jueves, 14 de julio de 2022

JOSÉ DE TODOS LOS CUBANOS

La saturaciones suelen ser perniciosas para el entendimiento humano, y más en tiempo como este en que se acude a la constante vuelta alrededor de un mismo tema, para anularlo por cansancio, eso pasa con la historia y en particular con las figuras históricas “molestas” para los que sostienen el pragmático sentido de vivir el momento y lo demás dejárselo al “pasado”. Nuestro José Martí es una sólida figura intelectual, que vivió en el siglo XIX pero que se empeña en seguir vivo en el presente, no tanto para andar de modas, sino para “dejar su visión de vanguardia”, hombre de todos los tiempos y sacudirse de los cliches de tirrios y troyanos que intentan ponerlo de su lado como si ya no estuviera del lado de los justos, por eso es bueno volver a él de la mejor manera, leyendo sus textos, sin sacar las “frases” que puedan molestarnos, dejándolas en contextos y sacando tus propias conclusiones como diría el conocido Taladrid. En mi muro José Martí vuelve a tener un espacio

viernes, 27 de mayo de 2022

MARTÍ, SU ÚLTIMA CARTA

La muy conocida carta inconclusa que José Martí comenzó a escribir el 18 de mayo de 1895 en el Campamento de Dos Ríos ha devenido hoy como su testamento político por la manera resumida en que le escribe a Manuel Mercado, ese amigo mejicano devenido en depositario de sus grandes preocupaciones políticas y sociales. Justo en mayo, el mes hermoso y lluvioso en esta isla tropical, lleno de todas las preocupaciones políticas que le embargan, hace resumen de su pensamiento político en cuanto a los futuros destinos de su isla amada, volverlo a leer crea la sensación de reafirmación de esa contundente escritura, devenida hoy en documento político y actual: Campamento de Dos Ríos, 18 de mayo de 1895: " Sr. Manuel Mercado Mi hermano queridísimo: Ya puedo escribir, ya puedo decirle con qué ternura y agradecimiento y respeto lo quiero, y a esa casa que es mía y mi orgullo y obligación; ya estoy todos los días en peligro de dar mi vida por mi país y por mi deber-puesto que lo entiendo y tengo ánimos con que realizarlo- de impedir a tiempo con la independencia de Cuba que se extiendan por las Antillas los Estados Unidos y caigan, con esa fuerza más, sobre nuestras tierras de América. Cuanto hice hasta hoy, y haré, es para eso. En silencio ha tenido que ser y como indirectamente, porque hay cosas que para lograrlas han de andar ocultas, y de proclamarse en lo que son, levantarían dificultades demasiado recias para alcanzar sobre ellas el fin. Las mismas obligaciones menores y públicas de los pueblos -como ese de Vd. y mío,-más vitalmente interesados en impedir que en Cuba se abra, por la anexión de los Imperialistas de allá y los españoles, el camino que se ha de cegar, y con nuestra sangre estamos cegando, de la anexión de los pueblos de nuestra América, al Norte revuelto y brutal que los desprecia,-les habrían impedido la adhesión ostensible y ayuda patente a este sacrificio, que se hace en bien inmediato y de ellos. Viví en el monstruo, y le conozco las entrañas:-y mi honda es la de David. Ahora mismo, pues días hace, al pie de la victoria con que los cubanos saludaron nuestra salida libre de las sierras en que anduvimos los seis hombres de la expedición catorce días, el corresponsal del Herald, que me sacó de la hamaca en mi rancho, me habla de la actividad anexionista, menos temible por la poca realidad de los aspirantes, de la especie curial, sin cintura ni creación, que por disfraz cómodo de su complacencia o sumisión a España, le pide sin fe la autonomía de Cuba, contenta sólo de que haya un amo, yanqui o español, que les mantenga, o les cree, en premio de oficios de celestinos, la posición de prohombres, desdeñosos de la masa pujante,-la masa mestiza, hábil y conmovedora, del país,-la masa inteligente y creadora de blancos y de negros. Y de más me habla el corresponsal del Herald, Eugenio Bryson:-de un sindicato yanqui-que no será-con garantía de las aduanas, harto empeñadas con los rapaces bancos españoles, para que quede asidero a los del Norte;-incapacitado afortunadamente, por su entrabada y compleja constitución política, para emprender o apoyar la idea como obra de gobierno. Y de más me habló Bryson,-aunque la certeza de la conversación que me refería, sólo la puede comprender quien conozca de cerca el brío con que hemos levantado la Revolución,-el desorden, desgano y mala paga del ejército novicio español,-y la incapacidad de España para allegar en Cuba o afuera los recursos contra la guerra, que en la vez anterior sólo sacó de Cuba.