jueves, 23 de septiembre de 2021

“VIVÍ EN EL MONSTRUO Y LE CONOZCO LAS ENTRAÑAS”

Esta rotunda afirmación escrita por José Martí el 18 de mayo de 1895 a su amigo mexicano Manuel Mercado, en memorable carta que parece estar escrita para todos los latinoamericanos, define sus preocupaciones políticas en cuanto a las intenciones geopolíticas de los Estados Unidos con respecto a este continente nuestro, tan rico y tan mal distribuido entre su gente. Desde su llegada a los Estados Unidos, 3 de enero de 1880, José Martí enfrenta en su conciencia sentimientos encontrados con respecto a esta nación joven e impetuosa en la que ya asoman los rasgos de ambiciones e individualismo que la colocarán en breve tiempo histórico, como la potencia hegemónica en el ámbito mundial. El contacto con aquel país en pleno apogeo de su desarrollo económico fue impactante, y lo refleja en uno de sus primeros artículos escritos para el periódico The Hour , “Impresiones de América” en el que expresa: “Estoy, al fin en un país donde cada uno parece ser su propio dueño” , idea que lo admira y entusiasma por lo que de libertad y creación tiene, poco a poco el conocimiento más profundo de aquel país le hará escribir un año después: “(...) este país, señor en apariencias de todos los pueblos de la tierra, y en realidad esclavo de todas las pasiones de orden bajo que perturban y pervierten a los demás pueblos” Radicado en Nueva York, vivió las emociones de las grandes transformaciones tecnológica, la expansión salvaje y a cualquier costo hacia el oeste, las riadas de emigrantes provenientes de Europa, base de la vertiginosa transformaciones del país, las luchas de los obreros, en su mayoría emigrantes, por mejores salarios y ocho hora de labor, acontecimientos que sirvieron para aguzar su pensamiento social, siempre al lado de los humildes, sus críticas a los métodos violentos de lucha y su comprensión paulatina de aquella gente violenta, engañada y víctima del gran capital, es una constancia dialéctica de su maduración. En los Estados Unidos Martí conoció y puso al descubierto el fenómeno imperialista, reflejado en la prensa de ese país y en el discurso fanfarrón y agresivo de sus políticos; advierte sobre el peligro que representaba para Cuba, las Antillas y a la larga para América Latina, haciendo de estas advertencia el sentido de su labor política. Su estudio del fenómeno imperialista que está en desarrollo en los Estados Unidos, lo llevan a la constante recordatoria de las consecuencias que para los pueblos de “Nuestra América” tenía el auge económico del país del norte, necesitado de expandir mercados que sus clases dominantes veían en esos países pobres al sur de sus fronteras. Desde sus crónicas para los periódicos de Hispanoamérica no se cansa de mostrar las luces y las sombras de aquella nación y al organizar el movimiento independentista y liberador de la isla de Cuba, sienta sus objetivos políticos de impedir la anexión de Cuba al país del norte. Su profundo espíritu analítico y su voluntad de estudiar las interioridades de los Estados Unidos, le permitieron llegar a conclusiones político sociales que aún hoy guardan una gran vigencia: - La unidad de los países latinoamericanos como contraparte al hegemonismo de los Estados Unidos. - El desarrollo cultural y económico de Nuestra América como antídoto a la dominación de la nación del norte. - La necesidad del desarrollo desde bases propias como contrapartida a la influencia y penetración de esa cultura basada en el pragmatismo y el individualismo exacerbado. - La esencia humanista de la sociedad, su confianza en el ser humano y su capacidad de ser bueno. Esas y otras que se me escapan son esencias sociales de la prédica martiana, no solo contenida en documentos políticos y programáticos, sino en toda su obra intelectual y de vida.

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