prosperidad constante y fácil es el de conocer, cultivar y aprovechar los elementos inagotables e infatigables de la naturaleza. La naturaleza no tiene, celos, como los hombres. No tiene odios, ni miedo como los hombres. No cierra el paso a nadie, porque no teme de nadie. Los hombres siempre necesitarán de los productos de la naturaleza. Y como en cada región sólo se dan determinados productos, siempre se mantendrá su cambio activo, que asegura a todos los pueblos la comodidad y la riqueza”[1]


[1] “Maestro Ambulantes”, revista La América, Nueva York, mayo de 1884. Obras Completas de José Martí/Tomo VIII, p. 289


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