-Bryson me contó su conversación con Martínez Campos, al fin de la cual le dio a entender éste que sin duda, llegada la hora, España preferiría entenderse con los Estados Unidos a rendir la Isla a los cubanos.-Y aún me habló Bryson más: de un conocido nuestro y de lo que en el Norte se le cuida, como candidato de los Estados Unidos, para cuando el actual Presidente desaparezca, a la Presidencia de México. Por acá yo hago mi deber. La guerra de Cuba, realidad superior a los vagos y dispersos deseos de los cubanos y españoles anexionistas, a que sólo daría relativo poder su alianza con el gobierno de España, ha venido a su hora en América, para evitar, aún contra el empleo franco de todas esas fuerzas, la anexión de Cuba a los Estados Unidos, que jamás la aceptarán de un país en guerra, ni pueden contraer, puesto que la guerra no aceptará la anexión, el compromiso odioso y absurdo de abatir por su cuenta y con sus armas una guerra de independencia americana. Y México, ¿no hallará modo sagaz, efectivo e inmediato, de auxiliar, a tiempo, a quien lo defiende? Sí lo hallará,-o yo se lo hallaré.- Esto es muerte o vida, y no cabe errar. El modo discreto es lo único que se ha de ver. Ya yo lo habría hallado y propuesto. Pero he de tener más autoridad en mí, o de saber quién la tiene, antes de obrar o aconsejar. Acabo de llegar. Puede aún tardar dos meses, si ha de ser real y estable, la constitución de nuestro gobierno, útil y sencillo. Nuestra alma es una, y la sé, y la voluntad del país; pero estas cosas son siempre obra de relación, momento y acomodos. Con la representación que tengo, no quiero hacer nada que parezca extensión caprichosa de ella. Llegué, con el General Máximo Gómez y cuatro más, en un bote en que llevé el remo de proa bajo el temporal, a una pedrera desconocida de nuestras playas; cargué, catorce días, a pie por espinas y alturas, mi morral y mi rifle;-alzamos gente a nuestro paso; -siento en la benevolencia de las almas la raíz de este cariño mío a la pena del hombre y a la justicia de remediarla; los campos son nuestros sin disputa, a tal punto, que en un mes sólo he podido oír un fuego; y a las puertas de las ciudades, o ganamos una victoria, o pasamos revista, ante entusiasmo parecido al fuego religioso, a tres mil armas; seguimos camino, al centro de la Isla, a deponer yo, ante la revolución que he hecho alzar, la autoridad que la emigración me dio, y se acató adentro, y debe renovar conforme a su estado nuevo, una asamblea de delegados del pueblo cubano visible, de los revolucionarios en armas. La revolución desea plena libertad en el ejército, sin las trabas que antes le opuso una Cámara sin sanción real, o la suspicacia de una juventud celosa de su republicanismo, o los celos, y temores de excesiva prominencia futura, de un caudillo puntilloso o previsor; pero quiere la revolución a la vez sucinta y respetable representación republicana,-la misma alma de humanidad y decoro, llena del anhelo de la dignidad individual, en la representación de la república, que la que empuja y mantiene en la guerra a los revolucionarios. Por mí, entiendo que no se puede guiar a un pueblo contra el alma que lo mueve, o sin ella, y sé cómo se encienden los corazones, y cómo se aprovecha para el revuelo incesante y la acometida el estado fogoso y satisfecho de los corazones. Pero en cuanto a formas, caben muchas ideas, y las cosas de hombres, hombres son quienes las hacen. Me conoce. En mí, sólo defenderé lo que tengo yo por garantía o servicio de la Revolución. Sé desaparecer. Pero no desaparecería mi pensamiento, ni me agriaría mi oscuridad. Y en cuanto tengamos forma, obraremos, cúmplame esto a mí, o a otros. Y ahora, puesto delante lo de interés público, le hablaré de mí, ya que sólo la emoción de este deber pudo alzar de la muerte apetecida al hombre que, ahora que Nájera no vive donde se le vea, mejor lo conoce y acaricia como un tesoro en su corazón la amistad con que Vd. lo enorgullece. Ya sé sus regaños, callados, después de mi viaje. ¡Y tanto que le dimos, de toda nuestra alma, y callado él! ¡Qué engaño es éste y qué alma tan encallecida la suya, que el tributo y la honra de nuestro afecto no ha podido hacerle escribir una carta más sobre el papel de carta y de periódico que llena al día! " Hay afectos de tan delicada honestidad...

