Uno de los temas más importantes para los
intelectuales y artistas cubanos a principios de la Revolución, era la libertad
de creación, por lo que desde inicios hubo tensiones con ciertos sectores que
desde la Revolución adoptaban una posición más dogmática, este enfoque era
asumido por los redactores de “Lunes de
Revolución”, tabloide cultural del periódico Revolución, dirigido por
Guillermo Cabrera Infante, quienes desde sus páginas comenzaron a “pedir
cuentas” a los escritores y artistas por su obra de “evasión de la realidad” y
de poco o ningún compromiso social antes del triunfo de la Revolución, atacando
directamente al grupo Orígenes y su
mentor José Lezama Lima.
En estos
círculos intelectuales había muchas preguntas sin contestar y desde la
dirección de la Revolución
no había una política cultural definida, como no fuera la línea de “Lunes de Revolución”, que protagonizó
una protesta por la censura del documental “PM”,
financiado por este semanario y que fue interpretado como un ataque a la
libertad de expresión y provocó un malestar evidente entre los intelectuales de
La Habana.
Por tal
motivo la dirección de la
Revolución convocó a los intelectuales a una reunión
realizada en la Biblioteca Nacional
José Martí, los días 16, 23 y 30 de junio de 1961. El objetivo era debatir los
temas que preocupaban a este sector. Fue un proceso extenso, en el que se
expresaron diversos criterios, y que terminó cuando Fidel, después de escuchar
todos los criterios, dejó definida la política cultural del proceso
revolucionario en sus palabras de resumen, conocidas hoy como “Palabras a los intelectuales”:
“Si a los revolucionarios nos preguntan qué
es lo que más nos importa, nosotros diremos: el pueblo. Y siempre diremos: el pueblo. El pueblo en su sentido real, es decir, esa
mayoría del pueblo que ha tenido que vivir en la explotación y en el olvido más
cruel. Nuestra preocupación fundamental
siempre serán las grandes mayorías del pueblo, es decir, las clases oprimidas y
explotadas del pueblo. El prisma a
través del cual nosotros lo miramos todo es ese: para nosotros será bueno lo
que sea bueno para ellos; para nosotros será noble, será bello y será útil todo
lo que sea noble, sea útil y sea bello para ellos.
“Comprendemos que debe ser una tragedia para
alguien que comprenda esto y, sin embargo, se tenga que reconocer incapaz de
luchar por eso. Nosotros somos o creemos
ser hombres revolucionarios; quien sea más artista que revolucionario no puede
pensar exactamente igual que nosotros.
Nosotros luchamos por el pueblo y no padecemos ningún conflicto, porque
luchamos por el pueblo y sabemos que podemos lograr los propósitos de nuestras
luchas.
“Y la Revolución tiene que tener una política
para esa parte del pueblo, la Revolución tiene que tener una actitud para esa
parte de los intelectuales y de los escritores.
La Revolución tiene que comprender esa realidad, y por lo tanto debe
actuar de manera que todo ese sector de los artistas y de los intelectuales que
no sean genuinamente revolucionarios, encuentren que dentro de la Revolución
tienen un campo para trabajar y para crear; y que su espíritu creador, aun
cuando no sean escritores o artistas revolucionarios, tiene oportunidad y tiene
libertad para expresarse. Es decir,
dentro de la Revolución.
“Esto significa que dentro de la
Revolución, todo; contra la Revolución, nada.
Contra la Revolución nada, porque la Revolución tiene también sus
derechos; y el primer derecho de la Revolución es el derecho a existir. Y frente al derecho de la Revolución de ser y
de existir, nadie -por cuanto la Revolución comprende los intereses del pueblo,
por cuanto la Revolución significa los intereses de la nación entera,- nadie
puede alegar con razón un derecho contra ella.
Creo que esto es bien claro.”[1]
A
pesar de la claridad de estos conceptos, vinieron años de aplicación coyuntural y selectiva de estos principios, de
acuerdo al momento histórico y a la percepción de los “funcionarios” erigidos
en guardianes de esta política y que trajo un triste “decenio gris”(década de
los 70 y más) que empobreció el trabajo intelectual cubano y creó un clima de intolerancia
y exclusión muy dañino.
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