José Martí, autoretrato
Estas notas las escribí para compartirlas con un grupo de jóvenes
educadores cubanos en ocasión de la jornada del educador, por lo que resumen
quiero compartirla con mis amigos.
En las
circunstancias actuales de nuestro país, donde el estudio permanente ha ganado
un lugar preponderante en la formación del ciudadano, en un mundo competitivo,
con un torrente de información que puede llegar a saturar y no enseñar, vale la
pena acudir a Martí, ese adelantado cubano del siglo XIX que parece estar a
nuestro lado proponiéndonos como fórmula fundamental para esta educación permanente, un
estudiante preparado para aprender solo, él frente al contenido y la
información, como solución a su constante y necesaria actualización, aunque no
hay que olvidar el valor del estudio colectivo como consolidador de saberes y
formador del engranaje social que hace al ser humano parte de un grupo.
José Martí
desde muy joven impartió clases y era evidente que disfrutaba del oficio de
enseñar, aunque resalta su labor teórica
dentro de la pedagogía y la formación del hombre. Conoció las formas de la
enseñanza de su época, no solo las que se aplicaban en Cuba, con sus rezagos
escolásticos y las influencias más liberarles que aplicaban maestros de
avanzada, sino también que se mantuvo al tanto de los más adelantados métodos
didácticos y educativos que se aplicaban en Estados Unidos y Europa, a los
cuales sometió al criterio de la práctica cotidiana y a la crítica ideológica.
Para él
estaba claro que enseñar no era solo trasmitir conocimientos, sino formar
valores éticos y morales que hicieran del alumno un mejor ser humano. En Martí
el magisterio fue permanente, disfrutando del placer de trasmitir información y
crear conciencia en los educandos.
Puede
considerársele un precursor de los métodos contemporáneos de enseñanza por el
empleo de concepciones y procedimientos novedoso en el acto de enseñar, que
superaba los niveles de desarrollo alcanzado por la didáctica y la metodología
de su época.
Es notoria
su novedosa manera de enseñar gramática española para un grupo de adulto en una
escuela nocturna de Nueva York, para
cuya enseñanza partió de la lengua viva que conocían los hablantes, sin valerse
de las reglas y manuales al uso, porque su criterio era que de ningún lugar se
aprendía más que de la vida práctica, sus discípulos eran obreros, gente
humilde, en su mayoría negros, cubanos
emigrados a Estados Unidos en busca de mejor situación económica o por
razones políticas.
Su
periodismo abundante y valioso está regido por un objetivo didáctico de mostrar
el mundo, la sociedad, en sus cambios y momentos de desarrollo, máxime cuando
estaba inmerso en la sociedad de más dinámico impulso tecnológico y científico
de su tiempo, los Estados Unidos. Para estos fines todo tema es propicio para
desarrollar y difundir conocimientos.
Allá por la
década de los 70 del siglo XIX, aparecen sus primeras reflexiones sobre temas
educativos, aparecidas en la Revista Universal
de México bajo el seudónimo de Orestes
y en los 80 publica
sus primeros artículos pedagógicos, uno de ellos referido al maestro ambulante, una novedosa
idea entonces para que los niños del campo aprendieran sin abandonar su medio;
su acertado razonamiento lo lleva a la conclusión de que a este niño campesino
era necesario enseñarle cosas que le fueran necesaria en su vida, sobre la
naturaleza, la agricultura:
“Es necesario mantener a los hombres en el conocimiento de la tierra y
en el de la perdurabilidad y trascendencia de la vida.”
“Ser bueno es el
único modo de ser dichoso.
“Ser culto es el único modo de ser libre.
“Pero, en
lo común de la naturaleza humana, se necesita ser próspero para ser bueno.
“Y el único camino abierto a la prosperidad constante y fácil es el de
conocer, cultivar y aprovechar los elementos inagotables e infatigables de la
naturaleza. La naturaleza no tiene, celos, como los hombres. No tiene odios, ni
miedo como los hombres. No cierra el paso a nadie, porque no teme de nadie. Los
hombres siempre necesitarán de los productos de la naturaleza. Y como en cada
región sólo se dan determinados productos, siempre se mantendrá su cambio
activo, que asegura a todos los pueblos la comodidad y la riqueza”
Mucho vio el Apóstol en su tiempo de
residencia en los Estados Unidos, de esa época son la mayoría de sus escritos
sobre temas de educación, que abarcarán diversos aspectos que van desde lo
ético al contenido de las escuelas, opinando que la educación no podía estar
divorciada de la vida y que si un país quiere ciudadanos útiles y cultos, debe
formarlos en base al más actualizado estudio de las ciencias, pero no en la
abstracción de los libros y las fórmulas solamente, sino en su interacción con
la vida. Nada debe enseñarse, sino se sabe su utilidad y para ello el alumno
debía estar vinculado al taller, la experimentación, la tierra, la
investigación y la práctica en sentido general.
Esta escuela
creadora que Martí promueve no debía formar solo al ser humano en el
conocimiento de las ciencias, sino que él presta una atención especial a la
formación ética y espiritual del ciudadano.
Al analizar
la escuela norteamericana y europea de su tiempo, critica el fruto de su
sistema: alumnos “duros” preparados para la competencia en un mundo de ofertas
y demandas, en los que la espiritualidad no es cualidad prioritaria.
El quería
que el nuevo ciudadano de América fuera más que eso, preparado para la vida
científico-técnica que se avizoraba, pero conocedor de su historia, capaz de
asumirla y con un basamento ético humanista y solidario.
En sus
escritos pedagógicos dispersos en sus obras periodísticas, por suerte hoy
recopilados por varios autores como Herminio Almendros y Elsa Vega Jiménez,
José Martí trata temas tan interesantes como: la relación maestro-escuela; la
relación de la educación con su época, la educación de la mujer(tan polémica en
su época), la educación moral, la autoctonía en la enseñanza, la educación
física, la relación estudio trabajo, la educación estética, la enseñanza de la
historia, la educación práctica, la formación del maestro, la educación y la
ternura, la relación de la educación y la enseñanza y muchos temas colaterales
que muestran a un pedagogo integral preocupado porque el hombre comprenda la
sociedad humana y la naturaleza, viva en
armonía con ella y este preparado para vivir en un mundo mejor.
Su ideario
pedagógico mantiene hoy su vigencia en Cuba
y en todos los que le quieran seguir en el mundo, dada su manera de
interpretar la educación del hombre, de
modo integral y aplicando las más avanzadas técnicas y métodos del momento. Su
profunda y amplia cultura, su experiencia social, su ideal democrático y
revolucionario lo hacen uno de los intelectuales a citar en cuanto a la
formación del hombre en la sociedad contemporánea.
Para cerrar esta breve semblanza sobre esta
importante faceta de José Martí nada mejor que este fragmento de su pensamiento
pedagógico:
“Educar es depositar en cada hombre la obra humana que le ha antecedido:
es hacer a cada hombre resumen del mundo viviente, hasta el día en que vive: es
ponerlo a nivel de su tiempo, para que flote sobre él y no dejarlo debajo de su
tiempo, con lo que no podrá salir a flote; es preparar al hombre para la vida”
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