martes, 16 de junio de 2015

MÁXIMO GÓMEZ: EL GENERALÍSIMO



 

Cada hombre gana en su vida un lugar en la sociedad, por ese lugar será juzgado por la posteridad, querido, seguido, recordado o todo lo contrario, acorde con las ideas que defendió o con el legado que dejó para la Historia, esa que con mayúscula marca el devenir humano, aunque  algunos quieran negarla.
 El 17 de junio de 1905 murió en La Habana Máximo Gómez Báez, el campesino dominicano con inteligencia natural, fuerte personalidad de mando e imprescindible en nuestras luchas libertarias del siglo XIX.
 Nació en Baní, República Dominicana el 18 de noviembre de 1836 y desde muy joven optó por la carrera militar, primero en las fuerzas dominicanas, luego al servicio de España cuando los dominicanos decidieron regresar al dominio de España por temor a la invasión haitiana, luego cuando el sentimiento de independencia fue más fuerte que el de seguridad y los dominicanos quisieron ser nuevamente libres, Gómez permaneció en la facción de quisqueyanos que prefirieron seguir junto a España, así llegó a Cuba a la región oriental en la zona del Dátil donde se asentó con los suyos.
 Algo dentro de él fue cambiando, el país de adopción tenía como baldón a la esclavitud de los negros africanos,  vio sufrir al hombre solo por su condición de esclavo, sin derechos, vendido y comprado, asesinado si era preciso.
 Ese fue el detonante del cambio y el dominicano que fue soldado en su tierra y era campesino en la colonizada Cuba se unió a las huestes mambisas luego de la clarinada del 10 de octubre de 1868 y Cuba ganó un defensor de sus libertades, un jefe para sus soldados, un estratega para sus luchas.
 Bajo su mando se formaron grandes figuras de nuestra independencia, entre ellos los hermanos Maceo, Guillermón Moncada, Flor Crombet y muchos otros que lo reconocieron siempre como el Generalísimo, el  general de las carga al machete, el intransigente defensor de nuestra independencia.
 Con él contó Martí para el reinicio de la guerra  en 1895, con Maceo hizo la hazaña de  llevar la guerra al occidente de Cuba y luego se mantuvo irreductible en La Reforma asediado por miles de soldados españoles hasta el fin de la guerra con la ocupación yanqui.
 Fue el único de los grandes iniciadores que sobrevivió a la guerra, manteniéndose en un espera razonable para ver que iba a pasar con Cuba y su libertad, a su campamento vinieron a verlo como emisarios del presidente  McKinley, el periodista Foster amigo del presidente yanqui y Gonzalo de Quesada.
 Con él se habló para disolver al Ejército Libertador, precario y necesitado después de la guerra y se enemistó con la Asamblea Constituyente de la República en Armas que le negó autoridad y los destituyó en 1899, el pueblo entero fue a la Quinta de los Molinos a respaldarlo, la  asamblea se disolvió y Cuba quedó sin libertadores, ni organismo legal que la representara.
 Divide y vencerás, esa fue la fórmula que aplicó el interventor con los cubanos y Gómez cayó en esa trampa.
 Pudo ser el primer presidente de Cuba y se negó, cuando reaccionó al ver el caos que vino con el personalismo de Estrada Palma y la omnipresencia norteamericana, encabezó las luchas políticas para tratar de enmendar el error, en esa nueva batalla lo encontró la muerte, no sobre el caballo de batalla sino en la tribuna política.
 Ese es el Generalísimo el cubano por derecho del que todos debemos estar orgullosos, honor y gloria.


