martes, 31 de enero de 2017

MARTÍ, LA IDEA DEL BIEN




Martí sigue haciéndonos falta, para bien o para mal es un comodín en el juego de las conveniencias sociales y políticas, lo escrito por él, escrito está y nos queda  a los cubanos  meditar sobre sus ideas y sentir su cercanía cuando parece que no encontramos asideros.
 No le pidamos al hombre de a pié que ha crecido en medio de miles de precariedades y con muchos sueños pospuestos, que no le haga un reproche a este hombre por sus virtudes y la vertical integralidad humana, cada uno ve el mundo según el ángulo en   el que le ha tocado vivir. Este hombre desencantado que hace todo lo posible por sobrevivir y que es el blanco más vulnerable al encandilamiento de la sociedad de consumo y oropel que no tenemos, debe saber que Martí dijo en versos: “Denle al vano el oro tierno/ Que arde y brilla en el crisol/ A mi denme el bosque eterno/Cuando rompe en él el sol”
 Por eso, deberíamos hacer  reflexión individual, para repasar nuestras responsabilidades como ciudadanos, esas que muchas veces dejamos en mano de otro para que resuelva nuestros problemas y no ocuparnos.
 Días de hacer un alto en la lucha por la vida y llenar nuestras mentes con la espiritualidad necesaria  para ser mejores, acercamos a la vida con la disposición de mejorar y de salir adelante, sin caer en fatalismos, buscar lo mejor de nosotros y trabajar arduamente en la mejor de las obras, el crecimiento humano.
 Las ideologías tienen el defecto de convertirse en dogma, las verdades más claras que en ella se defienden se deforman con intransigencias e imposiciones, nadie puede pretender tener la verdad absoluta, de ser el “único camino”, olvidando la humildad humana con que nacieron y no en pocos casos cometiendo los mismos errores que reprochan a sus adversarios, Martí se dio cuenta de eso, por eso fue un persuasivo divulgador de sus ideas, pero un hermano para la escucha y el entendimiento del otro. No creo “Iglesias”, porque ese templo ya está en el hombre y lo necesario es juntar esas espiritualidades para el logro de la “mayor cantidad de justicia posible”.
 No se conduce a un pueblo como un “rebaño”, oír y ser oído son  derechos que defendió, la vida en equidad y cultura en medio de una nación próspera era la noción del “bien” que esperaba para el hombre colectivo e individual, que nunca fue abstracto para él, sino el que estaba  a su lado y hasta quien lo adversaba estaba en aquella categoría… recordad: “Cultivo una rosa blanca/ En julio como en enero/ Para el amigo sincero/ Que me da su mano franca/Y para el cruel que me arranca/ El corazón con que vivo/ Cardo ni oruga cultivo/ Cultivo la rosa blanca”