jueves, 26 de mayo de 2022

LOS ESTUDIOS CULTURALES EN CUBA

“Enfrascado en estudios monográficos, los historiadores a veces destinamos menos tiempo a las demandas del público mayor que exige se les proporcione el conocimiento de sus antecedentes de comunidad activa y creadora, puesto que es el incentivo ético más poderoso para forjar su porvenir” Dra. Olga Portuondo Zúñiga Tenemos más de quinientos años de cultura e historia conformada en ese choque cultural que fue la conquista de nuestras tierras de América, esta isla fue el segundo territorio en que fijó su ambición el “abuelo” hispano, que no venía a quedarse, sino a hacerse rico y luego volver a la tierra que los había despedido pobres y donde soñaban volver cargados de oro. Sueño vano y torpe que se le trocó en desilusión primero, y en conformidad después, la mayoría no volvieron y se quedaron en esta isla, primero como trampolín para ir más lejos a tierra firme y luego para hacer hogar, mezclarse con otros seres humanos y forjar una de las culturas más singulares del nuevo mundo, comenzó entonces y desde entonces la TRASCULTURACIÓN de las que tanto nos habló don Fernando Ortiz y de la que no fuimos conciente, fue a pesar de esos conquistadores y de los sufridos que fueron traídos a la fuerza a lo largo de estos cinco siglos para hacer producir a la más “hermosa tierra que ojos humanos vieron”, según Cristóbal Colón. Hace algunos años me enfrenté como alumno, a un problema no resuelto por la historiografía cubana, la falta de un texto sencillo pero abarcador acerca de la evolución de la historia de la Cultura Cubana, siempre pensé en un Manual, no a la usanza de esos dogmatizados y escolásticos manuales filosóficos de los que padecimos en Cuba, allá por los inquietantes años sesenta y setenta, sino al estilo del escrito por ese gran historiador cubano que es Ramiro Guerra, abarcador de hechos históricos, con análisis profundos de nuestro devenir nacional y del que no pueden prescindir los historiadores cubanos contemporáneo. En Cuba los investigadores y especialista se han dedicado a seguir la huella de las manifestaciones culturales y del arte de manera monográfica, así hemos tenido en la historiografía cubana, libros como “La Música en Cuba” de Alejo Carpentier; “La Selva Oscura” de Rine Leal, dedicada a la historia del teatro; estudios sobre el arte cubano de Jorge Mañach, Adelaida de Juan y Graciella Pogolotti; Salvador Bueno, para la literatura y muchas monografías, ensayos y artículos que han ido perfilando el quehacer cultural de la isla, pero no tenemos una monografía abarcadora de esos estudios estudio. Es un reto y habrá que emprenderlo, sin miedo al juicio, ni parcializaciones ideológicas que traigan más confusión que luz, habrá que poner a cada uno en su lugar y señalar luces y sombras, esa es tarea ardua si queremos que el rico pasado histórico de nuestra patria sea algo más que crónica de antaño o justificaciones de políticos.

