jueves, 30 de septiembre de 2021

EL MAESTRO DE JOSÉ MARTÍ

A propósito del bicentenario de Rafael María de Mendive Daumy, el próximo 23 de octubre. En la vida de todo gran hombre siempre hay un maestro que influye e incide en la actitud de este en la sociedad en la que le toca desarrollarse, unas veces ese maestro queda en las sombras pero su prédica y su ejemplo de vida fluyen en su discípulo aún cuando este lo supere en la tarea de llevar adelante ideas de las cuales tuvo una primera noción con ese maestro. Ese fue el caso de Rafael María de Mendive, un intelectual cubano de sólida formación cultural, a su colegio llega en 1865 un jovencito de clara inteligencia, sed de aprender y dotes naturales para la poesía, era José Julián Martí Pérez, mente despierta en años de inquietudes, que admiró en su maestro su entrega a la enseñanza, sus dotes poéticas y la pasión por Cuba y su cultura. Cuánta inteligencia vio en el discípulo, que terminando el séptimo grado convence a su padre para presentar a su alumno a exámenes de suficiencia con vista a matricular la Segunda Enseñanza, aprobó, y su joven alumno matriculó en el Instituto de Segunda Enseñanza de La Habana en 1866. Al año siguiente su maestro crea el Colegio San Pablo de Segunda Enseñanza e incorpora al joven Martí de forma gratuita al alumnado de dicho centro. En octubre de 1868 al iniciarse la guerra por la independencia en Cuba, el colegio de Mendive se convierte en un hervidero de simpatizantes de la independencia y el maestro en sus tertulias mantenían informado a sus discípulos sobre la marcha de la guerra, argumentaba el derecho de Cuba para ser libre y nunca ocultó sus simpatías por la Revolución que se desarrollaba en Cuba. Él, como ninguno, influyó decisivamente en la formación ideológica de José Martí, influyó en su rigurosa formación humanística, con esa visión de universalidad y pertenencia que lo hicieron al mismo tiempo, el forjador de la unidad de los cubanos para continuar la lucha por la independencia y el impulsor de la unidad latinoamericana para enfrentar los peligros latentes entonces, consumados hoy, de las ambiciones del capitalismo norteamericano sobre nuestra región. El fustigador de dictadores, el partidario del ser humano y sus posibilidades de desarrollo espiritual y el hombre de sensibilidad poética tal que integra los versos a sus ideales, sin perder ni belleza, ni convicción en lo que dice y escribe.

jueves, 23 de septiembre de 2021

“VIVÍ EN EL MONSTRUO Y LE CONOZCO LAS ENTRAÑAS”

Esta rotunda afirmación escrita por José Martí el 18 de mayo de 1895 a su amigo mexicano Manuel Mercado, en memorable carta que parece estar escrita para todos los latinoamericanos, define sus preocupaciones políticas en cuanto a las intenciones geopolíticas de los Estados Unidos con respecto a este continente nuestro, tan rico y tan mal distribuido entre su gente. Desde su llegada a los Estados Unidos, 3 de enero de 1880, José Martí enfrenta en su conciencia sentimientos encontrados con respecto a esta nación joven e impetuosa en la que ya asoman los rasgos de ambiciones e individualismo que la colocarán en breve tiempo histórico, como la potencia hegemónica en el ámbito mundial. El contacto con aquel país en pleno apogeo de su desarrollo económico fue impactante, y lo refleja en uno de sus primeros artículos escritos para el periódico The Hour , “Impresiones de América” en el que expresa: “Estoy, al fin en un país donde cada uno parece ser su propio dueño” , idea que lo admira y entusiasma por lo que de libertad y creación tiene, poco a poco el conocimiento más profundo de aquel país le hará escribir un año después: “(...) este país, señor en apariencias de todos los pueblos de la tierra, y en realidad esclavo de todas las pasiones de orden bajo que perturban y pervierten a los demás pueblos” Radicado en Nueva York, vivió las emociones de las grandes transformaciones tecnológica, la expansión salvaje y a cualquier costo hacia el oeste, las riadas de emigrantes provenientes de Europa, base de la vertiginosa transformaciones del país, las luchas de los obreros, en su mayoría emigrantes, por mejores salarios y ocho hora de labor, acontecimientos que sirvieron para aguzar su pensamiento social, siempre al lado de los humildes, sus críticas a los métodos violentos de lucha y su comprensión paulatina de aquella gente violenta, engañada y víctima del gran capital, es una constancia dialéctica de su maduración. En los Estados Unidos Martí conoció y puso al descubierto el fenómeno imperialista, reflejado en la prensa de ese país y en el discurso fanfarrón y agresivo de sus políticos; advierte sobre el peligro que representaba para Cuba, las Antillas y a la larga para América Latina, haciendo de estas advertencia el sentido de su labor política. Su estudio del fenómeno imperialista que está en desarrollo en los Estados Unidos, lo llevan a la constante recordatoria de las consecuencias que para los pueblos de “Nuestra América” tenía el auge económico del país del norte, necesitado de expandir mercados que sus clases dominantes veían en esos países pobres al sur de sus fronteras. Desde sus crónicas para los periódicos de Hispanoamérica no se cansa de mostrar las luces y las sombras de aquella nación y al organizar el movimiento independentista y liberador de la isla de Cuba, sienta sus objetivos políticos de impedir la anexión de Cuba al país del norte. Su profundo espíritu analítico y su voluntad de estudiar las interioridades de los Estados Unidos, le permitieron llegar a conclusiones político sociales que aún hoy guardan una gran vigencia: - La unidad de los países latinoamericanos como contraparte al hegemonismo de los Estados Unidos. - El desarrollo cultural y económico de Nuestra América como antídoto a la dominación de la nación del norte. - La necesidad del desarrollo desde bases propias como contrapartida a la influencia y penetración de esa cultura basada en el pragmatismo y el individualismo exacerbado. - La esencia humanista de la sociedad, su confianza en el ser humano y su capacidad de ser bueno. Esas y otras que se me escapan son esencias sociales de la prédica martiana, no solo contenida en documentos políticos y programáticos, sino en toda su obra intelectual y de vida.