jueves, 12 de noviembre de 2020

“DE AMÉRICA SOY HIJO Y A ELLA ME DEBO”

 


 Martí por Lorenzo Santos

Colección del Museo Casa Natal de José Martí

Un momento importante en la maduración política de José Martí fue su contacto con la sociedad norteamericana.  Llega a Nueva York el 3 de enero de 1880, venía de España después de haber sido deportado por el gobierno colonial español de la isla de Cuba algunos meses antes.

  El contacto con aquel país en pleno apogeo de su desarrollo económico fue deslumbrante, por eso escribe en  el periódico The Hour un artículo titulado “Impresiones de América” en el que expresa: “Estoy, al fin en un país donde cada uno parece ser su propio dueño.” Poco a poco el conocimiento más profundo de aquel país le hará escribir un año después: “(...) este país, señor en apariencias de todos los pueblos de la tierra, y en realidad esclavo de todas las pasiones de orden bajo que perturban y pervierten a los demás pueblos.”

  En aquella nación vivió las emociones de las grandes transformaciones tecnológica, la expansión de la nación hacia el oeste, las riadas de emigrantes provenientes de Europa, base de la vertiginosa transformación del país, las luchas de los trabajadores, en su mayoría emigrantes, por mejores salarios y ocho hora de labor, acontecimientos que sirvieron para aguzar su pensamiento social, siempre al lado de los humildes, sus críticas a los métodos violentos de lucha y su comprensión paulatina de aquella gente violenta, engañada y víctima del gran capital, es una constancia dialéctica de su maduración.

  En los Estados Unidos el Apóstol cubano conoció y puso al descubierto el fenómeno imperialista y advierte sobre el peligro que representaba para Cuba, las Antillas y a la larga para América Latina. El auge económico de los Estados Unidos traía la necesidad de mercados y sus clases dominantes apuntaban hacia el dominio de las naciones de la América Latina, como su zona de influencia natural.

 Desde sus crónicas para los periódicos de Hispanoamérica no se cansa de mostrar las luces y las sombras de aquella nación y al organizar el movimiento independentista y liberador de la isla de Cuba, sienta sus objetivos políticos de impedir la anexión de Cuba al país del norte.

  Su profundo espíritu analítico y su voluntad de estudiar las interioridades de los Estados Unidos, le permitieron llegar a conclusiones político sociales que aún hoy guardan una gran vigencia:

 -        La unidad de los países latinoamericanos como contraparte al hegemonismo de los Estados Unidos.

-        El desarrollo cultural y económico de nuestra América como antídoto a la dominación de la nación del norte.

-        La necesidad del desarrollo desde bases propias como contrapartida a la influencia y penetración de esa cultura basada en el pragmatismo y el individualismo exacerbado.

-        La esencia humanista de la sociedad, su confianza en el ser humano y su capacidad de ser bueno.

 Esas y otras que se me escapan son esencias sociales de la prédica martiana, no solo contenidas en documentos políticos y programáticos, sino en toda su obra.

miércoles, 11 de noviembre de 2020

JOSÉ MARTÍ CONTRA LOS ESTADOS UNIDOS

 

Autor Eduardo Abela

Los poderosos que nos invitan a olvidar la historia y vivir el presente con sus peligros políticos y sociales de sojuzgamiento y acato a su “modelo y orientaciones” tiene muy claro aquello de “Haz lo que digo y no lo que yo hago”, sino, veamos qué pasó con aquel convite oportunista que hicieron a las naciones latinoamericanas en época de José Martí y el análisis que hace nuestro Apóstol a esa postura hipócrita e intervencionista:

  Entre 1889 y 1891, José Martí librará una de sus más brillantes batallas por los pueblos de América Latina.

  El 24 de mayo de 1888 el presidente de los Estados Unidos “invitó” a los gobiernos de los países hispanoamericanos independiente a una conferencia internacional en Washington, para estudiar, entre otras cosas, la adopción por cada uno de los gobiernos de una moneda común de plata, de uso forzoso en las transacciones comerciales recíprocas entre los estados de América.

