sábado, 21 de febrero de 2015

24 DE FEBRERO, UN GRITO DE CUBA POR SU INDEPENDENCIA




Martí en la emigración
Pintura de Roberto Diago 

El 24 de febrero de 1895 se produjo un hecho esperado y gloriosos en la historia de la isla de Cuba, entonces colonia de España con el apoyo de los sectores ricos  de la sociedad colonial, tanto criollos como peninsulares, incapaces de sacar lección de la decisión de los cubanos por ser libres, tras los diez primeros años de cruenta lucha por su independencia.
 Se iniciaba un nuevo período de guerra para expulsar de la isla el colonialismo español enraizado desde hacía cuatro siglo en la Mayor de las Antillas. Esta vez el movimiento emancipador venía encabezado por un hombre de claras ideas separatistas, actualizado en el panorama político de su momento histórico y decidido a cambiar no solo la condición política de la isla, sino su basamento social lastrado por la esclavitud de hombres y mujeres de origen africano que apenas 9 años antes habían sido emancipado por el gobierno de España, poniendo fin a su oprobiosa condición.
Mucho tiempo antes en 1868 los primeros cubanos que se levantaron por su independencia liberaron de la servidumbre a sus esclavos y los llamaron como iguales a luchar por la patria común que de un modo u otro habían construido.
 José Martí y su Partido Revolucionario Cubano, estaban al frente de aquel segundo momento de las luchas por la libertad de la isla, desde el exilio, apoyado por la emigración cubana asentada en los Estados Unidos llamó a la unidad de todos, sin distinción de clases, ni razas, proponiendo la creación de la República que tuviera por Ley primera la dignidad plena del hombre y donde se conquistara toda la justicia posible para los pobres de la tierra, esos que fueron mayoría en la adhesión al movimiento y los primeros en morir en los campos de batalla.
 Se iniciaron, ese 24 de febrero, los más cruentos días para el pueblo cubano, España no estaba dispuesta a perder lo que consideraba parte inseparable de su territorio, ni los dividendos que esta próspera colonia dejaba al fisco real, por lo que se empeñó en sofocar a toda costa aquel movimiento popular y revolucionario.
 El saldo fue la muerte de más de 300 mil personas, combatientes y civiles, la destrucción de las dos terceras parte de las riquezas del país, la pérdida de valiosos líderes cubanos en el empeño libertario, entre ellos el propio José Martí y el inclaudicable general Antonio Maceo, síntesis ambos de los mejores valores de la patria mestiza y libre que aspiraban a construir.
 La intervención norteamericana en junio de 1898 mediatizó la posible victoria de las armas cubanas y dejó pendiente sobre el futuro de Cuba la alternativa anexionista que siempre fue la aspiración de los intereses de las oligarquía, tanto la yanqui, como buena parte de los sectores criollos y peninsulares presentes  en Cuba.
 La República de Martí, “con todos y para el bien de todos” quedaba pospuesta.