JOSE MARTÍ, REFLEXIONES SOBRE LAS ARTES





 "Yo he visto"
autor
Raúl Martínez

Todavía escuchamos el eco de las celebraciones por el 164 aniversario de José Martí, el más integral de los cubanos, el paradigma de un tiempo y la realidad de una vida forjada para darse a una idea que hoy podemos resumir en un concepto: entrega.
 Entrega a ideales superiores y humanos, sin el egoísmo que muchas veces acompañan al talento para darse al brillo cuando fue hecho para servir de ejemplo.
 Artista, político, humanista son categoría que para él fueron integradas a una vida a la que no acompañó la felicidad por mucho tiempo, por su entrega a los demás, comenzando por los suyos, la gente de su isla por entonces esclava, a los cuales entregó un legado que crece con el tiempo histórico.
 En lo particularmente artístico, concibió un arte de compromiso con los seres humanos, para el goce espiritual, pero no solo lúdico y sensual, sino para el crecimiento de los que lo disfrutan en su creación y contemplación.
 Arte que diera, más que la apariencia, el sentido de las cosas, arte que no debía ser “venal adorno” sino “divina acumulación del alma humana” donde se reconozcan todos los seres humanos; arte que debía arraigarse en una “hermosa vida nacional”, porque para Martí, “el arte no es más que la naturaleza creada por el hombre”.
  No en vano expresó: “el arte es trabajo. Trabajo es arte”, porque donde pone el hombre su ingenio y su espíritu, la banalidad sede el lugar a la cultura como acumulación de saberes de los  pueblos.
  Pero fue para Martí más importante dejar sentado el papel del artista, creador, interprete de su tiempo y de las angustias de su tiempo:
“El mundo es patético, y el artista mejor no es quien lo cuelga y recama, de modo que solo se le vea el raso y el oro, y pinta amable el pecado oneroso y mueve a fe inmoral en el lujo y la  dicha, sino quien usa el don de componer con la palabra, o con los colores, de modo que se vea la pena del mundo, y quede el hombre movido a su remedio. Mientras haya un antro, no hay derecho al sol”[1]
 Ese es el Martí vivo que habla para todos los tiempos, el que respetamos y queremos, el hombre que sigue hablando para nosotros, porque en la objetividad de la vida, la humanidad y el ser humano individual necesita siempre a estos hombres que llevan la luz, para encontrar nuestros caminos.


[1] José Martí, Obras Completas, tomo 5, pág. 285

lunes, 30 de enero de 2017

LA MÚSICA EN MARTÍ





 El Apóstol
Autora, Adela Suárez

Un hombre de la gran sensibilidad artística, como lo fue nuestro José Martí apreció y tuvo en alta estima la música, como vehículo para manifestar la espiritualidad, de presentar lo más noble del ser humano y el resumen de la belleza en este arte de los sonidos, bellamente organizado para trasmitir sensaciones.
“La música es la más bella forma de lo bello”[1], escribirá entusiasmado después de escuchar a José White, su coterráneo que le devuelve los aires de su patria en aquella “Bella Cubana”, que muchos en su época sintieron como un himno de Cuba, porque era como escuchar el rumor de las palmas al compás de la brisa o su aletear hermoso y libre ante la brisa provocadora de cualquier estación del año en nuestra Cuba.
 Llevado por ese entusiasmo escribirá en la “Revista Universal”: “La bella música debía estar donde estaban el noble intento y la elocuencia bella”[2], a la manera de exaltar la espiritualidad que no pueden expresar las palabras, ni pintar el pincel.
Y seguirá encabalgado  con sus versos, las melodías del alma porque “ (…)la música de las bandas es como un hada invisible: en campaña pone las armas en manos de los combatientes”[3], así escribirá para la prensa de su época, pensando en las emociones que pueden despertar este arte en la gente común, en su crecimiento y nobleza en momento de cumplir  deberes patrios.
 Su admiración por la música le hará escribir en su novela “Amistad Funesta”: (…) ¿qué es la música sino la compañera y guía del espíritu en su viaje por los espacios”[4], escribir para los niños en la revista “La Edad de Oro”, un capítulo sobre los niños genios destacando los músicos que como Mozart empezaron desde la primera edad, casi sin saber hablar aún a buscarse en las melodías de un instrumento.
 Y para dejar sentado su conocimiento y admiración por la música escribe en el periódico “Patria” en 1892: “(…) voz y piano han de ir juntos, como la luz y la sombra: la música ha de crear como en Haendel, ha de gemir como en Verdi, ha de pintar, como en Mendelssohn”[5], virtudes todas que ayudan a engrandecer el espíritu humano ese del que tanto se ocupó nuestro Martí, en su afán de dejarnos un camino a la bondad como valor primero y ese camino, acompañado de la música.



[1] Obras Completas, t.5: 294
[2] Obras Completas, t.6: 211
[3] Obras Completas t.13:26
[4] Obras Completas t. 18: 231
[5] Obras Completas, t. 5: 308