  El 7 de abril de 1890, la Conferencia Internacional Americana propone establecer una unión monetaria internacional que tuviera como base una o más monedas internacionales, uniformes en peso y ley, que pudiesen usarse en todos los países representados en esta conferencia.

  El 30 de marzo de 1891 un diplomático de origen cubano presenta un informe a nombre de Uruguay en la Conferencia Monetaria Internacional de Washington, era José Martí quien hace una ponencia brillantísima, primero en castellano y después en inglés, recomendando el bimetalismo y recordando de paso que no es “el oficio del continente americano restablecer con otro método y nombre el sistema imperial por donde se corrompen y mueren las repúblicas”

  Martí rechaza las opiniones de la delegación de los Estados Unidos, que aspiraba a la creación de una moneda internacional de plata, propone la creación de un sistema de monedas uniformes, que harían más morales y seguras las relaciones económicas de los pueblos, hace una caracterización de los EE.UU. y del peligro que representaba para América las intenciones de ese país.

  En ese discurso hay un llamado a que prevalezca, tanto en el comercio como en la política, la paz igual y culta y que todo cambio de moneda futuro debía hacerse de acuerdo con todos los países implicados.

  En esa misma comparecencia llamó la atención sobre otros aspectos del intercambio desigual entre las naciones de América, al decir “quien dice unión económica dice unión política” y “el pueblo que compra manda”.

  Tan ardua fue su batalla que su débil salud se quebranta en aquel “invierno de angustia” de 1890 con la presión del convite de los Estados Unidos, “…en que por ignorancia, o por fe fanática, o por miedo, o por cortesía, se reunieron en Washington, bajo el águila temible, los pueblos hispanoamericanos” y nacieron sus testimoniales “Verso Sencillos” (1891) y escribió “Nuestra América” (enero 1891), su ensayo más completo sobre América Latina.

  En que quiera saber que lea, estas son nuestras raíces antimperialistas y martianas, que sostendremos al precio que sea necesario.

 

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martes, 10 de noviembre de 2020

“…Y MI HONDA ES LA DE DAVID”

 


Hace más de un siglo, un cubano a punto de morir por su país y sus ideas escribió una carta memorable dirigida a un amigo mexicano a quien le explicaba con toda claridad el propósito de  sus desvelos y sacrificios para lograr que nuestro países de América no cayeran bajo la hegemonía de un ambicioso vecino que solo veía en nuestro pueblos “intereses económicos y geopolíticos”, ese cubano es José Martí quien dejará sin terminar su carta  a Manuel Mercado un 18 de mayo de 1895, la premura de hacer patria, no le hizo olvidar ese peligro mayor que significaba y significa los Estados Unidos para América Latina.

 Ahora que por estos días un  Secretario de Estado proclama sin tapujo la “Doctrina Monroe” (América para los americanos) y desentierra aquellos planes de aplastar todos esfuerzo progresista, por cualquier medio así fuera a través de gobiernos afines, dictaduras, tribunales sin vendas, violadores de los derechos humanos  en complicidad con los intereses yanquis y oligárquicos en esos países; por eso es bueno alertar a los ingenuos, despertar a los egoístas y alentar a los revolucionarios de toda la América Nuestras sobre  la necesidad de fortalecer el basamento ideológico de nuestras luchas, porque no habrá mañana si olvidamos la historia, si no hacemos la lectura correcta de lo que pasa en política a nivel global, donde las injusticias se valoran según los intereses de a quienes benefician.

 “Viví en el monstruo y le conozco las entrañas”, sentenció Martí en esta misma carta y nos dice con claridad meridiana que cuanto había hecho hasta ese momento y haría en el futuro, era para eso, “…para impedir que los Estados Unidos caigan con esa fuerza más sobre los pueblos de Nuestra América”

 Una América Latina dividida conviene a los intereses hegemónico de los Estados Unidos y nadie tendrá libertad, ni soberanía, seremos meras provincias romanas en un imperios cada vez más cruel y corrupto.

 “Mi honda es la de David”, sentenció el Apóstol en aquella carta escrita “ayer”, con la vigencia de “hoy”.