martes, 7 de diciembre de 2021

Antonio Maceo: tanta fuerza en la mente como en el brazo

De esa manera lo describe José Martí, como el hombre que tiene tanta fuerza en la mente como en el brazo, rompiendo el mito reduccionista del sublime guerrero capaz del sacrificio pero sin una formada idea de lo que quiere en esa lucha larga y consagra a la que se entregó su familia desde 1868, cuando acudieron al llamado que les hacía Carlos Manuel de Céspedes para luchar por la libertad de Cuba y la redención de los esclavos. Quienes lo conocieron, blancos y negros, amigos o enemigos, no dejaron de valorar los méritos éticos que acompañaban al mulato oriental, algo tartamudo, fuerte y elegante, educado en la disciplina hogareña de su madre Mariana Grajales, quien no concebía a un hijo suyo menos que los demás, fuera blanco o negro. Así lo describe el coronel Enrique Collazo quien lo conoció en plena guerra: “(…) su figura era atrayente; fornido y bien proporcionado; fisonomía simpática y sonriente, facciones regulares, manos y pies chicos, formando un conjunto que lo destacaba siempre, por numeroso que fuera el grupo que lo rodeaba. Acostumbraba a hablar bajo y despacio; su trato era afable. Talento natural, sin pulir pero unido a una fuerza de voluntad extraordinaria, que le hicieron dominar sus defectos naturales.” Y el historiador Emilio Roig de Leuchsenring resumirá sus virtudes humanas y aportes a la patria: “Maceo era grande, sobre todo, porque el amor a la patria despierta en él sus magnificas cualidades latentes de combatiente, de organizador y de jefe, y porque las consagra enteras, sin desmayo, a la causa revolucionaria.” Fue enemigo de las intrigas políticas, adversario franco y caballero para la valoración de los seres humanos, así queda expresado en la carta que dirige al periodista Enrique Trujillo quien trata de enemistar a Maceo con José Martí, queriendo aprovechar las diferencias tácticas que ambos sostenía en cuanto al modo de organizar la nueva revolución independentista. Así responde Maceo al intrigante desde Costa Rica, el 22 de agosto de 1894. “Su salpicada carta, de tendencias disolventes y de impurezas que no debe abrigar un corazón honrado, que dañan, sin Ud. pensarlo, la elevación del espíritu y la sincera devoción que debemos a la causa de la libertad, peca de fatídica y aviesa, de poco política y antipatriótica. No parece suyo el contenido de esa carta. ¿Qué diablo le atormenta cuando la escribió? “En ninguna época de mi vida he servido de banderín político de convenciones personales; solo me ha guiado el amor puro y sincero que profesé, en todo tiempo, a la soberanía nacional de nuestro pueblo infeliz. Cualquiera que sea el personal que dirija la obra común hacia nuestros fines, tiene, para mí, la grandeza y la sublimidad del sacrificio honrado que se imponga. (…)Estoy y estaré con la revolución por principio, por deber. (…)¿Para qué queremos la vida sin el honor de saber morir por la patria? (…) La guerra que Ud. hace al Sr. Martí es un crimen de lesa patria…” A pesar de las diferencias de criterios sobre determinados temas en la forma de organizar la guerra, Maceo y Martí coincidieron en la necesidad de la unidad, la entrega y lealtad a la causa que defendían, así lo hicieron en la etapa de organización de la guerra y se atuvieron a ella durante la contienda bélica. De la claridad de su pensamiento político deja Maceo muchas pruebas a lo largo de su actuar en las luchas por la independencia, Baraguá, había sido el ejemplo claro de que era el representante de las ideas más radicales en estas luchas y así lo ratifica en carta a los Delegados de la Asamblea Constituyente de Jimaguayú, el 30 de septiembre de 1895: “Permitidme, pues, ciudadanos Representantes, que os haga presente la expresión de agradecimiento que me anima con vosotros, motivado por el honor que me habéis discernido al concederme el nombramiento de Lugar Teniente General del Ejército Libertador. Y al aceptar cargo tan honroso como éste, que aumenta la responsabilidad que tengo contraída ante mis compatriotas, permitidme también que os reitere la protesta y obediencia a las leyes que emanan de la voluntad popular (…) Fundemos la República sobre la base inconmovible de la igualdad ante la ley. Yo deseo vivamente que ningún derecho o deber, título, empleo o grado alguno exista en la República de Cuba como propiedad exclusiva de un hombre, creada especialmente para él e inaccesible por consiguiente a la totalidad de los cubanos…” Principios luego olvidados en la República cuando los derechos de los humildes fueron ignorados por la clase oligárquica que traicionó los ideales de Maceo y Martí. El 27 de enero de 1896 Antonio Maceo escribe al periódico estadounidense “The Star” y le expresa: “En primer lugar me dice Ud. Que en los Estados Unidos creen que había una división en el ejército cubano; que entre el General en Jefe y yo existía mala inteligencia; y que mi ejército, para usar los términos empleados por los españoles, fue abandonado por el general Gómez y lanzado a la provincia de Pinar del Río para que cayese en una trampa. Semejantes afirmaciones son tan ridículas, que ninguna persona seria puede tomarla en consideración, pero hay otras muchas entre nuestros amigos más sinceros y correligionario, que son bastante cándidos para creer que el rumor tenía algún fundamento. “En primer lugar, no puede existir semejante desavenencia, división o como quiera usted llamarla, entre el general Gómez y yo. Él es el General en Jefe y sus leyes son como leyes acatadas por mí. Yo solo soy Teniente General del Ejército y en todos los tiempos y en cualquier lugar y todas las razones, estoy sujeto a sus órdenes. Nuestro ejército no está compuesto de gentuza en que el hombre que más grita es el Jefe, sino que está organizado bajo el plan de una fuerza militar moderna, en que el orden y la disciplina se sostienen y los superiores son respetados. Pero, aparte de las reglas de la disciplina militar, no hay un soldado del ejército cubano que por un instante desobedezca las órdenes del general Máximo Gómez. Todo el ejército confía implícitamente en su patriotismo y en su habilidad militar. Nosotros los que le hemos conocido y seguido en otras guerras, estamos convencidos de nuestra comparativa pequeñez para dudar de su sabiduría y actitud.” Estaba conciente de las intenciones anexionista de los Estados Unidos y de la clase aristocrática cubana, por ello siempre rechazó esa posibilidad y dejó siempre bien claro su posición: “Los americanos y los españoles podrán concertar los pactos que quieran, pero Cuba es libre dentro de breve término y puede reírse de negociaciones que no favorezcan su emancipación.”(12 de junio de 1896) “De España jamás esperé nada; siempre nos ha despreciado, y sería indigno que se pensase en otra cosa. La libertad se conquista con el filo del machete, no se pide; mendigar derechos es propio de cobardes incapaces de ejecutarlos. Tampoco espero nada de los americanos; todo debemos fiarlo a nuestros esfuerzos; mejor es subir o caer sin ayuda que contraer deudas de gratitud con un vecino tan poderoso.” (14 de julio de 1896). Esas eran las ideas claras de Mayor General Antonio Maceo. Digno hijo de Santiago de Cuba, surgido de la humilde cuna de una familia campesina, numerosa y negra, consagrada a Cuba y al logro de una patria no solo libre en lo político, sino basada en la igualdad de derechos de todos sus hijos.