Cada hombre gana en su vida un lugar en la sociedad, por ese lugar será juzgado por la posteridad, querido, seguido, recordado o todo lo contrario, acorde con las ideas que defendió o con el legado que dejó para la Historia, esa que con mayúscula marca el devenir humano, aunque  algunos quieran negarla.
 El 17 de junio de 1905 murió en La Habana Máximo Gómez Báez, el campesino dominicano con inteligencia natural, fuerte personalidad de mando e imprescindible en nuestras luchas libertarias del siglo XIX.
 Nació en Baní, República Dominicana el 18 de noviembre de 1836 y desde muy joven optó por la carrera militar, primero en las fuerzas dominicanas, luego al servicio de España cuando los dominicanos decidieron regresar al dominio de España por temor a la invasión haitiana, luego cuando el sentimiento de independencia fue más fuerte que el de seguridad y los dominicanos quisieron ser nuevamente libres, Gómez permaneció en la facción de quisqueyanos que prefirieron seguir junto a España, así llegó a Cuba a la región oriental en la zona del Dátil donde se asentó con los suyos.
 Algo dentro de él fue cambiando, el país de adopción tenía como baldón a la esclavitud de los negros africanos,  vio sufrir al hombre solo por su condición de esclavo, sin derechos, vendido y comprado, asesinado si era preciso.
 Ese fue el detonante del cambio y el dominicano que fue soldado en su tierra y era campesino en la colonizada Cuba se unió a las huestes mambisas luego de la clarinada del 10 de octubre de 1868 y Cuba ganó un defensor de sus libertades, un jefe para sus soldados, un estratega para sus luchas.
 Bajo su mando se formaron grandes figuras de nuestra independencia, entre ellos los hermanos Maceo, Guillermón Moncada, Flor Crombet y muchos otros que lo reconocieron siempre como el Generalísimo, el  general de las carga al machete, el intransigente defensor de nuestra independencia.
 Con él contó Martí para el reinicio de la guerra  en 1895, con Maceo hizo la hazaña de  llevar la guerra al occidente de Cuba y luego se mantuvo irreductible en La Reforma asediado por miles de soldados españoles hasta el fin de la guerra con la ocupación yanqui.
 Fue el único de los grandes iniciadores que sobrevivió a la guerra, manteniéndose en un espera razonable para ver que iba a pasar con Cuba y su libertad, a su campamento vinieron a verlo como emisarios del presidente  McKinley, el periodista Foster amigo del presidente yanqui y Gonzalo de Quesada.
 Con él se habló para disolver al Ejército Libertador, precario y necesitado después de la guerra y se enemistó con la Asamblea Constituyente de la República en Armas que le negó autoridad y los destituyó en 1899, el pueblo entero fue a la Quinta de los Molinos a respaldarlo, la  asamblea se disolvió y Cuba quedó sin libertadores, ni organismo legal que la representara.
 Divide y vencerás, esa fue la fórmula que aplicó el interventor con los cubanos y Gómez cayó en esa trampa.
 Pudo ser el primer presidente de Cuba y se negó, cuando reaccionó al ver el caos que vino con el personalismo de Estrada Palma y la omnipresencia norteamericana, encabezó las luchas políticas para tratar de enmendar el error, en esa nueva batalla lo encontró la muerte, no sobre el caballo de batalla sino en la tribuna política.
 Ese es el Generalísimo el cubano por derecho del que todos debemos estar orgullosos, honor y gloria.

Cada hombre gana en su vida un lugar en la sociedad, por ese lugar será juzgado por la posteridad, querido, seguido, recordado o todo lo contrario, acorde con las ideas que defendió o con el legado que dejó para la Historia, esa que con mayúscula marca el devenir humano, aunque  algunos quieran negarla.
 El 17 de junio de 1905 murió en La Habana Máximo Gómez Báez, el campesino dominicano con inteligencia natural, fuerte personalidad de mando e imprescindible en nuestras luchas libertarias del siglo XIX.
 Nació en Baní, República Dominicana el 18 de noviembre de 1836 y desde muy joven optó por la carrera militar, primero en las fuerzas dominicanas, luego al servicio de España cuando los dominicanos decidieron regresar al dominio de España por temor a la invasión haitiana, luego cuando el sentimiento de independencia fue más fuerte que el de seguridad y los dominicanos quisieron ser nuevamente libres, Gómez permaneció en la facción de quisqueyanos que prefirieron seguir junto a España, así llegó a Cuba a la región oriental en la zona del Dátil donde se asentó con los suyos.
 Algo dentro de él fue cambiando, el país de adopción tenía como baldón a la esclavitud de los negros africanos,  vio sufrir al hombre solo por su condición de esclavo, sin derechos, vendido y comprado, asesinado si era preciso.
 Ese fue el detonante del cambio y el dominicano que fue soldado en su tierra y era campesino en la colonizada Cuba se unió a las huestes mambisas luego de la clarinada del 10 de octubre de 1868 y Cuba ganó un defensor de sus libertades, un jefe para sus soldados, un estratega para sus luchas.
 Bajo su mando se formaron grandes figuras de nuestra independencia, entre ellos los hermanos Maceo, Guillermón Moncada, Flor Crombet y muchos otros que lo reconocieron siempre como el Generalísimo, el  general de las carga al machete, el intransigente defensor de nuestra independencia.
 Con él contó Martí para el reinicio de la guerra  en 1895, con Maceo hizo la hazaña de  llevar la guerra al occidente de Cuba y luego se mantuvo irreductible en La Reforma asediado por miles de soldados españoles hasta el fin de la guerra con la ocupación yanqui.
 Fue el único de los grandes iniciadores que sobrevivió a la guerra, manteniéndose en un espera razonable para ver que iba a pasar con Cuba y su libertad, a su campamento vinieron a verlo como emisarios del presidente  McKinley, el periodista Foster amigo del presidente yanqui y Gonzalo de Quesada.
 Con él se habló para disolver al Ejército Libertador, precario y necesitado después de la guerra y se enemistó con la Asamblea Constituyente de la República en Armas que le negó autoridad y los destituyó en 1899, el pueblo entero fue a la Quinta de los Molinos a respaldarlo, la  asamblea se disolvió y Cuba quedó sin libertadores, ni organismo legal que la representara.
 Divide y vencerás, esa fue la fórmula que aplicó el interventor con los cubanos y Gómez cayó en esa trampa.
 Pudo ser el primer presidente de Cuba y se negó, cuando reaccionó al ver el caos que vino con el personalismo de Estrada Palma y la omnipresencia norteamericana, encabezó las luchas políticas para tratar de enmendar el error, en esa nueva batalla lo encontró la muerte, no sobre el caballo de batalla sino en la tribuna política.
 Ese es el Generalísimo el cubano por derecho del que todos debemos estar orgullosos, honor y gloria.


