La generación cubana de 1923 es una generación puente entre los que lucharon por la independencia de Cuba y habían visto frustrados sus sueños de independencia y soberanía por la intervención de los Estado Unidos (1898-1902) y los jóvenes que en la década del veinte del siglo XX exigían un cambio para mejorar los males de la sociedad cubana, empantanada en un limbo de “independencia regida” por intereses yanquis.
Eran jóvenes que se avergonzaban de la “politiquería” nacida en la República mediatizada por la Enmienda Platt[1], que denuncian los robos y fraudes muy frecuentes en los gobiernos de Cuba de esas primeras décadas y que nacen a la luz pública justamente con una protesta colectiva de jóvenes intelectuales[2] en contra de un sonado fraude del gobierno de Alfredo Zayas.
Esta generación de cubanos estaba dispuesta a cambiar la situación de Cuba y para ello se organizaron y encabezan un movimiento cultural renovador que pone a la isla al tanto de las corrientes más de vanguardias desarrolladas en el mundo.
Es en medio de estas circunstancias en que la obra de José Martí, poco conocida y estudiada, fue ocupando un espacio mucho más amplio e influyendo mucho más en la formación ideológica de aquella combativa “generación del 20”. Gonzalo de Quesada, Fermín Valdés Domínguez y la generosa emigración revolucionaria que en su mayoría regreso a Cuba a principios del siglo XX, dan a conocer al Martí de claro pensamiento latinoamericanista, antimperialista, que basó el desarrollo del Partido Revolucionario Cubano sobre la confianza de los más humildes, que hizo de su divisa, “Con todos y para el bien de todos” la base de su proyecto de República y que advertidor y consecuente había regresado a Cuba a luchar por esas ideas o morir en el empeño.
Fue un joven de esta generación quien al acercarse a los textos martianos, escribió en 1926 un artículo que tituló, “Glosas al pensamiento de José Martí”, en el que no nos habla del poeta, del escritor, sino del Martí que la burguesía cubana quiso esconder, el antimperialista, amigo de los humildes y luchador por el mejoramiento humano.
Ese joven era Julio Antonio Mella, líder estudiantil, fundador del primer partido comunista en Cuba y una de las figuras más radicales del movimiento revolucionario cubano.
Mella demuestra que José Martí estaba vigente, que sus palabras no eran viejas y que podían servir para seguir luchando por alcanzar una vida mejor para su pueblo.
Es por eso que dice en su artículo: “Es imprescindible, que una voz de la nueva generación, libre de prejuicios y compenetrada con la clase revolucionaria de hoy, escriba ese libro. Es necesario dar un alto y, si no quieren obedecer, un bofetón a tanto canalla, tanto mercachifle, tanto patriota, tanto adulón, tanto hipócrita… que escribe o habla de José Martí”[3]
Más adelante en su escrito, Mella hace un breve análisis de la obra del Apóstol, como antimperialista, internacionalista y su vinculación con la clase trabajadora, concluyendo que sus ideas no entran en contradicción con el socialismo, que se puede ser martiano y socialista, porque lo objetivos son similares.
Pero no fue solo Mella, muchos jóvenes de esa generación continuaron las enseñanzas de Martí a partir del conocimiento de sus escritos y la continuidad de su obra social. En esos tiempos de “hacer” cuando el sueño de cambios parecía cercano, Martí se convirtió en paradigma y continuidad.
Raúl Roa resume este período intenso de la historia nacional y la presencia martiana en ella con estas palabras de extraordinaria vigencia:
“Escribir o hablar de Martí puede cualquiera. Lo que ya no puede cualquiera es vivir, como propia, la vida de sacrificio, de abnegación y de coraje que vivió Martí, en tensión heroica contra lo que es y está superado, es patrimonio exclusivo de los que viven para Martí y no de Martí.”[4]
[1] La Enmienda Platt fue un tratado impuesto a Cuba por el Gobierno de Estados Unidos en el que se constitucionalizaba el derecho de ese país de intervenir en Cuba cuando sus intereses estuvieran en peligro, aprobado en 1902 se mantuvo en pie hasta 1934 en que “ellos decidieron derogarlo” por obsoleto.
[2] Este movimiento se produjo el 18 de marzo de 1923 y se conoce en la historia de Cuba como “La Protesta de los trece”, por el número de los firmantes, y estaba encabezada por el joven abogado Rubén Martínez Villena, quien devino líder comunista hasta su muerte en 1935.
[3] Valoración Múltiple José Martí, tomo I, pág. 51
[4] Valoración Múltiple José Martí, tomo I, pág. 79
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