jueves, 25 de noviembre de 2021

27 de Noviembre, el desvelo de Fermín Valdés Domínguez (2)

El 27 de noviembre de 1871 se produjo en La Habana, el abominable crimen de fusilar a ocho estudiantes de medicina por el único delito de ser cubanos, a modo de escarmiento contra la creciente simpatía de los habaneros con el movimiento emancipador que desde el 10 de octubre de 1868 iba creciendo en toda la isla. Pero este hecho hubiese sido una felonía más del colonialismo español en Cuba, si la perseverancia de uno de los implicados, alumno de la clase de primer año de medicina, Fermín Valdés Domínguez, no hubiera convertido este suceso en la “causa de su vida”´: demostrar que ellos eran inocente, que no habían cometido ningún crimen y que su inocencia era razón suficiente para convertirlo en los héroes que no olvidamos. Aquel acontecimiento marcó la vida de al joven Fermín, que se trazó el firme propósito de denunciar el crimen, demostrar la inocencia de sus condiscípulos y rendirle el tributo que merecían como mártires de la patria. Condenado a seis años de prisión junto al resto de los estudiantes, son encerrados en la Real Cárcel de La Habana hasta su indulto y posterior deportación a España donde terminó sus estudios de medicina, regresando a Cuba en 1876. La llegada a La Habana en enero de 1887 de Fernando de Castañón, hijo del reaccionario periodista español Gonzalo de Castañón, muerto en Cayo Hueso en duelo con un cubano, fue aprovechada por Fermín Valdés Domínguez para tratar de reivindicar la inocencia de sus compañeros fusilados en 1871 y acusados de profanar la tumba de dicho personaje. Aquellos jóvenes aún permanecían en una fosa común en las afueras del cementerio de Colón, llevando el baldón de la calumnia, sin que se le hubiera hecho justicia. Esta era la intención de Fermín Valdés Domínguez, condiscípulo de los jóvenes mártires, juzgado él también con el resto de la clase de primer año, quien no había olvidado el agravio y se disponía a enmendar el “error político” que le costó la vida a sus hermanos: “Señor Castañón: No en nombre de los que como yo sobrevivimos a los sucesos del 27 de noviembre de 1871, sino en memoria de mis compañeros muertos, vengo a suplicarle que tenga la bondad de darme una carta en donde conste que ha encontrado Ud. sano el cristal y sana la lápida que cubre el nicho de su señor padre, desmintiendo este hecho el estigma de profanadores que llevó a la muerte a niños inocentes” La respuesta de Castañón confirma lo que ya había dicho oralmente a Fermín cuando este se personó en el cementerio Espada con la misma petición, que no se observan ni en el cristal ni en la lápida, signo de violencia y que hacía esta declaración no para hacer de ella tema de lucha política, sino para reparar un hecho que pertenecía a la historia. Con estas declaraciones en sus manos Fermín solicita al periódico La Lucha (19 de enero de 1887), la publicación de los testimonios de Fernando Castañón y del periodista José F. Triay , en el que afirman que la tumba de Gonzalo de Castañón no había sido profanada y por consiguiente los jóvenes eran inocentes. Tras esta publicación Fermín promueve entre los habaneros la idea de levantar una tumba digna de los jóvenes fusilados que recuerde el vil acontecimiento en el que ocho inocentes perdieron la vida.