Cada hombre gana en su vida un lugar en la sociedad, por ese lugar será juzgado por la posteridad, querido, seguido, recordado o todo lo contrario, acorde con las ideas que defendió o con el legado que dejó para la Historia, esa que con mayúscula marca el devenir humano, aunque  algunos quieran negarla.
 El 17 de junio de 1905 murió en La Habana Máximo Gómez Báez, el campesino dominicano con inteligencia natural, fuerte personalidad de mando e imprescindible en nuestras luchas libertarias del siglo XIX.
 Nació en Baní, República Dominicana el 18 de noviembre de 1836 y desde muy joven optó por la carrera militar, primero en las fuerzas dominicanas, luego al servicio de España cuando los dominicanos decidieron regresar al dominio de España por temor a la invasión haitiana, luego cuando el sentimiento de independencia fue más fuerte que el de seguridad y los dominicanos quisieron ser nuevamente libres, Gómez permaneció en la facción de quisqueyanos que prefirieron seguir junto a España, así llegó a Cuba a la región oriental en la zona del Dátil donde se asentó con los suyos.
 Algo dentro de él fue cambiando, el país de adopción tenía como baldón a la esclavitud de los negros africanos,  vio sufrir al hombre solo por su condición de esclavo, sin derechos, vendido y comprado, asesinado si era preciso.
 Ese fue el detonante del cambio y el dominicano que fue soldado en su tierra y era campesino en la colonizada Cuba se unió a las huestes mambisas luego de la clarinada del 10 de octubre de 1868 y Cuba ganó un defensor de sus libertades, un jefe para sus soldados, un estratega para sus luchas.
 Bajo su mando se formaron grandes figuras de nuestra independencia, entre ellos los hermanos Maceo, Guillermón Moncada, Flor Crombet y muchos otros que lo reconocieron siempre como el Generalísimo, el  general de las carga al machete, el intransigente defensor de nuestra independencia.
 Con él contó Martí para el reinicio de la guerra  en 1895, con Maceo hizo la hazaña de  llevar la guerra al occidente de Cuba y luego se mantuvo irreductible en La Reforma asediado por miles de soldados españoles hasta el fin de la guerra con la ocupación yanqui.
 Fue el único de los grandes iniciadores que sobrevivió a la guerra, manteniéndose en un espera razonable para ver que iba a pasar con Cuba y su libertad, a su campamento vinieron a verlo como emisarios del presidente  McKinley, el periodista Foster amigo del presidente yanqui y Gonzalo de Quesada.
 Con él se habló para disolver al Ejército Libertador, precario y necesitado después de la guerra y se enemistó con la Asamblea Constituyente de la República en Armas que le negó autoridad y los destituyó en 1899, el pueblo entero fue a la Quinta de los Molinos a respaldarlo, la  asamblea se disolvió y Cuba quedó sin libertadores, ni organismo legal que la representara.
 Divide y vencerás, esa fue la fórmula que aplicó el interventor con los cubanos y Gómez cayó en esa trampa.
 Pudo ser el primer presidente de Cuba y se negó, cuando reaccionó al ver el caos que vino con el personalismo de Estrada Palma y la omnipresencia norteamericana, encabezó las luchas políticas para tratar de enmendar el error, en esa nueva batalla lo encontró la muerte, no sobre el caballo de batalla sino en la tribuna política.
 Ese es el Generalísimo el cubano por derecho del que todos debemos estar orgullosos, honor y gloria.