miércoles, 24 de noviembre de 2021

27 DE NOVIEMBRE, 150 ANIVERSARIO (1)

Para los cubanos el fusilamiento de los estudiantes de medicina de la universidad de La Habana, el 27 de noviembre de 1871, es un hecho de los más viles que se cometieron en la Cuba Colonial, por su ensañamiento con los discípulos del primer año de medicina acusados de profanación de la tumba del periodista español Gonzalo de Castañón, hecho que no se probó judicialmente y que devino en una vendetta política contra los cubanos al hacerse un doble juicio por la insatisfacción del Cuerpo de Voluntario de La Habana que querían “sangre”, como único modo de vengar la afrenta. Los tristemente célebres “rayadillos”, nombre con el que los conoció el pueblo cubano, dominaban prácticamente la ciudad y no se contentaron hasta que lograran que ocho de aquellos muchachos fueran fusilados por delitos que no cometieron. Uno de aquellos estudiantes fue Fermín Valdés Domínguez que fue encarcelado por aquellos acontecimientos y al ser indultado y deportado en 1872 a España, escribió su testimonio del hecho que publicó en la propia metrópoli española y circuló en Madrid en los primeros meses de 1873, eran 148 páginas que aparecieron bajo el título de “Los voluntarios en La Habana en el acontecimiento de los estudiantes de medicina”, revisado y prologado por su amigo José Martí quien a modo de prólogo agregó un poema suyo dedicado a los estudiantes de medicina muertos en 1871. .

jueves, 30 de septiembre de 2021

EL MAESTRO DE JOSÉ MARTÍ

A propósito del bicentenario de Rafael María de Mendive Daumy, el próximo 23 de octubre. En la vida de todo gran hombre siempre hay un maestro que influye e incide en la actitud de este en la sociedad en la que le toca desarrollarse, unas veces ese maestro queda en las sombras pero su prédica y su ejemplo de vida fluyen en su discípulo aún cuando este lo supere en la tarea de llevar adelante ideas de las cuales tuvo una primera noción con ese maestro. Ese fue el caso de Rafael María de Mendive, un intelectual cubano de sólida formación cultural, a su colegio llega en 1865 un jovencito de clara inteligencia, sed de aprender y dotes naturales para la poesía, era José Julián Martí Pérez, mente despierta en años de inquietudes, que admiró en su maestro su entrega a la enseñanza, sus dotes poéticas y la pasión por Cuba y su cultura. Cuánta inteligencia vio en el discípulo, que terminando el séptimo grado convence a su padre para presentar a su alumno a exámenes de suficiencia con vista a matricular la Segunda Enseñanza, aprobó, y su joven alumno matriculó en el Instituto de Segunda Enseñanza de La Habana en 1866. Al año siguiente su maestro crea el Colegio San Pablo de Segunda Enseñanza e incorpora al joven Martí de forma gratuita al alumnado de dicho centro. En octubre de 1868 al iniciarse la guerra por la independencia en Cuba, el colegio de Mendive se convierte en un hervidero de simpatizantes de la independencia y el maestro en sus tertulias mantenían informado a sus discípulos sobre la marcha de la guerra, argumentaba el derecho de Cuba para ser libre y nunca ocultó sus simpatías por la Revolución que se desarrollaba en Cuba. Él, como ninguno, influyó decisivamente en la formación ideológica de José Martí, influyó en su rigurosa formación humanística, con esa visión de universalidad y pertenencia que lo hicieron al mismo tiempo, el forjador de la unidad de los cubanos para continuar la lucha por la independencia y el impulsor de la unidad latinoamericana para enfrentar los peligros latentes entonces, consumados hoy, de las ambiciones del capitalismo norteamericano sobre nuestra región. El fustigador de dictadores, el partidario del ser humano y sus posibilidades de desarrollo espiritual y el hombre de sensibilidad poética tal que integra los versos a sus ideales, sin perder ni belleza, ni convicción en lo que dice y escribe.